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La Ciudad 15 de diciembre de 2017

El sexto día: crisis de los que viven de la basura de todos

Los recicladores viven el conflicto de la basura de una manera más cruel y directa. Las sensaciones de los que defienden la basura como su única fuente de ingresos.

María y sus compañeros frente a la pava negra.

Por Fernando del Rio

Las manos negras de María se confunden con el tizne de la pava. Son casi iguales. A unas las tiñó la basura y a la otra el fuego. Cargada con agua, la pava reposa ahora sobre la parrilla y María aviva el fuego echando lo que encuentra cerca. Basura, claro. En definitiva, a las manos y a la pava las puso así la basura. Basura allá, basura acá.

“Acá afuera calentamos así la pava para el mate”, dice María con un siseo inevitable: sus dientes faltantes le reconfiguran la voz con la que da entrevistas y explica lo que se sufre seis días después de no poder reciclar.

El conflicto de la recolección de residuos tiene su drama allá, en el olvidado rincón rural de Mar del Plata donde una montaña fantástica se eleva sobre las tierras verdosas y sembradas. El predio de disposición final parece un sitio en cuarentena de una serie de internet al cual no se permite el acceso para evitar un contagio. O contagiar. La única diferencia es que la barricada es un montón de bolsas de residuos, cartones, repollos y varios perros merodeando. El sol acelera la fermentación frente al portal de ingreso a la calle que desemboca en el basurero.

Del otro lado, del de adentro, dos retroexcavadoras cruzadas y un móvil de la empresa Securitas completan el cuadro. Nadie tiene prohibido formalmente el ingreso, pero es como si lo tuvieran. “¿Qué vamos a ir a hacer allá adentro? Yo tengo mi rancho, pero si no entran los camiones y no descargan no me sirve de nada”, cuenta.

Los camiones son los que recolectan la basura en toda Mar del Plata y Batán. Cada día llegan en tres turnos para, luego de una serie de trámites casi desvanecidos por uso, tiran su contenido dentro del basurero. Luego son los recicladores, como María, los que se encargan de reducir y “limpiar”. Una vez que cargan sus bolsas con lo que consideran de valor, los recicladores las llevan hasta unas camionetas que pagan 200 pesos de flete. Otros tienen sus desvencijados vehículos al servicio del trabajo.

Con seis días sin basura descargada de manera normal -el conflicto, ayer superado, era que el municipio no pagaba la policía que debía operar para garantizar la seguridad de los camiones y de los recicladores-, el sistema de reciclaje se paraliza.

“Los políticos ni aparecen”

María cede a otros la responsabilidad de hacer el mate y aprovecha que llega un equipo de televisión para levantarse. “Los periodistas son los únicos que vienen acá y está bien, porque si no nadie se entera de lo que está pasando. Porque los políticos ni aparecen”, dice.

Chuky quiere intervenir. No aparenta un buen estado para el discurso. Tal vez sea su manera de hablar. Tal vez sea algo pasajero. Pero María lo hace callar igual. “Bueno, dejame hablar a mí”, lo reta.

Hugo es uno de los recicladores que explica con paciencia la situación y pide que no los olviden.

Hugo es uno de los recicladores que explica con paciencia la situación y pide que no los olviden.

Hugo, en cambio, detrás de sus anteojos también negros, es un reciclador informado. “Yo veo todos los noticieros y hace 20 años que trabajo acá y nunca vi esto así”, asegura mientras señala la basura tirada en el acceso.

El de gorrita y auriculares es el Pelado. Sigue sentado y jode a su mujer cuando la ve agarrar un cuaderno de la basura. “Miren eso, no se la pierdan”, se ríe y hace reír a los demás en el único momento distendido de este recorte breve, acaso impreciso, pero real del panorama que viven por estas horas los recicladores. A su lado, alguien sin nombre duerme un sueño profundo de ronquidos cavernosos. “Este no tiene problema, ¿eh..? Sacale foto”, dice el Pelado.

Dos camiones con contenedores llegan y vuelcan todo su contenido en donde se les ocurre a sus choferes. La calle que une el acceso al predio con el viejo camino a Miramar se ensancha y angosta en función de la basura en sus banquinas.

Dentro del predio se ve una bandada impactante de chimangos que se erigen como los amos del lugar. “Del otro lado tengo mi rancho. Más allá de los chimangos, digamos… Esto es todo un problema porque se viene Navidad y no creo que hagan a tiempo a limpiar todo este desastre. Y en Navidad siempre, con la gente de la iglesia, hacemos un asado, humilde ¿vio?, en mi casita”, se lamenta María que asegura tener una anécdota con el intendente Arroyo.

“Yo a Arroyo me lo crucé en el Tren Sanitario a donde me llevó mi maestra. Porque en la escuela 44 yo estudio para terminar la escuela. Pero como yo no veo bien para leer, la maestra me llevó al Tren Sanitario y ahí estaba Arroyo y le expliqué hace un tiempo los problemas que tenemos acá en el predio. Pero no me dio pelota”, recuerda con una angustia que angustia.

La crisis del sexto día no está en las calles que acumulan bolsas negras y verdes. Ahí tal vez sea un problema, no una crisis. Los recicladores no están ganando su dinero por un trabajo que Hugo se encarga de explicar: “La gente de la ciudad no lo sabe, pero el trabajo nuestro es importante. ¿Tenés idea la cantidad de basura que sacamos nosotros? Esto hubiera colapsado hace mucho si no fuera por los recicladores. Si vos le metés horas, podés ganarte 600, 700 pesos. Depende”, calcula.

María agrega que se puede llegar a 1.000 pesos en un día completo. “Yo ya no puedo, porque tengo mis manos viejas, bueno, en realidad, estoy vieja. Pero los más jóvenes pueden hacerlo”, describe.

También dicen que entre ellos el principal problema son los menores. “Nosotros les decimos a los padres que no los traigan, pero viste… te saltan mal y podés terminar con un problema”, cuenta Hugo.

El sol castiga duro y todos se reúnen en la ronda del mate, debajo de los árboles. “Mi mujer me vio triste ayer -confiesa Hugo- y me preguntó qué me pasaba. Le dije que no le veía una solución rápida. Porque acá está claro que el problema no es la policía. Hay otra cosa. No sé. Y si se arregla, sacar toda la basura que tapa la calle va a llevar un par de días más. Recién van a poder descargar y nosotros volver a ganar nuestra plata”.