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Arte y Espectáculos 21 de noviembre de 2017

Lita Stantic: “El cine transforma”

La productora que consiguió darle forma al Nuevo Cine Argentino, habló en exclusiva con LA CAPITAL de "Camila", de la mirada femenina en el cine y las dificultades de hacer cine, antes y ahora.

Entre los títulos de la filmografía más destacada de Argentina, los que le corresponden a la productora Lita Stantic ya forman parte de nuestra memoria cultural. Uno de ellos es “Camila”, dirigida por María Luis Bemberg, filme que, según señaló Stantic, “está muy vigente en estos días”.

La prolífera productora que consiguió darle forma al Nuevo Cine Argentino que rompió las normas sobre fines de los años ´90, conversó con LA CAPITAL. La Asociación La Mujer y el Cine, que acaba de cumplir sus primeras tres décadas, homenajeó la labor que a ha desarrollado la productora de, entre otras realizaciones, “La Niña Santa”, “La Ciénaga”, “Mundo Grúa” y “Cordero de Dios”.

– ¿Qué representa para vos el reconocimiento de la Asociación La Mujer y el Cine?

– Para mí este reconocimiento es hacia “Camila”, que considero una película todavía muy vigente por la temática, porque lo que está pasando con las mujeres. “Camila” es el símbolo de alguien que se juega, de una mujer que se juega por algo; por eso digo que la película no ha envejecido. De modo que vine en representación de la película. María Luisa Bemberg ya no está, así que vine a representar a la película junto a Susú Pecoraro y Graciela Galán.

– “Camila” tuvo un gran impacto tanto en la crítica especializada como en el público. Generó mucha polémica y hasta hubo algunos inconvenientes durante el rodaje. ¿Cómo tomaste la noticia de que había cines a los que se los amenazaba por proyectarla?

– Sí, “Camila” se empezó a filmar exactamente el día que asumió Alfonsín. De todas formas es una película que se pudo producir de forma diferente a lo que se podía en la etapa de la dictadura, porque hay en “Camila” escenas de amor muy fuertes para la época. Pero además… María Luisa diría que la película habla del coraje de dos personas que se juegan por algo, pero también habla de la grieta que hubo en Argentina entre unitarios y federales, porque ni los unitarios ni los federales defendieron a Camila; y Camila muere, en parte porque los unitarios mismos, desde Alsina a Sarmiento, decían desde el exilio que lo que ocurría en el Río de la Plata era tan desastroso que las chicas, las mujeres de clase alta, huyen con los curas. La Iglesia no soportó esto, ni el Estado ni la familia de ella. Fue una película muy difícil de hacer, aún en esa época, porque la Iglesia no quería que se hiciera. Zully Moreno ya nos había contado que Demare había querido hacerla, pero Perón le respondió que no quería más problemas con la Iglesia. Muchas veces se quiso hacer esta película, pero siempre se encontró con esa oposición. Nosotros tuvimos muchos problemas para rodarla porque no encontrábamos iglesia que nos permitiera el rodaje. Finalmente la hicimos en una iglesia de Pilar. Y sí, luego tuvimos algunas amenazas de bomba en las salas en las que se exhibía. De todos modos el éxito de la película fue tan grande que todo fue calmándose, porque la gente iba de todos modos a verla. Se lograron dos millones y medio de espectadores en los primeros dos años, cuando fue candidata al Oscar.

– Hasta no hace muchas décadas, el cine era una cuestión de hombres. ¿Cómo fue que lograste incorporarte en una industria al parecer tan hostil en cuanto a la participación femenina?

– La mirada femenina es absolutamente diferente, lo cual no significa que en el cien por ciento de los casos sea diferente. Hay películas de mujeres que podrían haber sido dirigidas por hombres, pero en la gran mayoría, hay una mirada diferente. La cosa cambió mucho en los años ochenta con la aparición de María Luisa. Hoy se sabe que hay un treinta por ciento de directoras argentinas, y en esa época era María Luisa y antes de ella había habido muy pocas directoras. Fijate hasta dónde llega la influencia de María Luisa, que hoy Lucrecia Martel me cuenta que quiso hacer cine un poco impulsada por lo que “Camila” significó. Cuando yo ingresé al cine, sin saber bien si iba a dirigir, sabía que si lo hacía en cortometraje no había problema, pero en largometrajes era muy difícil aún para cualquier rol que no fuera modista o maquilladora; y hasta cierto punto, porque había más maquilladores hombres que mujeres. Dirigir, para una mujer, te aseguro que no era fácil. Por eso cuando apareció María Luisa la gente decía “pero qué locura, cómo te metés en esto”. Por eso es increíble que en doce años haya dirigido doce películas, y algunas de ellas tan complejas de producir. Por eso destaco la coherencia que tuvo, porque fue muy coherente con lo que hacía, teniendo en cuenta que en esa época su pensamiento era bastante revulsivo… hoy en día hasta Norita Cortiñas dice que es feminista, pero en esa época decir la palabra “feminista” era casi una mala palabra, incluso alguno creía “será una chica gay”.

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– ¿Cómo ves la actualidad del cine nacional, tanto en la estética como en el desarrollo y la financiación de las producciones?

– Me preocupa bastante que las películas que yo considero más interesantes y más innovadoras, si no tienen la distribución de una mayor, tienen muy pocas posibilidades de hacer espectadores. Esto es algo que comenté cuando dieron el premio de los cronistas. Salvo la película “Gilda”, que había hecho muchos espectadores; las películas premiadas tenían baja asistencia de espectadores porque habían sido distribuidas por distribuidores independientes. Y no tienen posibilidades, porque no tienen buena salida; cuando tienen una buena sala tienen malos horarios, y eso es lo que más me preocupa en este momento; que las buenas películas que se hacen en este momento -entre unos 200 estrenos por año, que son muchos, quizás demasiado- si no las toma una mayor, que siempre exigen condiciones como por ejemplo que haya actores taquilleros, etc; no llegan al público. Llegarán por otros medios, pero no por las salas de cine. Creo que hay un problema de exhibición, que no se cumple la obligatoriedad de exhibición.

– A mitad de los ’90 los escasos recursos para hacer cine parieron películas como “Pizza, Birra, Faso” y “Mundo Grúa”. ¿Creés que en esa época se agudizó la creatividad para sortear las dificultades que existían?

– Sí, mirá, este grupo surgió en la crisis, y es verdad que fueron ideas muy buenas aún con bajos recursos. Pero sin embargo eso no es lo ideal. Lo ideal sería que siempre se apoyaran los buenos proyectos, a los directores que ya han probado que son buenos, que a los directores que hacen cortos muy buenos se los incentivara para que hagan su primer largometraje. Eso debería ser lo ideal.

– ¿Cómo fue aquella aventura de rodar en la Escuela Vucetich, teniendo en cuenta el contexto, la época que atravesaba el país?

– Bueno, era una época en la que pensábamos que el cine debía ser revolucionario y quisimos hacer una película que se llamó “Los Velázquez” . Eso fue más o menos entre el 69 y el 71. Y como era sobre los Velázquez la parte de la selva, no se nos ocurrió mejor idea que pedirle a la Escuela Vucetich -que tiene bosques muy frondosos- filmar ahí. Naturalmente dijimos que la película era un thriller, que se trataba de la historia de dos bandidos, modificamos el guión (risas). Ellos no sabían nada, y así estuvimos un mes filmando allí.

– La época no era la más propicia para cierto tipo de cine.

– No. Y lo que pasó además fue que cuando llega acá “La Hora de los Hornos” (Pino Solanas), un grupo de gente toma conciencia de que el cine…. Es decir, empezamos a ver el cine como un arma, le adjudicamos al cine una gran capacidad de convencimiento, de que podía convencer a la gente de que las cosas tenían que cambiar. Fue mucha gente la que se enganchó en esa utopía. En esa época había un festival en Viña del Mar, en el 68 y 69, en donde sólo se proyectaban este tipo de películas. Había gente, en toda Latinoamérica, que hacía este tipo de cine, y con mi compañero, Pablo Szir, nos enganchamos rodando “Los Velázquez”, una especia de Robin Hood; dos bandidos muy queridos por el pueblo porque asaltaban y repartían sus ganancias entre la gente. Yo creía entonces, y todavía creo, que el cine transforma. Ya no creo con tanta fuerza como en esa época que pensaba que se podía hacer la revolución a través del cine, pero hubo gente como Pablo, como Enrique Juárez, que se dedicaron a ese cine y después abrazaron otras causas, como la de Montoneros o ERP, pero yo era de la que pensaba que “Cine sí, armas no”.



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