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Opinión 22 de octubre de 2016

Femicidio y drogas

por Juan Alberto Yaria

“El dealer le confesó que hacía siete años que vendía porros y pidió que le presentara amigas de la escuela que le compraran droga” (Declaración de la amiga de Lucía Pérez- Mar del Plata)

Los que trabajamos con adolescentes mujeres sabemos los dramas que suceden cuando se confrontan con la necesidad de consumir. El “dealer” explota muchos aspectos de la vida de estas chicas; las utiliza sexualmente e incluso la joven puede ofrecer sexo para conseguir drogas. Sobre esto se sostienen, hoy también, la trata de mujeres, el manejo de prostíbulos con el “cebo” de las drogas, etc. Es una cara de la alienación a la que conduce el consumo. Lo ocurrido con Lucía Pérez en Mar del Plata no puede solo leerse bajo la mirada de la llamada “teoría de género” sino dentro de un gran inermidad que tienen los jóvenes ante el consumo de drogas y las mafias de la distribución en este momento.

En los fines de semana en las llamadas fiestas electrónica se utilizan drogas que alteran la personalidad y el funcionamiento cerebral. Muchas de estas situaciones culminan en la guardia de emergencias. Ketamina (droga usada en veterinaria que divide la personalidad), cocaína, éxtasis y alucinógenos son utilizadas.

Conocí a Susana con sus 14 años en una circunstancia traumática ya que culminó en una de estas fiestas golpeada y violada por varios. Hace 5 años la conocí. Ella ya consumía drogas. Fue utilizada por un grupo perverso y en horas estaba súper- estimulada con lo que hoy en el mundo se llaman las “drogas de club” (Instituto Nacional de Drogas USA) que son un grupo farmacológicamente heterogéneo de compuestos psicoactivos que tienden a facilitar el abuso a adolescentes y adultos jóvenes en los clubes nocturnos, bares, fiestas “rave”, electrónicas o en el contexto de la música “trance”.

El gamma hidroxibutirato (GHB), el rohynol y la ketamina son algunas de las drogas de este grupo; también lo son la MDMA (éxtasis) y la metanfetamina.

La ketamina (anestésico usado en veterinaria) es muy usado y es un agente químico que en lo humano funciona como un disociador de la personalidad. Nos dividimos en dos en donde uno observa lo que hace el otro que soy yo mismo pero sin ninguna capacidad de decisión para frenar la acción y así me convierto en “objeto” para el otro. Los otros dos GHB y Rohypnol (sazonados con alcohol y cocaína) tienen también un efecto disociador.

Susana fue violada por 6 personas en un frenesí de bestialidad en donde en ellos las drogas habían anestesiado el registro típico de lo humano que es la empatía (ponerse en el lugar del otro) y la conciencia moral del daño y la reparación.

Durante meses estuvo aislada en la comunidad terapéutica y vivió fuera de la pesadilla. Poco a poco empezó a hacer una catarsis (descarga) de su situación, buscó consuelo (darle suelo al dolor) y a llorar lo sucedido. Cuando empezó a despertar de su pesadilla nos decía: “¿Cómo pude estar en esto?”; pudo así seguir con la ayuda de sus padres y rediseñar un proyecto de vida. Hoy es mamá. Lo traumático y violatorio si hay una continencia adecuada puede superarse y por supuesto aceptando la renuncia a seguir consumiendo. Susana hizo todo esto. Cuidemos a nuestros hijos en estos momentos de desarrollo críticos como es la adolescencia.

Hoy la adolescencia necesita un particular cuidado máxime cuando el marketing de las drogas se ha apoderado del “mercado cautivo” de los jóvenes con instrumentos típicos de hoy (Twitter, páginas de propaganda por web, Facebook) y por la fuerza de siempre del grupo de pares mucho más importante en esta época que los padres.

Hoy los distribuidores y “dealers” o punteros barriales son muchos de ellos consumidores y ligados a múltiples negocios de esta Argentina “caída” (venta al menudeo, explotación de prostíbulos, trata de mujeres, violencia sádica por la propia patología psicopática y los daños cerebrales que tienen estos delincuentes, violaciones grupales, etc.).

Las drogas “animalizan” a los sujetos y lo sumergen en los crímenes más abyectos. Solo apelar a la teoría de género como manifiesto que muestra al “macho explotador” contra la mujer desconoce el complejo problema social en que estamos y niega el fenómeno de las drogas en nuestras ciudades y las múltiples explotaciones que ésta tiene.

El que mapea un territorio para la venta y su posterior distribución, lucra y no sólo económicamente sino que también explota sexualmente, como sucedió con Lucía Pérez en Mar del Plata y es en sí mismo una personalidad de tipo psicopática y mucho más psicopática si consume drogas. Pasaban en un “autito azul” por la Escuela Media marplatense o en unas “motitos” en el conurbano o en alguna esquina de la Capital. Dos dealers le proveyeron droga a la menor en la puerta de su escuela el día previo y el sábado habrían consumado el estremecedor homicidio. En varios sitios de la Argentina también mueren varones por lucha entre “dealers” o cuando se va a comprar drogas.

Territorio mapeado y controlado con una población juvenil “anémica” de valores, abandonado por el mundo adulto que, así, asiste al entierro anticipado de sus hijos.

El psicópata sortea normas, cosifica personas, no tiene sentimientos de culpa ni remordimientos, usa la crueldad permanentemente y no tiene empatía o sea registro del otro ya que cosifica a las personas. Habitualmente hoy consumen mucha cocaína, marihuana y variados alcoholes con los que se “defrontalizan” (se altera el funcionamiento de los sectores cerebrales responsables de las conductas éticas y de pensamiento) rápidamente y con ello todo es posible. La Ley no existe.

Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Las adicciones nos muestran los múltiples repliegues que en la vida los seres humanos podemos llegar a tener. Ya R. Stevenson (él mismo adicto a la cocaína) en su célebre Dr. Jekyll y Mr. Hyde mostraba con precisión como convivían en una sola persona dos personalidades. En el personaje convivían el amante de la ley y el bestial.

Después supimos que R. Stevenson se estaba describiendo a si mismo porque era un consumidor de todo tipo de drogas y especialmente cocaína.  El libro es conocido porque muestra una representación vívida de un trastorno psiquiátrico que hace que una misma persona tenga dos o más identidades o personalidades con características opuestas entre sí. En psiquiatría, esto hace referencia al trastorno disociativo de la identidad (anteriormente conocido como trastorno de personalidad múltiple).

El consumo de drogas amplía esta disociación; hay un conflicto entre dos impulsos que pugnan dentro del sujeto sin que en muchos casos él no tenga consciente esa lucha: una teniendo en cuenta la realidad y la otra renegando de ella y siguiendo los deseos más arcaicos e incluso autodestructivos. Ojalá se puedan hacer marchas para fomentar la tarea que realizan las autoridades por la prevención de drogas .Esto nos falta.

(*): Director general de Gradiva-Rehabilitación en adicciones