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Cultura 8 de agosto de 2017

Grandes libros, pequeños lectores

Julián en el espejo, de Félix Bruzzone, Ilustraciones de Pablo Derka, Ah pípala, julio 2014.

por Mariana Rodríguez

¿Qué se oculta detrás de los espejos? Esta es la pregunta a la cual Julián no puede escapar. Sus pasatiempos son: jugar con su perro a la mancha, al ajedrez, a las escondidas, al elástico y a todas las cosas que se puede jugar con un perro. Hasta que se encuentra con un espejo en el que habita un nene muy parecido a él, pero con vida propia; enseguida se hacen compinches y juegan a la pelota. Esta se pierde y Julián decide ir a buscarla. Es en ese momento en el que el libro nos sumerge en un clima de fantasía, el espejo se vuelve por momentos en protagonista, un portal hacia otro mundo poblado de rarezas, donde el cuerpo se puede doblar, volar, saltar en canguro, los peces son pájaros, la contradicción de que los objetos grandes se presentan pequeños y los pequeños se presentan grandes. Al llegar del trabajo, los padres se enteran de la ausencia de su hijo porque el perro les cuenta lo sucedido. Allí la historia incluye la magia, ya que este espejo pertenecía a la bisabuela del niño y fue hechizado por una bruja malvada. ¿Podrá Julián regresar del espejo? O mejor dicho, ¿querrá volver de ese mundo mágico? Están son algunas de las preguntas que se nos presentarán a lo largo de esta bella historia.

No todas las imágenes están acompañadas de un texto, así que el lector debe leerlas e interpretarlas como su imaginación prefiera. Esto lo atrapa, ya que puede jugar con los significados. Los dibujos se sintetizan en trazos simples, en algunos casos ocupan páginas dobles y los colores son intensos, acuarelados.

(*): Integrante de la ong Jitanjáfora



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