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Cultura 29 de mayo de 2016

Lautaro Rivara, autor de “La sarna de los justos”: “La poesía es el género predilecto de los apurados o de los fatigados”

Militancia y poesía se entrelazan en este primer poemario que publicó un sello de la ciudad de La Plata. Rivara dice que no escribe panfletos, sino que sus personajes nacen "de esa cosa hermosa e inasible que hemos dado en llamar pueblo".

“Escribo más por una necesidad de dar testimonio, de ser cronista de las cosas que me conmueven, que por afán de expresión personal”, asegura el joven poeta de Mar del Plata Lautaro Rivara, actualmente residente en La Plata y autor del libro “La sarna de los justos”. Se trata de su primer poemario publicado, esta por el sello Malisia, aunque es el segundo en nacer de su cabeza (el primero que escribió todavía no salió a la luz).
“No creo en la cultura como catarsis individual, ni como gesta de loquitos y elegidos, ni tan siquiera como acto estrictamente creativo. Creo que es muy poco lo que uno como escritor añade a sensaciones, historias y personajes que están amasados con un barro previo, y que están indudablemente inscriptos en un tiempo y en un lugar”, sigue Rivara sobre los motivos que lo llevan a escribir.
Con una gran impronta política, fruto de su militancia, el poeta dice sentirse “un intermediario” entre las historias que ignoran los medios de comunicación o soslaya la cultura oficial. En esos intersticios es “donde entra la promesa de la poesía”, dispara y asegura que su familiaridad con el género radica en “sus posibilidades narrativas”.
“La poesía, como el cuento breve, es el género predilecto de los apurados o de los fatigados, y en general así me arrimo al momento de enfrentarme al papel, además de hacerlo con ciertas intermitencias y con nula disciplina”, agrega.
-¿Cómo aparece en tus textos el componente político?
-Llegué a la poesía y a la militancia política simultáneamente, en mi adolescencia. Ninguna confluyó en la otra, por lo que no soy ni un “poeta politizado” ni un “militante estetizado”. Desde allí que es perfectamente natural esta impronta política en mi poesía, al menos en un sentido laxo: mis poemas no son panfletos, lo que no implica desestimar un género como el panfleto que ha generado cosas tan maravillosas como olvidables, desde tremendos poemas de Roque Dalton o Mario Payeras, hasta un espantoso libro de Pablo Neruda como lo es “Incitación al Nixoncidio y alabanza de la Revolución Chilena”. Ni tampoco se trata de “poemas coyunturales” que buscan corregir la realidad presente, por más adversa que se presente. Para eso están las diversas formas del compromiso político, que por fortuna son varias, aunque algunas sean más decisivas que otras. Desde ese componente político, y montado sobre una memoria larga, es que surgen personajes que son parte de esa cosa amplia, hermosa e inasible que hemos dado en llamar pueblo: las enfermeras de un hospital público, Eva Perón, un linyera, las prostitutas de la esquina, Rodolfo Walsh, las barrenderas municipales, mis propios abuelos, etc. Por supuesto que en esta perspectiva no hay nada de novedoso, más allá de la impronta que da un nuevo tiempo histórico: la literatura, y aún más específicamente la poesía “política” tiene una larga y fecunda tradición nacional que es preciso rescatar.
-¿Quiénes te influencian?
-La lista, de hacer una lista, sería bastante extensa. Tengo que aclarar que no provengo de una formación académica literaria y que me mantengo a cierta distancia del mundillo de las letras, lo que sumado a la militancia política redunda en una serie de referencias no tan ortodoxas. Por un lado me influencian los poetas nacionales y latinoamericanos que comencé a leer en mi adolescencia: Mario Benedetti, Roque Dalton, Alejandra Pizanik, Pablo Neruda, Oliverio Girondo, Juan Gelman, César Vallejo, más otras lecturas, no sólo de estas latitudes, que he sumado en los últimos años: Mario Payeras, Vladimir Maiacovsky, Ernesto Cardenal, Roberto Jorge Santoro, Bertold Brecht, Almafuerte, Federico García Lorca, Aimé Césaire, etc. Lo latinoamericano, sin ser un dogma, es una constante. Una vertiente que me entusiasma, aunque no sea parte del canon literario, es la de cantautores populares como Atahualpa Yupanqui, Jorge Cafrune o José Larralde que, como los viejos payadores, escribían por encima de la fractura cultural que hoy separa a la poesía de las mayorías populares. Si bien podría llegar a compartir este diagnóstico con casi cualquiera, en mi opinión esto es mucho más un problema de los poetas, de su lenguaje, de un elitismo secretamente deseado, que del pueblo en sí.