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Opinión 1 de octubre de 2017

La ruta 11 del siglo XXI

por Federico Ignacio Isla

Afortunadamente el clima cambia. Los fríos del invierno dan paso a días primaverales, pero existen otras variaciones climáticas a más largo plazo que necesitamos prever para mitigar consecuencias no deseables. La construcción de infraestructura requiere la previsión de impactos. Estos pueden planificarse en base al registro pasado -la recurrencia de efectos no deseados-, o en base a modelos de simulación.

Como parte de mejorar la movilidad y minimizar los riesgos de accidentes de tránsito la Provincia de Buenos Aires, más específicamente la empresa Aubasa se plantea completar como autopista el tramo de la ruta 11 entre Villa Gesell y Mar Chiquita. Para este objetivo existen una serie de pautas a tener en cuenta: Las precipitaciones en la Argentina han tenido un incremento muy significativo (saltos) en magnitud (Minetti y Vargas 1997).

Las precipitaciones han aumentado en Mar del Plata durante el siglo XX de valores medios de 750 a 930 mm.
Las inundaciones inducidas por Niños fuertes han sido más frecuentes que en el pasado (1982-83, 1997-98 y 2015-16).

Aumento de las precipitaciones durante el siglo XX según promedios de 20 años (Cionchi y Redin 2004).

Las imágenes satelitales correspondientes a la inundación de 1980 permite visualizar que la ruta 11 no se inundó mientras sigue la antigua línea de costa (paleoacantilado) de hace 6.000 años. No obstante el sector donde confluyen los arroyos Grande y de las Gallinas es el tramo de mayor riesgo en donde se debe aumentar la cota de coronamiento del pavimento. No es cuestión de aumentar la frecuencia de alcantarillas porque cuando sube el nivel freático no hay modo de lograr mejorar el drenaje.

Comparación de imágenes satelitales de 1980 (inundación de la provincia de Buenos Aires) y la situación actual, donde se marcan los sectores críticos donde los afloramientos de los niveles subterráneos impiden temporalmente todo tipo de drenaje de la llanura.

Remediación

Pero esta planificación no resulta tan sencilla. Porque hoy se podría remediar lo que se hizo apurado y sin planificación.

Durante mucho tiempo la laguna Mar Chiquita fue conocida por sus facilidades para la pesca deportiva. Corvinas y pejerreyes se lograban gracias a sus ventajas náuticas, al punto que se planificó un sector para acuatizaje de hidroaviones. La entrada de la marea favorecía la abundancia de especies estuarinas. Por otro lado, el canal de Mar Chiquita fue considerado como vía de flujo para desviar las constantes crecidas de la Depresión Vallimanca-Salado, iniciativa del Ing. Huergo.

En los años 70 se construyó un acceso al Centro Espacial de Lanzamiento de Proyectiles Aeropropulsados (Celpa).

Para minimizar los costos del puente que atravesara el canal de la desembocadura de la laguna se construyeron terraplenes acorazados que redujeron el área de flujo de la laguna: el drenaje por crecidas se hacía más lento al tiempo que las mareas diarias más pequeñas no pasaban del puente. Para una amplitud de marea de 1, 30 m en la boca, sólo la mitad llega al puente, y sólo las mareas grandes logran superarlo. Consecuencia: los peces estuarinos dejaron de ingresar con facilidad a la laguna costera.

Situación actual de la disminución del área de flujo originado por el Puente de Celpa.

Entonces, la oportunidad es única: Aumentando la cota de la ruta 11 en el sector de los puentes sobre los arroyos Grande y Las Gallinas, se minimizarían los riesgos futuros de que la ruta se corte.

Modificando el puente de Celpa se lograrían restaurar las condiciones estuarinas de la laguna costera (pesca, turismo, náutica), y se facilitaría su escurrimiento

(*): Investigador Superior del Conicet

Referencias:

– Cionchi, J.L. and Redin, I., 2004. La contaminación del agua subterránea producida por las deficiencias constructivas en las perforaciones. Informe inédito, OSSE, Mar del Plata, 29 pp.
– Minetti, J. L., Vargas, W. M., 1997. Trends and jumps in the annual precipitation in South America, south of 15°S. Atmósfera 11, 205-221.



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