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Policiales 24 de marzo de 2018

Lo condenan por abusar de una amiga de su madre y golpearla con un caño

Tiene 30 años y deberá cumplir una pena de 6 años en la Unidad Penal XV de Batán. Quedó demostrado que el 26 de mayo de 2016, fue hasta la casa de la mujer, la atacó salvajemente y abuso sexualmente de ella, hasta que la hija de la víctima lo detuvo.

Un hombre de 30 años fue condenado a 6 años de prisión por el Tribunal Oral en lo Criminal N°4 por haber golpeado con un caño a una amiga de su mamá y haber abusado sexualmente de ella en su casa del barrio Punta Mogotes en marzo de 2016.

Los jueces Gustavo Raúl Fissore, Alfredo José Deleonardis y Jorge Daniel Peralta encontraron al sujeto culpable de “abuso sexual simple, agravado por las lesiones graves causadas a la víctima y por el empleo de arma”. A pesar de la condena, el fiscal Leandro Arévalo buscaba que el sujeto sea encontrado culpablo por las lesiones y por “abuso sexual con acceso carnal en grado de tentativa”, pero esto último, según los jueces, no pudo ser demostrado en el juicio.

La víctima y el victimario se conocían: el hombre era el hijo de una amiga cercana de la mujer a la que golpeó y abusó sexualmente.

El hecho ventilado en el debate ocurrió el 26 de mayo de 2016 a la mañana, cuando el imputado fue hasta una casa del barrio Punta Mogotes en la que vive una amiga de su madre, costurera, con la excusa de ver un buzo que la mujer tenía a la venta.

La víctima relató que en esa oportunidad se encontraba trabajando en su taller que tiene dentro de la casa y realizó una pausa de sus tareas para mostrarle la prenda del vestir al joven, quien no le dio mayor importancia. Acto seguido, la mujer fue hasta a la cocina para preparar unos mates y en esa circunstancia, sin ningún tipo de aviso, fue que el hombre la atacó por la espalda, le pasó un brazo por el cuello y la arrojó boca abajo sobre un sillón en el living de la casa.

El agresor se posó sobre la víctima, ejerciendo fuerza sobre su cabezza contra el almohadón. En esa circunstancia le ordenó que se bajara los pantalones, y ante la negativa intentó quitárselos a la fuerza.

Entre forcejeos, el hombre se sacó la remera y el buzo, acto que la mujer aprovechó para soltarse e intentar escapar corriendo hacia la sala de máquinas que está al frente de la casa, pero no lo pudo hacer porque el sujeto la alcanzó a los pocos metros y tomando un caño amarillo de gas del suelo comenzó a pegarle en la cabeza, rostro y cuerpo.

La hija de la víctima, de 13 años, que estaba durmiendo en su cuarto se despertó por los gritos de la víctima, bajó al living y vio una terrible escena: el hijo de una amiga de la familia, con el torso desnudo, estaba golpeando salvajemente a su madre con un caño. La menor se puso entre el agresor y la víctima y empezó a pedirle al hombre que no le pegara más a su mamá. Ante esta situación, el sujeto reaccionó, tomó su remera y buzo y se fue corriendo del lugar.

Una vez que el agresor se fue del lugar, la víctima y su hija le pidieron ayuda a una vecina y llamaron a la policía. La mujer tuvo que ser atendida por médicos, quienes verificaron que sufrió graves lesiones: traumatismo contuso cortante en región craneal suturada (parietal derecho y occipital), traumatismo contuso equimótico bipalperal en ambas regiones oculares, traumatismo contuso con fractura de huesos propios en pirámide nasal, traumatismo contuso equimótico en labio superior, traumatismo contuso con fractura de dedo mayor izquierdo y traumatismo equimótico en dorso de la mano izquierda.

Al día siguiente del ataque, el 27 de mayo de 2016, el hombre acusado de haber atacado y abusado de la mujer fue detenido por la policía en la casa de su madre, la amiga de la víctima.

En el debate, la discusión entre las partes, el fiscal Leandro Arévalo y la defensora oficial, se centró en el grado de convicción que podían generar las pruebas presentadas, las que se construían en derredor del relato de la víctima.

Para los jueces, el relato de la víctima fue convincente y coherente, mientras que las pruebas precisas y coordinadas de las que se destacan los rastros de sangre en el piso de la casa de la víctima y en uno de los almohadones, lesiones producidas por la violencia desplegada sobre el rostro y el cuerpo de la mujer, informes médicos, secueles y la inutilidad laboral ya que no pudo trabajar como costurera de manera correcta por las lesiones.

La hija de la víctima le pidió al agresor que dejara de golpear a su mamá. El hombre reaccionó, detuvo el ataque y huyó del lugar.

En su alegato, el fiscal Arévalo solicitó que el hombre fuera condenado por abuso sexual con acceso carnal en grado de tentativa y lesiones graves agravadas a su vez por mediar violencia de género y por resultar “criminis causa”, mientras que la defensa oficial reclamó la absolución del imputado, porque “no se probaría la materialidad delictiva”, y en subsidio una calificación penal más benigna.

Finalmente, los jueces Fissore, Deleonardis y Peralta resolvieron condenar al hombre por “abuso sexual simple, agravado por las lesiones graves causadas a la víctima y por el empleo de arma” e imponerle una pena de 6 años de prisión a cumplir en la Unidad Penal XV de Batán.