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Opinión 15 de agosto de 2017

Es la posverdad, estúpido

Los resultados de las Paso demuestran, una vez más, que los medios repiten cifras, análisis y opiniones con el objetivo de impactar emocionalmente en los receptores. Ya no importa si la información es verdadera o no.

por Agustín Marangoni

Hay una palabrita de moda en el análisis de medios: posverdad. Este concepto tiene distintas definiciones, depende desde dónde se lea. Aplicado a los medios de comunicación, es el resultado de que una persona legitime cualquier información que encaja en su estructura emocional e ideológica, sin importar si esa información es verdadera o no. Ya no importan los hechos, importa que alguien crea que un hecho sucedió tal cual como lo está contando un medio.

Por ejemplo, una semana antes de las Paso, en las redes sociales circuló una colección de encuestas para provincia de Buenos Aires donde Cambiemos aparecía en tercer lugar y Cristina en el primero, a casi veinte puntos de Bullrich. El microclima kirchnerista compartió masivamente esos datos erróneos y los tomó como bandera de verdad.

Dos días antes de la veda, se viralizó un video donde María Eugenia Vidal se cruzó con el periodista Diego Brancatelli en un programa de televisión. Todo comenzó con una pregunta mal formulada. Brancatelli hizo una enumeración de promesas de campaña no cumplidas y después soltó una pregunta estéril. Vidal tomó sólo tres puntas de las diez que le regaló el periodista y se explayó con vehemencia. Aunque pudo elegir los temas que le quedaban más cómodos, sus declaraciones no fueron exactas. Dijo, en otras cosas, que las mineras, ahora sin retenciones, pagaron siete veces más que antes al Estado a través del impuesto a las ganancias. Lo cual es falso, el tema requiere un análisis complejo y no se puede explicar tan linealmente. El microclima de Cambiemos, de todos modos, tomó esos datos erróneos como bandera de verdad. El video en youtube tuvo 1,5 millones de reproducciones.

En Mar del Plata, el primero en hablar el domingo fue el intendente Carlos Arroyo. Desde el búnker de Cambiemos, a pocos metros de la ganadora de las Paso, dijo con total liviandad que los resultados que obtuvo Vilma Baragiola significan un respaldo absoluto a su gestión, porque se trabajó en equipo. La realidad es que Arroyo ya no tiene el apoyo de la gobernadora Vidal, ni de Macri, ni del radicalismo local. Ni siquiera lo invitaron al acto de cierre de campaña y no le permiten aparecer en las fotos, porque perdió todo su capital político, porque tiene la imagen negativa más alta de la provincia y porque cada vez que habla con los medios lastima a su propio partido. Hace un mes, dadas estas circunstancias, Arroyo le pidió la renuncia a Baragiola y hasta dijo que armaría un frente propio para las Paso. Sin embargo, después del conteo del domingo soltó esas declaraciones inverosímiles. Y si alguien lo escucha y le da valor, tal vez pueda rascar algo del fondo del tarro.

Una más. Durante la campaña, el presidente, Mauricio Macri, responsabilizó a Cristina Kirchner por la suba récord del dólar. Dijo que los mercados se inquietan “cuando amaga a volver el pasado”. Sin embargo, en la conferencia de prensa que dio junto a Marcos Peña, cuando recién comenzaba el recuento de votos, le preguntaron si el dólar iba a bajar, dado que en ese momento la tendencia anunciaba que Bullrich estaba primero por cuatro puntos. Macri respondió que el dólar no iba a bajar tanto porque ellos quieren una Argentina competitiva en el mercado exportador. Efectivamente, al día siguiente sólo bajó 45 centavos de los casi 2 pesos que subió en el último mes y diez días. Es claro, fue una devaluación controlada que discursivamente se podía capitalizar en campaña con una crítica a la candidata opositora que más medía.

En resumen: cada cual cree lo que quiere creer.

El problema de elevar mentiras como verdades es que esas mentiras legitimadas inciden en la construcción de la realidad. Algo que se cree verdad puede torcer el rumbo de una decisión. La realidad es una suma caótica de voluntades, una forma de ver las cosas. Por eso los medios de comunicación –con un esmero pocas veces visto en la historia del periodismo– se esfuerzan por diseñar titulares que consoliden posturas ya asumidas pero que al mismo tiempo interpelen a quienes están en la vereda de enfrente. Los que están dispuestos a creer son los clientes más fieles. El que suma más, gana. Los medios están en el medio, entre los hechos y los receptores. Sin medios no hay hechos. Tampoco verdades. Perón solía decir: La única verdad es la realidad. En este siglo, sería más correcto dar vuelta la ecuación: La única realidad es la posverdad.

El domingo bien tarde comenzó el camino hacia octubre. Paradojas de la vida, las dos fuerzas mayoritarias sacaron las misma cantidad de votos en provincia de Buenos Aires. El empate técnico entre Cristina y Bullrich confluye en dos hilos delgadísimos: dos esquemas ideológicos, fácticos y emocionales para leer las necesidades de la sociedad. Ahora todo depende de la astucia para seguir instalando verdades. Bienvenidos al show.