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Cultura 25 de abril de 2016

Cervantes – Shakespeare: cuatro siglos de vigencia

TPG108073 Portrait of Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1615) by Jauregui y Aguilar, Juan de (c.1566-1641); Private Collection; Spanish, out of copyright

Escritores, traductores, críticos e investigadores argentinos opinan sobre si estos dos grandes escritores son figuras análogas en sus culturas de origen. Cervantes, el inventor de la novela moderna; Shakespeare, el poeta y “hombre del espectáculo” en la Gran Bretaña del siglo XVII.

¿Es equiparable en el mundo anglosajón la ponderación que se hace de Shakespeare con respecto a la de Cervantes en el mundo de habla hispana? Ese fue el gran disparador, a propósito de los cuatro siglos que se cumplen de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra y de William Shakespeare, ambos fallecidos coincidentemente en el mes de abril de 1616.
Consultados por Télam, responden a este interrogante la escritora e investigadora María Rosa Lojo, el escritor, crítico y editor Luis Chitarroni, el escritor, crítico y traductor Carlos Gamerro, el dramaturgo Mauricio Kartún, los escritores Gabriela Cabezón Cámara y Luciano Lamberti y el docente de la cátedra y traductor de “Enrique VIII” Lucas Margarit.
“Sí, estimo que es equiparable, porque si Shakespeare es el dramaturgo más leído, visto y adaptado en todo el mundo, Don Quijote de la Mancha creó el género novela, que desde el siglo XIX hasta el presente es el género literario dominante, más leído y practicado. Ambos se han convertido no solo en los poetas nacionales de Inglaterra y España, respectivamente, sino en los poetas emblemáticos de sus respectivas lenguas”, señaló Carlos Gamerro.
Y agrega: “Si bien la fama de Shakespeare se basa en una veintena de obras, y la de Cervantes en una novela apenas (pero qué novela), Cervantes corre con cierta ventaja en la imaginación y la memoria popular, ya que Don Quijote y Sancho han trascendido los límites de la página y la lectura y se han convertido en personajes del mundo real; aunque es verdad que Hamlet y su calavera también andan dando vueltas por ahí”.
Para María Rosa Lojo, en tanto, ambos autores “son profundamente nacionales, a la vez que universales por excelencia, más allá de cualquier barrera idiomática. Los dos son conocidos urbi et orbe. Ambos se constituyeron en íconos de su propia cultura, en todos los niveles, desde el más popular hasta el académico más exigente, y la proyectan y se proyectan hacia el mundo entero, con historias y personajes que se volvieron memorables y transmigraron hacia todos los géneros ficcionales”.
Lucas Margarit opina en disidencia. “Me parece que la Reforma y la Contrarreforma han modificado e influido en la forma de percibir el hecho artístico y de allí el cambio de ponderación que podemos encontrar en una cosmovisión donde el individuo tiene más posibilidades de interpretar libremente o, como es el caso de la España del siglo XVII, una mirada más alegórica signada por la religión católica”.
“Con respecto a la ponderación a posteriori -sigue-, un factor que no podemos dejar de lado es el hecho de que cada uno de ellos predomina en un género diferente. A Shakespeare se lo reconoce en general como un dramaturgo (aunque en realidad era un poeta y uno de los mejores de su época) y Cervantes se destaca como el autor de la maravillosa novela Don Quijote. Esta distinción hace que el teatro de Shakespeare se lo reponga en escena en cada época de un modo particular y eso mediatiza el texto, modifica el modo en que los espectadores acceden a sus obras dramáticas. En el caso de Cervantes, Don Quijote es una obra que permite múltiples interpretaciones pero lo que llega al lector en tanto obra es el mismo texto”.
Por eso es que cada momento social asegura “tener a su Shakespeare”, dice Margarit. “En el caso del Quijote, lo que llega al lector es el texto impreso interpretado en una lectura sin mediatizaciones”.
Para Chitarroni, en tanto, comparar a ambos autores en cuanto a su consideración en una y otra cultura supone una tarea dificultosa. “Los sistemas de relaciones en una y otra lengua son muy distintos. El de lengua inglesa aventaja mucho al de la lengua que nos pertenece. Tiene un revisionismo crítico avasallante. La otra gran ventaja es el caudal de obras. A Cervantes se lo conoce casi exclusivamente por el “Quijote”. A nadie que no sea especialista ocupa hoy el resto de su obra. Shakespeare, en cambio, aunque “Hamlet”, “Romeo y Julieta”, “Otello” y “Macbeth” gozan de audiencias permanentes, cuenta con un repertorio de variantes cuya vigencia, además, va relevándose”.
Chitarroni recordó que “la admiración de Shakespeare entre escritores fue inmediata. Tobias Smollet lo tradujo al inglés rápidamente (no sé siquiera si fue la primera traducción) y la devoción de Henry Fielding, autor del Tom Jones, lo acompañó en toda la obra (que es más importante de lo que hoy se acredita, sobre todo en castellano)”.
Lamberti indicó que se asocia a los escritores “con demasiada liviandad, bajo el generalísimo título de ‘genios de la literatura en su idioma’ o algo por el estilo”. Y entendió que “si algo los une, tiene que ver con la concepción casi solipsista de la época, más allá de su literatura. Ambos consideraban a la realidad como una ficción y viceversa, el mundo como teatro, el mundo como libro. Pero por otro lado, Shakespeare no se consideraba un escritor (no le interesó nunca publicar su obra) sino más bien un hombre del espectáculo, mientras que Cervantes es un escritor nato, que tuvo tanto éxito en vida que fue pirateado por aquel que escribió la segunda parte del Quijote, y tuvo que matarlo él”.
Cabezón Cámara recordó que se trata a ambos autores como “fundadores de las literaturas de sus propias lenguas y eso son”, mientras que Kartún no se animó a realizar una comparación entre los dos escritores que murieron en el mismo mes y en el mismo año. “No tengo ningún parámetro de comparación”, dijo el dramaturgo y señaló que “cuanto más mordés en Shakespeare, cuanto más te acercás al hueso, más se asoma siempre el horror y la verdad”.
“Versioné hace unos años ‘Romeo y Julieta’. Una experiencia perturbadora. Cuando en las sucesivas lecturas fui descartando las capas de arriba de la cebolla, aquella cosa más convencional del amor adolescente, fueron apareciendo esas otras zonas tremendas, esa mirada sobre el enfrentamiento, sobre la guerra como filicidio, sobre los padres siniestros que encuentran la paz sobre la muerte de sus hijos y terminan compitiendo en quién le hace el monumento más caro y más vistoso”, opinó.