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Deportes 18 de septiembre de 2016

La final menos pensada, con un equipo y un líder

por Vito Amalfitano

La quinta final. Seguro la más impensada. Con Gran Bretaña de rival, el último campeón, en la casa de Andy Murray, antes de los Juegos Olímpicos increíbles de Juan Martín Del Potro, era directamente imposible.

En Río se vio la primera luz. Aunque igual sonaba a quimera. Tras 24 horas que parecieron más de la serie ídem que de una jornada de tenis normal, hablamos por primera vez de una mínima chance con el entrenador/ capitán Daniel Orsanic a la vera del court 2 del Centro Olímpico de Tenis de Barra. La pregunta apuntó a ese sueño aun lejano. Se planteó que si Del Potro había sido capaz de jugar tres partidos en 24 horas, y entre ellos había anotado nada menos que una victoria épica sobre el número 1 del mundo, Novak Djokovic por 7-6 y 7-6, se podía considerar al tandilense para una eventual triple jornada en Escocia, o al menos para los dos single, o un single y el doble.

Orsanic empezó contestando con prudencia: “sin ir mucho para adelante, sí es una gran noticia, una inyección de entusiasmo para todo el tenis argentino, ver a nuestro referente en tan buen nivel, ganarle al número uno del mundo es también una gran noticia para todos”.
Pero le insistimos en el final de esa nota…

“- No me lo respondiste al principio…¿Sirve para la Davis lo de estos tres partidos de Delpo en 24 horas?

– Acá la cabeza está puesta en Río 2016, en los Juegos Olímpicos…

– ¿Pero a vos no te sirve como capitán del equipo de Copa Davis, teniendo en cuenta lo que se viene ante Gran Bretaña…?

– Nos sirve el hecho de que Juan Martín esté progresando, de que se esté sintiendo bien, más a gusto, ganando confianza ganando partidos, dejando en el camino al número uno. Eso sirve un montón también con vistas a la Davis, claro”.

Parecía lejano, en efecto. Pero percibimos esa pequeña luz y la expusimos con el capitán argentino, que al final no pudo evitar la confesión.

Ese hombre, algo más de un mes después, tomó dos decisiones arriesgadas y determinantes que transformaron la quimera en milagro. La resolución acertada, al cabo, le ganó a la elección equivocada, y puso a Argentina en la final de la Davis.

Porque ahora con “el diario del lunes” muchos considerarán, y con razón, que Orsanic acertó en las dos. Pero como no todo debe medirse con el prisma del resultado, desde aquí planteamos que el segundo riesgo fue por lo menos innecesario. Con las escasas posibilidades de vencer, con cualquiera, a los hermanos Murray en un doble, valía la pena hacer descansar a Del Potro y soñar con una recuperación para el eventual quinto punto. Aun a sabiendas de que el tandilense hacia dos años que no jugaba un partido a cinco sets, seis años que no ganaba un encuentro de larga duración, que nunca había disputado uno de más de 5 horas, y que antes de Río casi se lo consideraba un jugador al borde del retiro.

Fue el gran debate del domingo al mediodía. Y Argentina pasò de estar match point 2 a 0 a quedar 2 a 2 y un set abajo. Pero, también es cierto, como dice el Twitter irónico de @AmalfiTenis : “Si Orsanic y Del Potro no se jugaban una cruzada de calibre como la del viernes todos ustedes ahora mismo estarían comprando los ravioles…”

Esa es la mitad de la biblioteca que elogiaba la decisión del capitán. Pero todos los estantes coincidimos en que la jugada inicial fue la ganadora. Que el triunfo de Del Potro sobre Murray fue el que torció el sendero casi irremediable de una serie que parecía perdida. Un Del Potro que se recrea a sí mismo y sorprende cada día tras aquel triunfo ante Djokovic en Río. Ahora al agregarle buen revés con top y mejor volea, a su servicio y ese drive único (“no recuerdo a alguien pegarle tan fuerte de derecha” , le decía Orsanic a LA CAPITAL en esa misma nota).

Salió bien todo, al final, aunque con suspenso. Y con un gran temple de Leo Mayer para sobrellevar la situación. Y más allá del debate, que en minutos se perderá en anécdota, tanto una como otra decisión (la acertada y, para quien esto escribe, la equivocada) dejaron un dato inédito en la historia errática de Argentina en la Davis. Más allá de pecados pasados del propio Del Potro (y de todos, con el antecedente de Mar del Plata como el ejemplo más patético), quizá por primera vez se llega a una final como un verdadero equipo. Más que nunca disimulando el individualismo que es una característica de este deporte, se trató en este caso de una estructura férrea. Cada uno estuvo a disposición cuando se lo necesitó en el momento menos esperado y más de uno dejó o esperó su lugar y su momento para privilegiar lo que creían que era mejor para cada situación.

La quinta final. La menos pensada. Pero a la que Argentina llega mejor como equipo y con el Del Potro otra vez como uno de los número uno del mundo, con pecados redimidos y como nuevo indiscutido líder.



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