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Interés general 14 de mayo de 2017

Le sacudió la alfombra

por Vito Amalfitano

River reafirmó en la Bombonera que es el mejor equipo del momento a la vez que sacó a la luz todo lo malo que Boca tenía escondido debajo de la alfombra, aun como puntero del Campeonato de Primera División del fútbol argentino.

De principio a fin, más allá de los vaivenes del partido, y que el resultado pudo haber cambiado en alguna circunstancia (o por empate o por goleada), River siempre demostró lo que ya se sabía desde hace un tiempo, que es un equipo que sabe a que juega y que incluso tiene más jerarquía jugador por jugador que Boca, aun después de dos paseos millonarios de “Tío Rico” de la dupla Angelici-Guillermo a mediados del año pasado, antes y después de la eliminación de la Libertadores.

En realidad, Boca se quedó sin jerarquía desde que dejó ir a Riquelme antes de tiempo y no supo construir la transición con el máximo ídolo como conductor y estandarte. Y se enganó y engañó con la extraña y millonaria contratación de Carlos Tevez, que no reemplazó para nada aquella ausencia, más allá de tres clásicos en los que el delantero se lució y le dio al equipo el envión que todavía lo mantiene en la cima del campeonato.

River, en cambio, supo construir su jerarquía. Desde el equipo y hacia los jugadores. Con un entrenador que potenció a sus futbolistas hasta que crecieran a la par del colectivo. Lucas Alario, por ejemplo, no era un estrella cuando llegó, pero Marcelo Gallardo lo eligió y en su camino en el equipo de Nuñez fue alimentando su categoría, hasta transformarse en el mejor delantero doméstico.

Gallardo, además, con una idea más clásica y diáfana, nunca desdeñó el volumen de juego, ni privilegió el vértigo. Por eso se consolidó “Nacho” Fernández y pasó a ser importante en un par de partidos “el Pity” Martínez a pesar de su irregularidad. Y las certezas defensivas afloraron a la par de la columna vertebral que se formó entre los zagueros, Maidana y la gran revelación, el marplatense Martínez Quarta, y el volante central, un gladiador como Leonardo Ponzio que una vez más mostró más temple y capacidad para adueñarse del medio que un Fernando Gago nuevamente desbordado. como cada vez que lo presionan en la salida. Y sobretodo sin el auxilio del colombiano Barrios, que hubiera sido una solución posible para el equilibrio (con el diario del lunes, claro) cuando salió lesionado Centurión.

Pero en Boca se confunde ataque con vértigo. Boca es un equipo ofensivo, en la teoría y en la práctica (de hecho es el más goleador del campeonato) pero no siempre ir para arriba significa atacar bien. Sigue sin encontrar el rumbo, no dosifica con juego. Y no disimula, entonces, al menos con tenencia de pelota, sus casi ridículos errores en el retroceso y en la defensa.

Boca sigue primero. Pero sin columna vertebral (1, 2, 5, 10) y sin idea de juego. River arremete, con fútbol y con columna (más allá del error del arquero en el gol de Gago) pero no se sabe si le alcanzará porque dio ventaja en la primera parte del campeonato y porque también tiene el objetivo de la Copa.