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Opinión 26 de noviembre de 2016

Fidel Castro, la revolución perpetua

por Raquel Pozzi

La desaparición física del líder revolucionario cubano ícono de la Guerra fría latinoamericana con proyección mundial obliga a repensar las transformaciones históricas que Castro protagonizó específicamente en América y en la relación con los dos bloques mundiales: El capitalismo de Estados Unidos y el comunismo de la URSS. Fidel Castro fundó su liderazgo en dos etapas: la primera bienaventurada para los Estados Unidos cuando destierra a Fulgencio Batista quien había tomado el poder a través del Golpe de Estado a Carlos Socarrás en 1952.

Fulgencio Batista gobernó enriqueciendo a un sector de la sociedad que cooptaba el poder político y económico de Cuba a través de la oligarquía terrateniente y fomentaba la corrupción que comenzaba a corroer el sistema político de Batista generando cierto escozor en los intereses económicos norteamericanos en la Isla. Fidel Castro fue la solución primaria y necesaria para los Estados Unidos, desde muy joven lideró un grupo de “hombres nuevos” alentó las utopías ideológicas conformando la “Generación del Centenario” en 1953 conmemorando el nacimiento (28/1/1853) de José Martí (creador del Partido Revolucionario Cubano) el comandante aseguraba “si salimos, llegamos; si llegamos, entramos; si entramos, triunfamos” proclamando la necesidad de ingresar a la Habana y reescribir la historia de una Cuba expoliada por los zarpazos imperialistas.

Fidel Castro fue alentado por la omisión inicial del presidente norteamericano Dwight Eisenhower quien confió en el sentido “humanista” de la revolución plasmado en el discurso de abril de l959 cuando Castro visitaba Estados Unidos. Pero Eisenhower no previó que el Movimiento 26 de Julio creado en 1953 subsumido bajo metas humanistas se nutría de ideologías nacionalistas y antiimperialistas.

La segunda etapa consolida el liderazgo del comandante de la revolución durante la invasión norteamericana en Bahía de Cochinos convirtiéndose en el escenario de la ruptura del idilio nostálgico con J. F. Kennedy. A Estados Unidos le convino “dejar hacer” a los revolucionarios para luego invadir, subestimando la fuerza operativa militar de un grupo de jóvenes sin considerar que los mismos estaban respaldados por las milicias rebeldes reforzadas por peones rurales; obreros y campesinos. La revolución de “contragolpe” reforzó de manera contundente el liderazgo de Fidel Castro.

La revolución perpetua

Para los cubanos de los años 60 Fidel Castro fue el gran líder que refundó la Nueva Cuba, jóvenes de dicha generación escoltaban a los revolucionarios llamados “los barbudos” agitando las banderas de la moralidad y la dignidad pregonadas por Fidel Castro, El Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Juan Almeida. Sin embargo el ímpetu de los rebeldes juveniles, inmortalizados por el colectivo social, presentía que el ingreso a la Habana no significaría la victoria eterna. Es impensado soslayar que la revolución cubana generó el giro copernicano en Latinoamérica, desde Guatemala de Jacobo Arbenz hasta la asunción de Salvador Allende en Chile, la revolución significó el despertar de los pueblos subyugados y oprimidos.

En el alegato de autodefensa después del frustrado asalto al Cuartel Moncada en 1953 Castro expresó la frase que hasta la actualidad es citada por aquellos que emulan el reinado del cambio radical de cualquier movimiento heterodoxo en América Latina: “la historia me absolverá”.

La muerte de Fidel Castro deja legados que las generaciones de los 60 y 70 añorarán: por el activismo revolucionario, por el ideal de una construcción social nueva contra la hostilidad militar y económica de Estados Unidos, contra los invasiones, contra el bloqueo norteamericano, contra los innumerables atentados que debió soportar y contra el cimbronazo que significó el colapso de la URSS, su infalible aliado. Pero la muerte de Fidel Castro también deja herencias que la revolución cubana no honró: la libertad de expresión; la libertad de tránsito de personas; la represión; las torturas y muerte de opositores políticos y el peor patrimonio…el ostracismo de numerosos cubanos que vieron coartadas sus libertades.

La muerte de Fidel Castro elevará la figura del revolucionario al lado de los mitos de la historia dejando como patrimonio cultural latinoamericano la idea de “revolución perpetua” detrás de los gritos de “libertad o muerte” y “Hasta la victoria siempre” comandante Fidel Castro.



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