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Policiales 12 de diciembre de 2017

El femicidio que sacude a Batán, un drama igual a otros tantos

Juan Torancio le aplicó más de 25 puñaladas a Cristina Fuentes en la puerta de una casa de Batán. La asesinó delante de la pequeña hija de la víctima. Una trama de vínculos y vecindad.

Juan Agustín Torancio.

Por Fernando del Rio

Cristina Graciela Fuentes recibió no menos de 25 puñaladas  podo después de salir a la parte delantera de la casa a ver quién gritaba desde la vereda. Había regresado hacía unos días a la vivienda de calle 103 y 124 del barrio El Colmenar, en Batán, muy cerca de la cárcel, después de un tiempo de permanecer separada del padre de su hija, y también de su hija. Fuentes había entendido que lo mejor era restablecer el vínculo y olvidar a Juan Torancio, el joven con el que había deslizado un ligero romance. Pero Torancio, desencajado y asesino, con una navaja en la mano, era el que gritaba. Habría de ser Torancio el que entre gritos e insultos se ensañara a navajazos con Fuentes hasta quitarle cavernícolamente su vida.

El crimen estremece a Batán y eleva a 7 la cifra de mujeres asesinadas en General Pueyrredon en lo que va  del 2017. De esos casos, cuatro configuran el delito de femicidio u homicidio agravado por la condición de género, mientras que los otros asumen otra figura penal por el contexto y la motivación que los produjeron.

Lo demencial del ataque lo evidenció el  hecho de que Fuentes se encontraba con su pequeña hija de 4 años. La menor fue testigo de la embestida de Torancio, y sus gritos, mezclados con los de su madre agonizante, alertaron a los vecinos. La policía llegó unos pocos minutos más tarde y detuvo al asesino en el mismo lugar, navaja en mano y todo ensangrentado.

“Es un caso de homicidio en flagrancia, prácticamente”, dijo la fiscal Andrea Gómez cuando se refirió a la forma en la que Torancio fue detenido por personal de la comisaría octava.

Por la tarde Torancio permaneció detenido en la comisaría octava de Batán sin emitir palabra alguna. Una venda se enroscaba en uno de los dedos lacerados por la misma navaja con la que acabó brutalmente con la vida de Fuentes.

La historia detrás de este femicidio en la serena Batán se inició hace 2 años podría afirmarse sin expectativas de precisión absoluta. Fue en aquel tiempo que Torancio y su familia se afincaron en la zona de Batán tras dejar Corrientes.

Para entonces Fuentes estaba en pareja y tenía a una pequeña hija con un hombre casi dos décadas mayor que ella y con el cual formaba una familia. Pero como suele ocurrir con cualquier vínculo, el desgaste aceleró ciertas diferencias y a principios de 2017 Fuentes decidió separarse.

En la misma cuadra de la calle 103 vivían algunos familiares de Torancio y los protagonistas de este drama tan replicado en distintas partes del país. Fuentes dejó su casa a medio construir y en esa ruptura perdió también el día a día con su pequeña hija, quien quedó al cuidado del padre.

Durante 9 meses, Fuentes forjó un romance con Torancio (apodado el “Melli” por su condición de mellizo, fanático hincha de Boca Juniors) pese a la oposición del padre de la pequeña. No parecía lo más conveniente que algunos allegados a Torancio vivieran en la calle 103, pero la mujer se sentía mejor y tenía el derecho a intentar un nuevo rumbo en su vida.

El tiempo, no obastante, supuso un desencantamiento de Fuentes y, según cuentan en El Colmenar, poco a poco comprendió que lo mejor era regresar con su hija y con su ex pareja.

Con la llegada de diciembre pareció también llegar el ánimo de la mujer para abandonar el romance con Torancio y reconstituir su vida familiar. Desavenencias económicas, tanto como las sentimentales, gravitaron para apurar el retorno, el que se produjo una semana atrás.

Torancio, sin antecedentes penales, con tendencia al trabajo salteado tanto por la oferta como por su idea de la vida, con incursiones en las changas de albañilería y en plantaciones de kiwi, no compartió la decisión de Fuentes. Con la arcaica postura de quien confunde los lazos afectivos con posesiones, Torancio no aceptó la pérdida y hasta pudo haber creído –ignorante él- que aquello era una ofensa a su hombría. Y actuó.

En la mañana de este martes tomó una navaja retráctil y caminó unos pocos metros hasta la casa en donde Fuentes se encontraba con su hija. El padre de la pequeña había ido ya al trabajo, a una obra en construcción en las antenas de la ruta 226, y eso Torancio lo sabía.

Primero llamó a los gritos desde el alambrado que perimetra el terreno hacia la vereda y Fuentes se asomó con su hija. Se encontraron a mitad de camino, entre la casa y el alambrado. Allí la discusión se hizo tan fuerte que algunos vecinos llamaron a la policía casi al mismo tiempo en que esa disputa verbal, esos insultos y esos reproches se transformaron en un embate a navajazos.

Las tres lesiones en las manos indican que Fuentes intentó defenderse pero no pudo hacer demasiado. A la espera del resultado de la autopsia, los que observaron el cadáver aseguran que tenía más de 20 lesiones en el pecho, algunas en la espalda y varias en el cuello.

Fuentes murió en pocos segundos, con su hija a unos metros y Torancio a un lado, bufando como un animal. Los vecinos se llevaron a la pequeña, la protegieron hasta donde pudieron, justo antes de la llegada de la policía.

El “Melli” Torancio soltó la navaja y se dejó atrapar por la policía, que lo llevó hasta una celda de la comisaría octava de Batán.

La fiscal Andrea Gómez dispuso distintas medidas para darle forma a un expediente que será más que nada un trámite. “Fue en flagrancia, así que la prueba no será tan necesaria porque acá está todo claro”, explicó.

El agravante de la condición de género se distingue sin discusiones en este caso, que reúne todas las características señaladas en el mismo código penal. Por casos como estos la sociedad se levantó tiempo atrás y creó conciencia. A Torancio probablemente le aguarde una pena perpetua.