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Interés general 17 de enero de 2017

Detrás de los mensajitos

El sistema Whatsapp alcanzó los 850 millones de usuarios activos y este año rompió el récord de mensajes enviados en un día. Argentina está entre los 10 países que más lo utilizan. Una foto sobre la potencia comercial y política de la plataforma de mensajería más exitosa del mundo.

por Agustín Marangoni

El 2017 amaneció con un récord: el sistema de mensajería Whatsapp movió durante el primer día del año 63.000 millones de mensajes, 7900 millones de fotos y 2400 millones de videos. Ante semejante caudal de información la plataforma se mantuvo estable. Cada uno de los 850 millones de usuarios activos de esta red pudo enviar y recibir sus saludos por el año nuevo, sin siquiera sospechar que cada letra sirvió para fortalecer la proyección comercial y política de una de las empresas más poderosas del mundo: Facebook.

Hace poco más de dos años, Facebook desembolsó 19 billones de dólares por Whatsapp. Google ya había intentado comprarla por 10 billones, pero la oferta fue rechazada. La gran pregunta es por qué vale tanto si brinda un servicio gratuito. Desde su nacimiento, en 2010, los fundadores –los ingenieros Jan Koum y Brian Acton– se comprometieron a respetar tres principios: nada de publicidad, nada de jueguitos, nada de trucos. Así avanzaron con una empresa que logró 400 millones de usuarios activos sin gastar un solo dólar en publicidad ni marketing. El servicio de mensajería puro fue la única bandera de promoción.

Cada mensaje que atraviesa el sistema es interceptado y analizado por un algoritmo, ya sean textos, fotos, videos o audios. La información recabada se cruza con la base de datos de Facebook para facilitarle una mayor expansión en la cantidad de usuarios y conocer al detalle el movimiento cotidiano de los usuarios. La estrategia fue un éxito: Facebook registra hoy 1790 millones de usuarios activos. Sólo en el último año sumó la misma cantidad de usuarios que tiene toda la plataforma Twitter. Los tres pilares satelitales de la empresa –Instagram, WhatsApp y Messenger– juegan un rol clave a largo plazo. Avanzan con pasos sólidos y se complementan orgánicamente con la lógica general de controlar la información que generan los usuarios.

La pregunta sobre la rentabilidad de Whatsapp encuentra respuesta en Wall Street. Facebook alcanza una cotización bursátil de 360.850 millones de dólares. Es la quinta compañía en el ranking global. Ya superó a monstruos como la petrolera Exxon Mobil, Johnson & Johnson y General Electric. Desde que ingresó a la bolsa, hace casi cinco años, su cotización se incrementó un 230%. Y hay más. Mark Zuckerberg, el ceo de la empresa, el sexto hombre más rico del mundo, a sus 31 años coquetea con la posibilidad de ser candidato a presidente de Estados Unidos. De ahí es que Facebook desarrolló modificaciones en su estructura social. Creó una nueva clase de acciones sin voto que le da a Zuckerberg la posibilidad de donar e invertir su fortuna sin relegar el control de su empresa. Es difícil de explicar por la complejidad técnica, pero, en pocas palabras, se diseñó un vacío legal para que este muchacho multimillonario pueda hacerse a un lado de la firma sin perder su paquete accionario. Escenario hipotético: Zuckerberg sería candidato a presidente de Estados Unidos con el dominio del aparato publicitario más potente, más específico y más global que se haya conocido. La información es poder. Está cada vez más claro.

El caudal de mensajes que circula por la autopista Whatsapp es un centro de operaciones para hacer seguimientos de todo tipo, especialmente en la franja de los usuarios preadolescentes, que no usa Facebook por una razón principal: sus padres. Los adultos están en Facebook y se mueven como peces en el agua. Sus hijos buscan privacidad para sus fotos, sus textos y sus videos. Whatsapp en un servicio transversal a todas las edades, incluso para los adultos mayores, que tampoco usan masivamente Facebook.

El contenido que los usuarios generan en Whatsapp tiene un tinte más íntimo y más serio que el de una red social abierta. Hay toneladas de material de valor dudoso, chistes y pavadas varias, por supuesto. Pero Whatsapp es hoy una herramienta de trabajo. Cuando la justicia de Brasil bloqueó a principios de 2016 el uso de Whatsapp durante 72 horas, cerca de 100 millones de personas tuvieron que buscar un método de comunicación alternativo. Esos tres días, en cifras de la Brookings Institution, le generó al país un estancamiento de 116 millones de dólares en su mercado interno. Y en el universo íntimo su peso específico también es sorprendente. En Italia, por ejemplo, en el 40% de los divorcios citan textos de WhatsApp como evidencia de infidelidad. Ya hay Estados que analizan la manera de utilizar la red para detectar circuitos de trabajo informal.

whatsapp_phone

El promedio mundial señala que los usuarios le dedican a WhatsApp unos 195 minutos semanales. Poco menos de media hora por día. Un cálculo rápido: se envían 63.000 millones de mensajes de texto por día y cada mensaje tiene un promedio de dos palabras. Son 126.000 millones de palabras que se escriben a diario. Lo que equivale a un millón de novelas de la extensión de Cien años de soledad. Si hay 800 millones de usuarios activos, cada usuario escribe el mismo caudal de texto que una novela larga cada dos años y medio. También al revés: un usuario lee, como mínimo, una novela larga de mensajitos cada dos años y medio.

La Argentina se ubica en el séptimo puesto entre los países con mayor actividad en Whatsapp. Está instalado y activo en el 84% de la flota nacional, unos 18 millones de móviles. De hecho, es un 15% más utilizado en los teléfonos que el propio Facebook. Según estudios recientes de la consultora Global Web Index, Whatsapp está cumpliendo la función de una red social a través del diseño de grupos. En lugar de armar una página o una cadena de mensajes, se diseña un grupo y se comparte información de todo tipo directamente ahí. El 68% de los usuarios argentinos participa al menos de un grupo activamente. El motivo, señalan los estudios, es la búsqueda de privacidad. Configurar un grupo privado en Facebook tiene su mínima complejidad. En Whatsapp es inmediato. Aunque la supuesta privacidad no es más que una ilusión. Todo lo que se comparte en la red de mensajería es requisado hasta el hueso y clasificado por algoritmos para uso comercial.

Whatsapp aniquiló a la tecnología sms. El próximo paso es presentarle batalla al servicio de llamadas por la red móvil. Todo gira alrededor del costo del servicio. Los sms se pagan. Whatsapp no y, además, el servicio es superior. Para las llamadas la situación es similar. En los países con mercados desarrollados que menos usan Whatsapp –caso Alemania, Estados Unidos e Inglaterra, entre otros– las empresas telefónicas ofrecen tarifas planas para hablar ilimitadamente. Es decir, en los países donde hablar es caro y poco eficiente, Whatsapp crece.

Las tendencias avanzan hacia lo micro. Antes las empresas armaban su página web. Hoy arman su página en Facebook. Los usuarios antes administraban su perfil en redes sociales. Hoy se abrazan en plataformas de mensajería. Parece que alguien privatizó lo privado. O lo privado fue siempre una ilusión. La discusión continúa y Facebook sigue sacando ventaja.

Foto 1: emprendices

Foto 2: 24horas



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