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Opinión 20 de febrero de 2017

Bienvenidos al pasado

Por Adrián Freijo

“Hemos trabajado y lo que estamos buscando es hacer un distrito informático, es decir, directamente un barrio”, graficó Carlos Arroyo cuando fue consultado por la prensa por la parálisis de las obras de lo que en un tiempo fue el proyecto más importante para el futuro de Mar del Plata: el Parque Informático.

“La intención del Municipio es delimitar el proyecto en un sector básico que estará comprendido “entre Libertad, Luro, San Juan y Jara”. “Sobre esa base, vamos a armar todo un distrito que abarque software y el armado de equipos”, indicó.

Claro que no quiso hacer referencia al proyecto de la anterior administración, que había recibido el beneplácito y hasta el adelanto financiero de los principales centros de la materia en el mundo, y mucho menos a la versión que crece día a día y que habla de la relación de alguno de sus allegados con un empresario de origen oriental que posee lotes en la zona elegida y está por estas horas intentando comprar otros. Una operación inmobiliaria multimillonaria, dudosamente legítima y sobre todo absolutamente innecesaria: el proyecto, tal cual lo describe Arroyo, es absolutamente inviable y tiene más que ver con la comercialización de computadoras que con el desarrollo de una verdadera industria informática.

De nada sirvió que desde ATICMA, la asociación que hace una década representa al sector TIC en Mar del Plata, afirmaran que “El impulso que ATICMA siempre ha dado al proyecto de un Parque Informático para Mar del Plata, se debe a que coincide con el único modelo de los estudiados (polo y clúster, además de Distrito) que permite cumplir las metas estratégicas para el sector TIC de nuestra ciudad, responde a las falencias y necesidades de dicho sector productivo, y provee una visión única para el futuro de nuestra ciudad como un actor fundamental en la economía del conocimiento del país.

Con el Parque Informático y de Industrias Creativas se busca crear y potenciar un ecosistema que permita un crecimiento exponencial de la industria TIC, generando cantidad de oportunidades de empleo de alto valor agregado, un aporte significativo en la matriz de desarrollo económico de la ciudad y nuevas oportunidades de desarrollo tecnológico para otras industrias tradicionales de la región”.

Ya en un artículo anterior, “ATICMA. Análisis del modelo Parque y Distrito”, la asociación había expresado claramente los motivos por los que el proyecto ahora presentado por Arroyo y su gente no era el que la ciudad y la región necesitaba para lograr el objetivo de convertirse en un verdadero impulso al desarrollo y el futuro de los marplatenses. No fue escuchada…

Es verdad que tras la montaña amanece un gobierno sin ideas, enfrascado en descalificar todo lo hecho por la anterior gestión y, al menos en este caso, con personajes prostibularios que bajo el ala familiar del intendente buscan desesperadamente negocios de todo tipo que les sirva para aprovechar el momento y enriquecerse a como sea.

Pero no es menos cierto que ello se torna posible por la ceguera de un jefe comunal aferrado al pasado, que ni siquiera acepta la telefonía celular y que grita a los cuatro vientos que “es más importante enseñarle a un chico a escribir con buena letra que el manejo de una computadora”. Un intendente que arrastra alegremente a mar del Plata hacia el pasado, convertido en un patético remedo de Zacarías, aquel dictador de “El otoño del patriarca” de Gabriel García Márquez,  a quien el endeudamiento del país le obliga finalmente a vender el mar a los “gringos”.

Toda su vida es una continua zozobra para conservar el poder, cosa que hace sin contemplaciones, pues “el único error que no puede cometer ni una sola vez en toda su vida un hombre investido de autoridad y mando es impartir una orden que no esté seguro de que será cumplida”, sostenía en su delirio aquel que parece haber encarnado en este intendente que perorata desembarcos gloriosos mientras a su alrededor todos hacen negocios millonarios.

Y así, entre ambiciones y nostalgias, Mar del Plata camina hacia el pasado para sumergirse rápidamente en el olvido del progreso.