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Opinión 6 de diciembre de 2016

¿De parte de quién?

El director Diego Recalde traerá este sábado en exclusiva su película Víctimas de Tangalanga. Una búsqueda de aquellos que atendieron los llamados más famosos del maestro. Y sus testimonios, claro.

por Agustín Marangoni

El humor de Tangalanga parece tan simple, sin embargo sucede en una complejidad abrumadora. El tipo llamaba por teléfono a una persona y la hacía enojar, pero antes de que explotara en furia la paseaba por un terreno psicodélico y sin sentido. Llamaba, por ejemplo, a una juguetería para quejarse porque uno de los muñecos del metegol que había comprado le hacía goles en contra. O llamaba a un techista para decirle que el trabajo que había hecho era tan malo que los días de lluvia salía al patio con su familia para mojarse menos.

También las magias espontáneas:

– Usted no me puede decir esto, hace 25 años que soy peluquero en Parque Patricios.

– Pero como triunfaste en la vida vos eh– remata el Doctor.

Ese fue el llamado donde también le dice al peluquero que su sobrino es tartamudo pero se le nota sólo cuando habla. Esa es la clave: los destellos de genialidad en líneas sueltas. Las malas palabras, aunque están usadas a la perfección, son apenas un decorado entre tanto recurso inteligente, entre tanta inmensidad en dosis mínimas.

Tangalanga creció desde el under con un pasamanos marginal de casetes. Fue el creador de un estilo de humor. Aunque parezca increíble, fue el primero en el mundo en utilizar el teléfono como herramienta para hacer reír. Y no era únicamente el acto de llamar y molestar, era la forma, el tono de voz, el uso del lenguaje y el desafío constante a la lógica social. Así creció el personaje, hoy una figura de culto en Argentina y en buena parte de los países hispanoparlantes. De lo que se habló poco es de aquellos que atendieron sus llamados. Los ratones de este laboratorio humorístico. Hacia esas orillas se acercó el director Diego Recalde con su película Víctimas de Tangalanga, que el sábado 10, a las 23:59, tendrá su única presentación en el cine Ambassador (Córdoba 1673). Recalde siguió las pocas pistas que hay en los llamados más famosos y salió a buscar a los destinatarios. Los encontró. Y encontró historias fuertes. Desde ahí reconstruyó el revés de la trama del capocómico lowfi.

“El Doctor es mucho más que humor. Es un fenómeno social. Está al nivel de Borges y Piazzolla en el sentido de que creó un lenguaje absolutamente personal”, dice Recalde. Según su análisis, en las formas expresivas que dominaba Tangalanga la mala palabra dejó de ser mala para volverse una palabra más. La despojó del prejuicio que la condena. La rescató, la elevó y le dio una legitimidad que no tenía. Fue el primero en mezclar con naturalidad el lenguaje civilizado con la expresión bárbara para crear un idioma único. “Lo genial es que generó un punto de encuentro entre la civilización y la barbarie. Por eso, sospecho, tiene fanáticos en todas las clases sociales”, agrega.

– ¿Cómo fue el proceso de producción? Fue de detective…

– Fue muy complicado. Porque en los casetes, Tangalanga dejó muy pocas pistas. A lo sumo una esquina, un nombre, los números finales de un teléfono. Con eso sólo salí a buscarlos. La búsqueda me llevó cinco años y te puedo asegurar que fue un verdadero trabajo de campo. Porque no me quedé en mi casa buscando data por google, que en rigor ofrecía poco y nada. No. Fui tocando timbre por los barrios preguntándole a los vecinos si conocían a la víctima que buscaba. Volví al periodismo puro, al de calle.

– ¿Qué te sorprendió de lo que encontraste?

– Las historias de vida. Que detrás de esas personas burladas había problemáticas humanas muy conmovedoras.

Una de las que más lo sorprendió fue el mano a mano con el tenor dramático, conocido en Youtube como Voz de célebre. Ese hombre es veterano de guerra de la segunda guerra mundial y fue prisionero de los nazis. En Argentina tuvo que sumarse al grupo de jubilados que, comandados por Norma Plá, iba todos los miércoles al Congreso para reclamar lo que legalmente les corresponde. “Estaba frente a un tipo que tenía flemas al cantar –el gallo que le señala Tangalanga– porque trabajaba en la construcción. Y al estar siempre en lugares húmedos, padecía una bronquitis crónica. El caso del tenor es interesante porque aún hoy siente mucho pudor que Tangalanga lo haya hecho cantar por teléfono”, dice Recalde.

De los treinta llamados que para él son emblemáticos le falta una víctima, Elizabeth, la estudiante de medicina. Su idea es encontrarla de acá a marzo e incluirla en la tercera parte, que ya está casi terminada. “Víctimas de Tangalanga viene en tres partes. El Doc de Volver al futuro se merecía una trilogía. Nuestro Doc también”, comenta.

Tangalanga_2Durante el rodaje de la película, Diego Recalde se encontró por casualidad con Julieta De Rissio, una de las nietas del Doctor, quién brindó su testimonio y aportó una colección de fotos inéditas de su abuelo. “Fue un gran aporte. Además de las imágenes y las anécdotas, le dio al documental una mirada femenina que no tenía. No olvidemos que Tangalanga empezó como un fenómeno netamente masculino. Tal vez porque los hombres somos más perversos y solemos reírnos del sufrimiento ajeno. Y la mujer en eso es distinta, se solidariza. Esto hizo que encarara el documental con una profundidad que no sé si originariamente tenía”, dice el director. Luciana y Marina, sus otras dos nietas, fueron a ver la película y les gustó. Más tarde, Recalde se enteró por Julieta que a su padre –el hijo de Tangalanga– le había parecido una idea interesante que alguien saliera a buscar a los que estaban del otro lado del teléfono.

– ¿Cuáles son los llamados que más te gustan del maestro?

– La tarotista, conocida como la tía Esther. A ella la busqué cinco años, gracias al azar la encontré y pude cerrar finalmente el objetivo inicial de estas tres películas. Porque por ella en cierta forma empecé a hacerlas. Era la víctima que quería conocer.

– ¿Por qué creés que Tangalanga, más allá de su popularidad, sigue siendo un artista under?

– Porque sigue molestando. Porque su obra sigue cuestionando, desde el sótano, a un establishment académico que se empecina en creer que hay buenas y malas palabras. Fijate que cuando murió ni siquiera salió en la tapa de los diarios.

La obra completa de Tangalanga pasó del submundo del casete a Youtube, hasta los llamados inéditos hoy tienen libre circulación, con decenas de comentarios espectaculares, citas y hallazgos de los fanáticos. Lo curioso es que Tangalanga no ha podido desprenderse para el gran público de la mera imagen del tipo que hacía jodas por teléfono. Como si su legado fuese una obra menor. Al Doctor Tangalanga hay que pensarlo, analizarlo en su verdadera dimensión. Ya llegará el día que será redimido y ubicado en el Olimpo de los artistas geniales. El tiempo hará justicia. Tal vez esta saga de documentales sea el primer paso.

Foto: www.registrodocumental.com



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