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Cultura 24 de abril de 2017

Miguel Angel Quintanilla: “El futuro de la humanidad no está escrito por la tecnología”

por Nicolás Martínez Sáez

Miguel Angel Quintanilla es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Salamanca. Ganador del premio de Ensayo Fundesco en 1988 con su obra “Tecnología: un enfoque filosófico” es un referente obligado para todo aquel que quiera indagar en las problemáticas surgidas en la rama más joven de la filosofía: la filosofía de la técnica.

-¿Qué relaciones existen entre la ciencia y la tecnología en la actualidad?

-Las tecnologías más innovadoras y más eficientes se nutren de los resultados más avanzados de la investigación científica. Pensemos en las tecnologías de la información y la investigación en física del estado sólido. O en la tecnología armamentista y la física nuclear. Por otra parte, gracias a la tecnología, la ciencia puede explorar con nuevas herramientas ámbitos de la realidad que durante siglos se han considerado inaccesibles: el espacio, el cerebro, la biología molecular…

Esto ha hecho que algunos expertos se inclinen a hablar del conglomerado “tecnociencia” como una nueva realidad, en la que se confunden valores epistémicos como la verdad o la objetividad y valores tecnológicos como la efectividad o la eficiencia. Creo que es un error. La ciencia y la tecnología están íntimamente entrelazadas en la sociedad actual, pero no son lo mismo. Si las confundimos corremos el riesgo de perder a una de las dos o a ambas: un proyecto tecnológico (si es científicamente viable) se puede hacer realidad por decisión política o por intereses económicos, pero su viabilidad científica sólo se puede establecer mediante el razonamiento y la demostración empírica.

-¿Cuáles son los principales desafíos que presenta la filosofía de la tecnología?

-Se ha desarrollado mucho en las últimas décadas. Pero su desarrollo ha estado muy condicionado por una visión determinista del desarrollo tecnológico. Poco a poco hemos ido entendiendo cada vez mejor que la tecnología es una empresa humana, y que su desarrollo no es ni automático ni ineludible. Necesitamos comprender mejor los factores que influyen en el desarrollo tecnológico, y asumir más activamente la responsabilidad humana sobre el mismo. Este sería el principal desafío de la filosofía de la tecnología: ayudarnos a comprender y a asumir nuestra responsabilidad sobre el desarrollo tecnológico.

-¿En qué medida nuestro sistema económico y social depende de la innovación? ¿Cómo puede afectarlo la robotización masiva de empleos en las próximas décadas?

-Los economistas piensan que la innovación es el factor más importante para el aumento de la productividad, y por eso es la fuerza que más decisivamente potencia el crecimiento económico y el bienestar social. Esto vale para muchos tipos de innovación, pero especialmente para la innovación tecnológica de carácter radical. Ahora bien, deberíamos acostumbrarnos a pensar en la innovación (y en el crecimiento económico) como una opción, no como una obligación. Ante cada encrucijada civilizatoria casi siempre hay una panoplia entera de posibilidades de acción, todas ellas con contenido innovador.

El reto es optar por aquellas posibilidades tecnológicas que sean más coherentes con nuestros principios e intereses como seres humanos. Yo creo, por ejemplo, que es muy posible que en los próximos años desaparezcan millones de empleos en actividades rutinarias que podrán ser realizadas por nuevos robots, sencillos y baratos. Pero eso solo quiere decir que deberíamos estar ya tomando decisiones para ordenar la irrupción de la robótica en la vida cotidiana, en el mercado de trabajo, en la educación, etc. Es urgente.

-El filósofo José Ortega y Gasset ha sido precursor de la filosofía de la técnica con la “Meditación de la técnica” de la década del treinta. ¿Qué vigencia tiene aún la obra de Ortega?

-Creo que es, a pesar de su brevedad y sencillez, la obra más importante que se escribió en el siglo XX sobre la técnica. Sigue siendo de plena actualidad y yo recomiendo a mis alumnos que la tengan como libro de cabecera. Hay dos ideas allí que no deberíamos olvidar: la primera es que la técnica es parte esencial de la condición humana (somos humanos porque creamos nuestra propia realidad transformando el entorno a través de la técnica). Y la segunda es que esa condición humana es esencialmente creativa: no usamos la técnica para satisfacer nuestras necesidades, sino para inventárnoslas (para satisfacer nuestras “necesidades superfluas”, dice Ortega, con su peculiar estilo).

-¿Cuál es su opinión respecto del transhumanismo y su postulación optimista de un futuro de fusión entre el ser humano y la tecnología?

-No me desagrada la música, pero sí la letra de la canción transhumanista. Creo que en el trasfondo hay una visión determinista de la técnica con la que no estoy de acuerdo. El mismo objetivo de “fusión del ser humano y la tecnología”, chirría en mi visión de la técnica: ésta es, en si misma, parte y resultado de la actividad humana intencional. Es cierto que el propio desarrollo tecnológico puede llevar a cambios radicales en la especie humana. Pero no estoy tan seguro de que los cambios, por ser radicales y nuevos, sean en sí mismos deseables.

El futuro de la humanidad no está escrito por la tecnología actual: al revés, la humanidad actual tiene en sus manos la responsabilidad de definir cómo va a ser la tecnología del futuro. Creo que siempre debemos tener en cuenta cuáles son nuestros objetivos humanos y debemos hacer que nuestras innovaciones tecnológicas respondan a ellos. Hay un principio moral que me parece que deberíamos mantener en filosofía de la tecnología y que dice algo así como “No todo lo que se puede hacer debe ser hecho”. A veces el discurso transhumanista parece responder al principio contrario: “Todo lo que se pueda hacer se hará”. No estoy de acuerdo.

(*): Profesor de Filosofía.



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