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Cultura 27 de marzo de 2017

“Esta lengua que se ve en Montalbano tiene mucho del dialecto siciliano”

Casi ciego, el escritor italiano Andrea Camilleri cuenta cómo vive que su famoso personaje haya llegado a la televisión. Con su colección de relatos, "Muerte en mar abierto", habla del Papa, de la mafia, del matriarcado en Sicilia y de la religión.

En medio del éxito rotundo que disparó en la televisión italiana la emisión de nuevos capítulos de las andanzas de Salvo Montalbano, el creador del comisario más famoso de Sicilia, Andrea Camilleri, recibió a Télam en su casa de Roma (Italia) y reconoció su “relación de amor-odio” con el personaje, reveló las ganas que a menudo tiene “de terminarlo” y dio pistas sobre el final de la serie “que está escrito hace más de diez años esperando a ser publicado”, y que llevará de título “Riccardino“.

Con 91 años y prácticamente ciego por un glaucoma que lo afecta hace tiempo, Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925) se prepara para pasar la Pascua en su tierra natal. Hace dos años que no pisa suelo siciliano y añora dar un paseo por el muelle y respirar “su” mar.

Para la misma época está previsto que se publique en Italia “La rete di protezione”, una nueva entrega de la serie nacida en 1994 con “La forma del agua” y de la que en la Argentina se publica en estos días la colección de relatos “Muerte en mar abierto” (Salamandra).

Tras una vida como guionista y dedicado al mundo de la televisión y el teatro, Camilleri inició la serie del comisario Montalbano con 69 años. A la actualidad, van más de 25 libros dedicados al personaje. El último publicado en Italia, “L’altro capo di filo” (Sellerio, 2016), fue un doble suceso: se trató de su libro número 100. Sí, 100. Y el primero en el que, ya imposibilitado de distinguir más que formas, debió escribir dictándole a Valentina, su asistente desde hace más de quince años.

– ¿Cómo vive el éxito que está teniendo la serie de Montalbano que emite la RAI? Los dos episodios nuevos llegaron al 49% de share, con más de diez millones de espectadores cada uno.

– Lo vivo un poco asustado. Que una ficción tenga un público igual al del festival de San Remo, 10 millones de personas… asusta. Pero lo que me ha asustado de verdad es que, según la RAI, en 18 años de transmisión, desde el primero en 1999, han superado los 1.000 millones de televidentes, en un país de 60 millones de habitantes. La gente lo ve, lo vuelve a ver, una y otra vez, por generaciones. Es terrorífico.

– ¿Ya se volvió autónomo Montalbano?

– Sí. Mire, a menudo pongo en su boca algunas cosas de mis ideas políticas. Y hay lectores que me han escrito diciéndome que “no tengo derecho” a ponerle mis ideas políticas porque es, dicen ellos, “de todos nosotros”.

– Y eso que en cada una de las obras es infaltable el aviso en el que se advierte que se trata de una ficción…

– Estoy obligado a poner que es una advertencia porque tantas personas se identifican… Me llaman y me dicen “usted está hablando de mi tío”… ¡Y yo no sé quiénes son! La serie Montalbano está ambientada en Sicilia, no voy a usar nombres franceses o alemanes. Pero pongo esto para evitar problemas… si alguna de las historias que relato pasa de verdad, trato de aclararlo también.

– En la ficción Montalbano cumple 67 años, ¿se acerca el final?

– El final lo tengo ya escrito, hace casi doce años. Pero es un final sin derramamiento de sangre. Tampoco se jubila: es lo máximo que puedo decir. Nació de un encuentro en París con Jean Claude Izzo, un escritor francés que murió muy joven, y Manuel Vázquez Montalbán… hablábamos de cómo terminaríamos nuestros personajes. Izzo habló de que lo iba a hacer herir gravemente; Manolo contó una historia complicadísima.

Cuando me tocaba a mí justo sonó el teléfono, atendí y cuando volví ya estaban hablando de otra cosa. Pero por suerte, porque ellos dos murieron y yo quedé. Así que razonando sobre esto me vino a la cabeza una forma verdaderamente original de terminarlo. Cuando sienta que no puedo escribir más de Montalbano porque me enojé o llegué al límite de edad o al Alzheimer, ahí llamo al editor y le digo “publíquenlo, buenas noches”.

– ¿En estos años nunca tuvo la tentación de cambiar ese final?

– No. Tuve la tentación de terminar con Montalbano, sí, y a menudo. Un personaje de tal suceso es claro que termina condicionando también las otras cosas que escribo. Creo haber escrito otras cosas más importantes… pero el tema es Montalbano. Cada tanto le digo ‘vos sos un chantajista’. Porque cuando sale un nuevo episodio del comisario, los libros que no son de Montalbano se venden más. Ayuda a toda la obra. Y por lo tanto tengo una relación con él de amor y odio.

– Un amor que empezó tardío en su vida…

– Sí, “La forma del agua” es de 1994, cuando tenía 69 años. Siempre traté de experimentar escribir en italiano, digamos, y publiqué diversas novelas. Pero mi forma verdadera de escribir es esta lengua que se ve en Montalbano, que tiene mucho del dialecto siciliano y de un italiano un poco bastardo.

– ¿Y cómo se lleva con las traducciones? ¿Es como se dice en Italia, “Traduttore/Tradittore”?

– Muy a menudo la traducción española simplifica el lenguaje, pero quizás por imposibilidad de traducir, porque algunas cosas que escribo son francamente de difícil traducción. Pero algo debe tener igual.., ha tenido éxito en el exterior. Para algunos idiomas es un problema, para otros ni me preocupa. Pero cuando me traducen en chino o en japonés, no debo hacer más que encomendarme a Dios y a la seriedad del traductor.

– Para muchos lectores, Montalbano es además su primer contacto con Sicilia…

– Es la Sicilia que tengo en el fondo de la memoria la que aparece, no la verdadera Sicilia de hoy. Asume en mis recuerdos formas más delicadas de las que tiene realmente. Es todo un juego de memoria…

– ¿Y es traicionera la memoria?

– Sí, claro que es traidora… ¡aunque un poco menos que los traductores!

– Las mujeres tienen un rol fuerte en las historias de Montalbano. ¿Qué significan para él?

– Ningún hombre siciliano admitirá una realidad, y es que en Sicilia rige el matriarcado. Las mujeres sicilianas sugieren al marido todo lo que debe hacer… mi abuelo era un gran propietario de tierras, yo era un niño, me gustaba dormir en su habitación y a veces lo sentía que le decía a mi abuela: ‘Elvi, Elvi, mañana debo hacer tal cosa. ¿Cómo debo hacerlo?’. Es decir, buscaba razonar con su mujer sobre la técnica, la estrategia, para usar en esos temas y hacía lo que ella le decía. Esto es una cosa más difundida de lo que se piensa. La mujer no es sólo la mujer, es amante, madre, compañera, cómplice.

– ¿Y para usted qué significan las mujeres?

– Yo estoy por cumplir el 28 de abril 60 años de casado, soy una raza en vías de extinción. (Se refiere a Rosetta Dello Siesto, con quien tuvo tres hijas). Creo que el 99% de esto es mérito de mi mujer, de su infinita paciencia. Incluso tiene una técnica infalible: cuando era más joven me enojaba seguido. Y ella no me decía ‘estás equivocado’, sino que me decía ‘tenés razón’… y después de media hora me decía “pero si reflexionas bien…”. ¡Y después de una hora capaz que iba yo a pedirle perdón y le daba la razón a ella!

– ¿Y qué es la felicidad para Camilleri?

– Saber contentarse con lo que se tiene. Siempre me contenté con lo que tuve, y hubo momentos en los que no tenía una lira, y no era infeliz por esto. Me contentaba con lo poco que tenía. Y mi mujer siempre tuvo el mismo modo de pensar. El dinero, si está, bien; si no está, paciencia. Lo importante es el hecho de compartir la vida juntos como se presenta. Esta filosofía práctica nos ha permitido llegar pacíficamente a ser bisabuelos en 60 años de matrimonio.

“El Papa, la única persona que tiene la cabeza bien puesta”

El primer libro que publicó Andrea Camilleri fue en 1959. En esa obra, “I teatri stabili in Italia (1898-1918)”, aparecen varias referencias a la Argentina, y luego el escritor visitó el país en épocas de Raúl Alfonsín para presentar un espectáculo en el Teatro Cervantes. De aquel viaje recuerda con simpatía cómo “allá son todos hijos de italianos, o casi”.

Este año, de alguna forma, volverá: está confirmada la ceremonia para el segundo semestre en la embajada argentina en Roma en la que la Società Italia Argentina (SIA), que dirige el italiano Giorgio De Lorenzi para estrechar los lazos bilaterales, le entregará su tradicional distinción destacando el aporte del creador de Montalbano a la difusión de la cultura italiana en la Argentina.

Contento con la distinción, en la entrevista con Télam en su casa de Roma, el escritor siciliano se declaró “no creyente”, con cierta “envidia” hacia los que creen pero destacó igual la figura del papa Francisco: “Es la única persona con la cabeza bien puesta”.

– Varios temas que usted menciona en los libros de Montalbano, como la cuestión migratoria, aparecen a menudo en el discurso del Papa. ¿Qué opinión tiene un hombre de izquierda como usted del pontífice?

– No soy creyente. Respeto mucho, lo digo con toda sinceridad, a todos los que creen. Y un poquito los envidio. Ahora bien, hace unas semanas, la CGIL (Confederazione Generale Italiana del Lavoro) me pidió que escribiera unas líneas sobre el referéndum por el tema del trabajo. Y escribí sobre cómo la pérdida del trabajo es una ofensa a la dignidad del hombre… y ayer (por el miércoles 15 de marzo), con gran placer, escuché al Papa usar las mismas palabras. ¡Pensé que me había plagiado! Pobre Papa, es la única persona en este momento que tiene la cabeza bien puesta. Es un papa jesuita, y los jesuitas tienen una larga tradición, especialmente en América Latina, ¿no? Es un hombre coherente.

– ¿Hace cuánto que no va a Sicilia?

– Hace dos años. Cruzo los dedos ahora porque voy a ir pronto, y soy muy supersticioso. Quisiera ir el 12 e abril, pasar allá la Pascua y volver luego. Estar en Porto Empedocle, hacer un paseo por el muelle, respirar el aire de mi puerto. Cada vez que voy allí estoy bien.

– Vigata, la ciudad donde se desarrolla la serie de Montalbano, es una suerte de alter-ego de Porto Empedocle. ¿Es el comisario un alter ego suyo?

– El tiene más de mi papá que de mí, que no tiene nada. Esto lo descubrió mi mujer. Una cierta manera de tratar a las personas, la lealtad, las bromas. Viví mucho en el campo, y también recuerdo por ejemplo el sentido que tenía mi padre por la comida y los alimentos. Igual que Montalbano.

– En “Muerte en mar abierto”, el libro que se publica estos días en la Argentina, aparece un joven Montalbano, muy activo contra las mafias, un grupo que no suele ser muy representado en sus libros.

– Yo no quiero que en mis libros la mafia tenga mucha importancia porque bien o mal se termina dándole espacio, haciéndolos nobles, haciendo olvidar lo que son. En “El Padrino”, la maravillosa interpretación de Marlon Brando hace que se vuelva un personaje simpático, y era alguien que ordenaba asesinatos. Para hablar de la mafia hace falta andar con pies de plomo. El único libro que encontré capaz de hablar de la mafia sin hacerlos héroe es “Gomorra” (por el libro de Roberto Saviano).