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31-07-2014

Falleció Julio Grondona, el dirigente más importante del fútbol argentino

El presidente de la AFA y vicepresidente de la FIFA falleció por una afección cardíaca. Estuvo 35 años al frente del fútbol nacional y marcó una época.

BUENOS AIRES.- El presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Humberto Grondona, falleció ayer a los 82 años por una afección cardíaca que le produjo un aneurisma en la aorta, antes de ser operado en el Sanatorio Mitre de la ciudad de Buenos Aires donde estaba internado desde la madrugada.

Grondona, después de sufrir una descompensación, fue trasladado a la clínica, donde recibió los primeros auxilios e inicialmente se le diagnosticó una dolencia leve que se complicó y llevó a los médicos a decidir una intervención quirúrgica, que no llegó a concretarse porque falleció a las 12.50.

"Don Julio", en el momento del deceso, estaba acompañado por sus familiares, además de Carlos Salvador Bilardo, coordinador de selecciones nacionales; Luis Segura y Juan Carlos Crespi, vicepresidente primero y segundo de la AFA, respectivamente.

Grondona presidió la AFA desde 1979 y durante su gestión se obtuvo el Mundial México 1986, además de dos subcampeonatos, Italia 1990 y Brasil 2014, seis Copa del Mundo Sub 20: Japón 1979, Qatar 1995, Malasia 1997, Argentina 2001, Holanda 2005 y Canadá 2007, y dos medallas de Oro en los Juegos Olímpico Atenas 2004 y Beijing 2008, entre otros logros.

La AFA, como consecuencia de la muerte de "Don Julio", decretó un duelo de siete días, que incluyó el aplazamiento del inicio de todos los torneos del fútbol argentino, previstos para el próximo fin de semana.

La presidencia será ocupada por Segura, vicepresidente primero, según lo establece el estatuto de la AFA. El titular de Argentinos Juniors ocupará el cargo, al menos hasta octubre, cuando se realizará la Asamblea Anual de 2014, y como máximo un año más. La muerte de Grondona marcará un antes y un después en la historia del fútbol argentino. Y justo se produjo en el día que el entrenador Alejandro Sabella iba a confirmar su alejamiento del seleccionado nacional.

El perfil de un dirigente único

Julio Humberto Grondona, fallecido ayer por una insuficiencia cardíaca, cambió a lo largo de sus 35 años como presidente de la AFA el paradigma del dirigente de fútbol con una visión política y económica de la función hasta entonces inédita en el país.

Nacido el 18 de septiembre de 1931 en Avellaneda, fue un apasionado del fútbol que ensayó sus primeros pasos en la tarea dirigencial como fundador y titular de Arsenal de Sarandí, un modesto club de pocos hinchas, que emergió del fútbol amateur y llegó a ser campeón nacional e internacional durante su gestión al frente de la AFA.

Trabajó durante 19 años en la institución del Viaducto hasta que dio el salto al club de sus amores, Independiente, donde asumió como presidente en 1976.

En los tres años previos a su asunción en la AFA, Grondona mostró toda su habilidad como dirigente, consagró al "rojo" dos veces en los Nacionales de 1977 y 1978, y trabó relaciones políticas que lo postularon para la dirección de casa madre después del Mundial Argentina 1978, en reemplazo de Alfredo Cantilo, el protegido del represor vicealmirante Carlos Lacoste.

Desde los albores de su presidencia, Grondona propuso un modelo de gestión personalista que fue característica distintiva de su construcción como dirigente, ejerciendo un poder sin oposición sostenida en el tiempo desde que asumió el cargo en 1979 hasta el final de sus días.

"Sí, Don Julio" repitieron durante más de tres décadas sus pares del Comité Ejecutivo para garantizarse una buena relación con el jefe supremo, que en paralelo al crecimiento de su figura en el ámbito local aumentó su influencia en la FIFA hasta llegar a la vicepresidencia.

El hombre de Sarandí experimentó sus primeros éxitos como directivo con la explosión de Diego Maradona, con quien tuvo una relación pendular, terminando enemistado luego de tratarlo públicamente como "un hijo" en diferentes etapas de su ciclo.

"Todo pasa", respondía el dirigente para relativizar cada una de las controversias que afrontó durante su extenso período como titular afista.

Diego le dio el primer título mundial juvenil en Japón 1979, repitiendo con el seleccionado mayor en México 1986, donde se obtuvo el segundo y último título mundial.

El combinado albiceleste fue además finalista en Italia 1990 y recientemente en Brasil 2014.

También durante su ciclo se alcanzó el oro olímpico, una de las grandes asignaturas pendientes que tenía el fútbol argentino a lo largo de toda su historia, y se consiguieron cinco campeonatos mundiales sub-20, cuatro de ellos durante la "era Pekerman", entrenador convocado por Grondona cuando era un completo desconocido hasta para el público futbolero de la Argentina.

Entre los logros que no pueden ser medidos con trofeos quedará el sello de Julio Grondona en el predio de selecciones nacionales ubicado en la localidad bonaerense de Ezeiza, un modelo de proyección internacional que sacó a los equipos argentinos del ignoto predio "Natalio Salvatori" que estaba en José C. Paz.

En el plano local, los clubes grandes perdieron el monopolio de los títulos que exhibían desde la creación del profesionalismo e incluso conocieron el descenso durante su gestión: San Lorenzo fue el primero y luego lo siguieron Racing, River e Independiente.

Algunos equipos chicos, en cambio, alcanzaron la gloria: Argentinos Juniors, Ferro Carril Oeste, Lanús, Banfield y Arsenal fueron campeones por primera vez durante el período de Don Julio, especialmente bajo la modalidad de torneos cortos, una invención grondonista de discutida eficacia deportiva que se extendió a nivel regional por varios países del continente.

Todos los clubes, sin excepción, experimentaron una dependencia económica de AFA sostenida principalmente en la titularidad de los derechos de televisión por parte de la entidad, ahora negociados con Fútbol Para Todos.

La pérdida de Grondona invariablemente quedará cristalizada en el tiempo como una etapa de avances y retrocesos, legada por un dirigente de raza, que logró como nadie antes la perdurabilidad en el poder por su excepcional cintura política.