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Opinión 26 de marzo de 2017

Gracias a Bonafini y los K, Macri sigue polarizando

Por Hugo E. Grimaldi

Más que salir a cruzar los muchos duros conceptos que recibió en su contra en la semana, el gobierno de Mauricio Macri respira, ya que acaba de superar, dentro de sus previsiones, dos de los tres hechos que tanto le preocupaban: la impresionante marcha federal de los docentes y el multitudinario recuerdo del 24 de marzo de 1976. Le queda como tercer ítem el combo gremial, la huelga de las dos CTA para el día 30, el paro general del 6 de abril y las movilizaciones y piquetes que pudiera organizar la izquierda este último día.

Tras las dos concentraciones ya pasadas, en las que la memoria y la semántica fueron dos de las protagonistas centrales, otra vez el corto y el largo plazo quedaron envueltos en las discusiones, más allá del bastardeo de ideales o de las necesidades concretas de la sociedad en su conjunto. ¿Qué es más importante, la recordación fija del 24 de marzo o la defensa del número de desaparecidos, por más polémico que todo esto fuera o dar un apoyo político al kirchnerismo? ¿Qué es prioritario, el sueldo de los maestros de hoy o pensar sin mayores pérdidas de tiempo en una escuela diferente?

Y mientras, desde el lado de las palabras, tanto Mauricio Macri (“caer en la escuela pública”) como Hebe de Bonafini (“basta de ser democráticos para ser buenitos”) mostraban la hilacha, el papa Francisco definía no sólo que “el populismo florece por el egoísmo”, sino que “su antídoto es la solidaridad”. El país se asemeja a un revoltijo en el que los ingredientes se mezclan sin ton ni son y donde, mientras tanto, hay muchísima gente que sufre exclusión no sólo social, sino de pensamiento.

Sin menoscabar la necesidad palpable de muchos ciudadanos de seguir corriendo detrás de la zanahoria para no caer en el pozo de la miseria, vieja historia del país de las frustraciones, saber quiénes son los egoístas en este largo capítulo de la Argentina de hoy y quiénes son los solidarios debería ser el desvelo de la gente. Mirar un poco todos estos factores podría ser un buen ejercicio para comenzar a tomar partido en el año electoral y nada mejor que buscar el centro de la calzada para intentar un análisis que no debería excluir lo económico, ya que las elecciones casi siempre se resuelven por ese lado.

Si para empezar a descartar se visualizan primero los extremos surge que es verdad que el gorilaje culpará siempre al peronismo por considerarlo factor principal de todos los males que aquejan al país, especialmente su arraigo cultural. En esa línea están enrolados quienes le piden al Presidente que haga “el ajuste”, a través de un shock que equilibre las cuentas fiscales de una vez. Nada para ellos es suficiente y cuentan con antecedentes, valederos, ya que otros países hicieron algo así y luego del “mientras tanto” les fue mejor. El problema para el Gobierno es quién se hace políticamente cargo de ese “mientras tanto” y fue por eso que consideró el shock inviable y actuó por el lado del gradualismo, aún a costa de extender el sufrimiento.

“Macri go home”

Pese a este lógico reparo de Cambiemos, paradójicamente desde el otro lado, los antimacristas acusan al Gobierno de estar haciendo un “ajuste salvaje” y le dicen neoliberal, antipopular o lo catalogan como “dictadura”, tal como se leyó desde el palco de la Memoria el pasado viernes. El “Macri go home” o “los 30 mil no se discuten” marcan efectivamente el odio que destilan muchos hacia el Gobierno, pese a la notoria división de los organismos de derechos humanos y también la de los partidos que adhirieron, ya que la izquierda hizo una suerte de rancho aparte para no quedar pegado al kirchnerismo.

Por más que el Papa habló hacia Europa y lógicamente no hizo mención a la Argentina, el “egoísmo populista” del que él habla es que se cumpla una sola voluntad, la imposición de las ideas de los unos sobre los otros y el creerse dueño de la verdad. Bonafini sería entonces la representación más extremista de ese costado, ya que negar la democracia es el “summun” del egoísmo.

También en la semana, la titular de Madres le había pegado, como para que tenga, a Estela de Carlotto a quien acusó de “traición” por negociar partidas de alimentos con María Eugenia Vidal a la que, a su vez, tildó de “asesina”. Cuando la presidenta de Abuelas planteó que “cuando el pueblo vota y elige, el respeto tiene que ser absoluto, nos guste o no guste” y pidió tener “conciencia democrática y no fanatismo” surgió la desafortunada frase sobre la democracia.

A Bonafini no se la puede definir ya como políticamente incorrecta, porque a esta altura de su vida resolvió tirar por la borda todos sus ejemplares méritos en defensa de los derechos humanos y embanderarse a favor de Cristina Fernández. “Somos una organización política del kirchnerismo” ha dicho con mayor sinceridad que muchos dirigentes gremiales que aún se escudan en sus 1sindicatos, pero que juegan posturas políticas a diario.
Si ella señala, como tantas veces durante estos últimos días, “no podemos no insultar” porque “desde que entró al poder dije que
Macri es un dictador, un reverendo hijo del mil p…” o “si nos sacan de la plaza, les vuelo la Casa de Gobierno”, muchos que la miran con respeto y auténtico cariño dicen “son cosas de Hebe” aunque, por su trayectoria, da más para la compasión que para el jolgorio. Igualmente, pese a que la dirigente está jugando una postura de extremos para hacerse notar por sus exabruptos, es probable que su misión consista en lavar algunos cerebros para que ningún militante borre sus convicciones.

El 24 de marzo y Aprender

La sicología, que establece que la memoria es netamente individual, admite que aquella que tiene raíz histórica pueda construirse sobre la base de la memoria colectiva y aunque se cree que lo conveniente sería esperar a que la generación que padeció la situación ya no esté, no es inusual que se busque permear las memorias individuales con discursos sociales. Al decir del Papa, eso tampoco es solidario, sino manipulación.
Más allá de la cuestión partidaria, esto mismo es lo que estaría tratando de imponer Hebe y todos aquellos quienes piensan que el actual gobierno busca vaciar de sentido la recordación del 24 de marzo, cuyo pico fue cuando a Macri se le ocurrió sacarla como fecha fija y dejarla como feriado móvil. Este fue uno de los muchos problemas autogenerados del Gobierno que, seguramente, le agregó unos cuantos miles de personas a la movilización de este año.

Luego, se volvió para atrás, aunque esa movida generó un muy nutrido y necesario debate sobre los cientos de muertos ejecutados por la guerrilla en pleno período democrático y cómo esa situación fue el desencadenante del golpe militar, tema que las organizaciones de derechos humanos no quieren discutir, a partir de un negacionismo similar al que le endilgan a las actuales autoridades en cuanto al número de desaparecidos.

Más allá de los palos que recibió Macri por este tema, en todo caso una cuestión subjetiva de los más radicalizados por izquierda, están las críticas de su blooper discursivo a la hora de presentar los resultados de la Prueba Aprender que analizó los conocimientos en Matemáticas, Lengua, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales de alumnos de los últimos cursos primarios y secundarios que concurren a 39 mil escuelas públicas y privadas de todo el país. Las evaluaciones no sólo permitieron verificar “un nivel crítico y extremadamente bajo en lengua y matemáticas en los alumnos secundarios”, sino también una significativa “brecha” entre quienes cursan en establecimientos privados respecto de los públicos.

Hace muchos años era muy normal en las casas decir como advertencia “que no tengas que caer nunca en un hospital”, porque la atención de entonces era muy primitiva, pero que un Presidente lo señale tan livianamente con respecto a las escuelas de gestión estatal sin apoyarse, como hubiese sido lógico, en los mismos catastróficos números que estaba presentando, muestra que el paso por la mesa de Mirtha Legrand lo dejó en situación de vulnerabilidad semántica.

Los traspiés presidenciales suceden justo cuando el Gobierno acaba de dar marcha atrás con la tozudez de un año y algo de gestión de sostener que sólo las redes sociales eran efectivas a la hora de comunicar actos de gobierno. Así, armó cuatro spots televisivos sobre obras de infraestructura (cloacas, agua potable, rutas y aeropuertos) sin otro audio que el ruido de los trabajos, que pautó en las emisiones del fútbol de la Selección, cambio que motivó muchas críticas, justamente desde el mundo digital.

Sacudir al kirchnerismo

En esta tarea de comunicar con mayor enjundia, tal como esta columna lo había adelantado la semana anterior, el Gobierno aprovechó la presencia de Marcos Peña ante el Congreso para sacudir al kirchnerismo. Si bien el informe tiene rango constitucional desde hace años pasó a ser algo poco efectivo debido a las múltiples chicanas que se suceden. A tono con los nuevos tiempos de cuchillo entre los dientes, esta vez se vio a un Jefe de Gabinete más combativo en su tono y discurso: “No mientan más, no se animan a discutir el desastre que nos dejaron en la provincia de Buenos Aires. Háganse cargo”, le devolvió la pelota al ex ministro Axel Kicillof quien, como hace siempre el kirchnerismo, se olvidó que fue gobierno durante doce años.

La referencia de Peña tenía que ver con los salarios docentes, un tema donde otra vez el oficialismo se ha dejado ganar la cuerda por los gremios opositores. Sin entrar a mencionar la pelea por el año 2016, se ha instalado con que se retribuirá a los maestros con 18 por ciento y esto no es así, ya que si la inflación es de 30 por ciento, el aumento será de 30. El Gobierno no se anima a ser tan claro, pero el procedimiento de la “cláusula gatillo” ya lo han adoptado los bancarios y esta última semana los mercantiles.

Justamente, lo salarial, los precios y la recuperación económica será, como siempre lo ha sido, la base de la decisión electoral y en este sentido, el Gobierno está esperanzado, todavía, en que llegue la caballería con las inversiones externas. Lo cierto es que desde afuera ahora usan la chicana sobre si Cristina va ir o no va a ir a la cárcel y siguen demorando, por lo que el Gobierno armó en su reemplazo un vigoroso plan de obras públicas, el mismo que se publicita por la televisión, para inflar la cosa desde el Estado.

Un pícaro informante, con base en la Casa Rosada, le guiñó un ojo a este periodista y le dijo: “el tema no es si cae presa o no Cristina. Lo que habría que hacer es decirles a estos muchachos que si tienen miedo la tienen que poner ahora, así no vuelve más”. Se refería al agobio que existe del presidente Mauricio Macri para abajo, fundamentalmente por las excusas que se dan desde el exterior para “no ponerla”.

“Se la pasaron décadas diciendo que primero tenía que volver la que habían sacado los argentinos y ahora les mostramos 130 ó 150 mil palos verdes de repatriación que van a empezar a pagar impuestos desde el año que viene ¿Y ni así se animan?”, se quejaba el interlocutor, dice que “cansado” de promesas. “Es más, si viniesen esas inversiones a tiempo, chau con la necesidad de polarizar”, admite, aunque es difícil creerle. Con CFK y Bonafini del otro lado y el peronismo dividido se sienten más seguros.