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Opinión 22 de marzo de 2017

Con Jorge Alfieri la ciudad pierde un valioso archivo viviente

Por Adrián Freijo. Libre Expresión

 

Para algunos de nosotros la partida de Jorge es la de un amigo de tantas horas de profesión y tantas otras de afecto. Para la ciudad se va un archivo vivo de los últimos 60 años.

Era imposible no reír cuando Jorge Alfieri contaba, con esa gracia que Dios y la calle le habían dado, aquellas anécdotas que con meticulosidad y memoria lograban que el interlocutor sintiese que las estaba viviendo. Fino, irónico, dueño de un lenguaje que en otro hubiese sido rocambolesco pero en él era la ubicación perfecta de cada palabra y la mágica escenografía que generaba al contar viejas historias con lenguaje de la época que narraba. Todo, los hechos, los escenarios y los tonos, referían a una anécdota que siempre lograba hacer verosímil.

Fuimos compañeros de ruta durante muchos años; y algo tuvimos siempre en claro y nos agradecimos mutuamente: nos divertimos, nos entendimos e hicimos periodismo como a cada uno de nosotros le gustaba.

Con Jorge Alfieri se va una parte grande de la historia comunicacional de Mar del Plata; porque habiendo muchos que ejercieron el periodismo con más años que él y por más años que él, no he conocido a nadie con su memoria y su capacidad para estar, hurgar, ver y sobre todo leer lo que la realidad exigía para entender lo que pasaba.

Pero sobre todo habrá algo que siempre recordaré de Jorge: nunca pretendió ser otra cosa que lo que era. En un mundo y una profesión en la que todos suelen bañarse en las aguas del Jordán, él se presentaba como un tipo de la calle, de la vida, de los avances y los tropiezos; y todo lo asumía con gracia, humor y la convicción de que las cosas eran así porque así debían ser. La palabra “careta” no estaba por cierto en su diccionario…

Se fue. En algún lado -que seguramente yo supongo distinto al que su mirada de romántico socialista podía imaginar- alguien ya debe estar riéndose y conociendo, de paso, la historia de Mar del Plata.

De primera mano…



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