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La Ciudad 19 de febrero de 2018

“No se analiza el proceso judicial sino la conveniencia de los jueces”

Gerardo "Tato" Young presentó en la ciudad "El libro negro de la justicia", un trabajo donde desnuda los recursos con los que "Los Doce" jueces federales manejan los hilos del poder.

El periodista y escritor Gerardo "Tato" Young presentó en Mar del Plata "El libro negro de la justicia" y dialogó con LA CAPITAL.

Para el periodista y escritor Gerardo “Tato” Young se está ante un momento bisagra en la historia argentina. Asegura que la justicia federal transita, desde hace años, un periodo de “deterioro moral” que corrompe lo más valioso: la democracia.

En “El libro negro de la justicia“, Young desnuda, a través de un trabajo periodístico de investigación que parece, por momentos, rozar la ficción, los artilugios utilizados por los doce jueces federales, los únicos magistrados encargados de controlar y juzgar al poder.

En continuidad con lo tratado en otros de sus libros como “Código Stiuso” y “SIDE: la Argentina secreta”, el periodista asegura que la política y la corrupción ingresaron al fuero “desde la década del ’90, que la SIDE estaba a cargo de controlar los jueces federales”.

Y apunta de manera directa: “Al principio lo hizo de manera más sutil y después con el tiempo se convirtió en casi un objetivo prioritario. Tanto es así que la SIDE viene colocando jueces. Hay uno de los jueces, Luis Rodríguez, que es claramente hijo de la SIDE”.

– En el libro hablás del “deterioro moral” de los juzgados federales. ¿Se podría decir, entonces, que el inicio de esto fue en los ’90?

– Sí, yo creo que los ’90 son la fecha del inicio del deterioro moral de la justicia y de la Argentina, porque la Justicia Federal es, si se quiere, una analogía de lo que pasa en todo el país; es ahí cuando empiezan a derrumbarse todas las barreras y los límites morales. Por ahí no somos lo suficientemente conscientes de que los ’90 marcaron un hito en la Argentina. En todos estos años han ido cambiando los jueces, algunos se han ido otros no. Por eso la cito a María (Servini) como protagonista del libro porque no se ha ido nunca, pero más tarde se sumaron (Rodolfo) Canicoba Corral, (Claudio) Bonadio, Ariel Lijo, por nombrar los más emblemáticos de este fuero que está completamente corrompido e influenciado por la política, y donde no se analiza la prueba o el proceso judicial, sino la conveniencia de los jueces.

– ¿Cómo puede romperse ese círculo de impunidad que describís?

– La manera de romperlo es a través de una decisión política fuerte, acompañada de otros actores de la política, pero también de los colegios de abogados y magistrados. Que no sólo cambien los jueces, que también cambie el sistema. No pasa en otros países que unos jueces tengan tanto poder sobre los políticos de turno. Acá hacen lo que quieren, nadie los controla; los fiscales entran y salen de las causas; no tienen control sobre lo que hacen los jueces; no tienen controles sobre las auditorías externas y nada está sistematizado digitalmente, con lo cual nadie sabe cuántas causas tiene un juez y desde cuándo las tiene. Las cámaras federales, que son las cámaras que controlan, tampoco llevan un reglamento…

– Llegaste a decir públicamente que hay necesidad de eliminar la Justicia Federal o al menos modificar la dinámica.

– Hubo dos intentos de cambiarla. Una por Gustavo Béliz, primer ministro de Justicia de Néstor Kirchner, que pensaba licuar el poder de Los Doce con todos los jueces penales de la Capital. Eso le valió un enfrentamiento con los jueces y con la SIDE, que ya era la que manejaba todo ahí, y lo terminó ganando la SIDE, que era Jaime Stiuso, cuando Béliz se enfrentó con ellos.
Cuando empezó el gobierno de Macri, Germán Garavano también intentó lo mismo, pero no pudo hacerlo, y Macri decidió dejarlo para después. El problema es que ya pasaron dos años y el “dejarlo para después” puede ser eterno, como está pasando hace muchos años.

– ¿Pero se intentó comenzar por algún cambio?

– A mí me da la sensación de que no se está cambiando. Además, el gobierno, que fue el primero que se declaró afuera de la justicia, ya empezó a operar a través del “Tano” (Daniel) Angelici, que es el presidente de Boca pero es un lobbysta histórico de Tribunales, con lo cual no se está ni ocupando ni desentendiéndose. Está empezando a ocuparse, pero de mala manera.

– ¿Este temor puede estar relacionado a los famosos “carpetazos” como contra respuesta?

– Sí, yo creo que este gobierno está empezando a tener miedo a los jueces, y eso es un problema. De hecho, yo cuento en el libro cómo el “Tano” Angelici salva a María Servini de su jubilación, que corresponde porque tiene 85 años y se tienen que jubilar a los 75, y en los últimos meses entiendo que también intercedió por otros dos jueces que son (Ariel) Lijo y (Rodolfo) Canicoba. En el caso de Canicoba a mí me resulta más inexplicable, pero debe ser que ahora le está siendo funcional en algunas investigaciones; con Lijo, entiendo que tiene que ver con que él está parado sobre una causa que preocupa al Gobierno, que es la causa del Correo. Entonces de alguna manera estamos empezando a volver a lo que fue durante estos años.

– De hecho en la tapa hablás sobre “La lógica del dedo en el gatillo”, que es un poco esto que contás…

– Claro. Es un concepto que viene de la Guerra Fría y a mí siempre me fascinó esa idea, de que cuando estaban los soviéticos apuntando a los yankis y los yankis a los soviéticos, todo parecía moverse cuando nada lo hacía, y la atención y la amenaza era lo que mantenía todo en su lugar. Y esto es lo que está empezando a pasar ahora. El gobierno no se anima a desplazar a los jueces, aún teniendo las herramientas institucionales para hacerlo. Por un temor a que esto pase, los jueces no terminan de avanzar en las causas pero empiezan a acumular otras contra el gobierno. Entonces se está generando el escenario menos deseado para una democracia transparente y moderna, que es un sistema extorsivo.

Los peligros de la justicia “tardía”

Con relación a los procesamientos y detenciones de funcionarios kirchneristas, Young opinó:
– Yo creo que hubo dos etapas ahí. Primero hubo una reacción tardía pero necesaria de los jueces que durante 12 años se habían dedicado a encubrir al poder, pero una vez alejado el kirchnerismo empezaron a actuar. Esa fue una primera etapa, en la que cae Lázaro Báez y se reinician un montón de causas que estaban dormidas, como las de las obras públicas. Después, sobre el final del año, comienza lo que se conoce como la “doctrina Irurzun” y hubo una cadena de desprolijidades, que tienen que ver con la sobreactuación y el intento por quedar bien con el Gobierno. Esto llevó al papelón de Amado Boudou, por ejemplo, que fue detenido en una causa en la que nadie lo esperaba, pero el juez Lijo se “olvidó” de procesarlo, lo que fue un verdadero bochorno. Así que lo veo como eso, una justicia tardía y desprolija y, lo que está claro, que es que el kirchnerismo fue un período de corrupción inédito en Argentina y tenía una red de protección en Comodoro Py. Ahora, la solución a eso no son reacciones intempestivas de los jueces, sino la seriedad, cosa que creo que con la mayoría de estos jueces no se puede hacer.

– ¿Las prisiones preventivas son consecuencia de una justicia tardía o de una justicia peligrosa?

– Yo creo que la “doctrina Irurzun” es muy peligrosa. La idea de que todos los hombres que fueron poderosos tienen un poder residual que les permite entorpecer las investigaciones me parece que, primero, es una idea que subestima a la Justicia porque supone creer que un ex ministro tiene más poder que un juez federal. Y, además, lleva a situaciones peligrosas. De hecho a Mauricio Macri tampoco le gusta esta doctrina. Cuando algo nace mal es muy difícil corregirlo durante la marcha, acá hay que cambiar el sistema entero y cambiar a los jueces, es un cambio profundo. Hay algo peligroso ahora, los jueces empiezan a actuar porque la opinión pública lo quiere, el juez tiene que actuar porque lo indica la prueba, porque lo pide el expediente, no porque lo dice la gente.



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