CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
23-08-2014

"Cuando te gusta lo que hacés, la motivación está ahí"

Por Marcelo Solari [email protected] Twitter: @SolariMarcelo

Vive con suma tranquilidad este nuevo capítulo en su dilatada -y muy exitosa- trayectoria como basquetbolista profesional. Rubén Oscar Wolkowyski, el "Colo", iniciará su tercer ciclo en Quilmes. Y por ahora prefiere no ir más allá de esta temporada.

El pivote tomó la decisión de continuar jugando luego de consensuarla con su esposa, Mariana, y sus hijos, Tomás y Florencia. Dueño de una carrera magnífica, el chaqueño compartió con LA CAPITAL parte de su historia en la siguiente entrevista:

-¿Quién dio el primer paso para este operativo retorno? ¿Fue una inquietud tuya?

-No, fue Pablo (Zabala) el que tomó la iniciativa y me propuso jugar. Si bien yo no me consideraba un ex jugador, venía de una mala experiencia en Chaco, ya había dejado y quería empezar a tomar otro camino. Dentro del básquet, pero otro camino. Entonces mi hija, que ya tiene 11 años y entiende lo que significa ir a ver un partido, fue la que me ayudó a tomar la decisión. Me dijo: "Papá, yo quiero verte jugar en Quilmes", y entonces no lo dudé. Lo llamé a Pablo y le confirmé que iba a jugar. Por supuesto que también me apoyaron mi señora y mi hijo y estoy seguro de que esto lo hago porque es Quilmes. Si fuera otro club, no lo hubiera hecho.

-¿En Sarmiento la pasaste mal?

-El proyecto era muy bueno. Pasa que cuando (Jorge) Capitanich dejó la gobernación para ser Jefe de Gabinete, quedó gente a la que no le gustaba el deporte y terminó mal. Pero a mí, Capitanich me cumplió todo y tengo una relación de amistad con él.

-Dijiste que ahora disfrutabas más que antes. ¿Esta decisión también tiene que ver un poco con eso?

-Sí, porque venir a entrenar, estar con el grupo, es un placer. Y todavía no jugamos ni un partido. Ya me pasó en

la temporada pasada. Entrar a la cancha y disfrutar de cada

práctica y de cada partido. Ganar y estar contento o perder

y saber que enseguida hay revancha. Antes me pasaba de

volver a casa y no poder dormir en toda la noche después de una derrota. Esas son cosas que más o menos aprendí a controlar. Entender que hay un después y que no se termina todo si te toca perder.

-¿Ese "hay un después" está relacionado con la posibilidad de que dejar de jugar puede ser traumático para muchos?

-No para mí. Yo conseguí muchas cosas con el básquet. Muchas más de las que yo quería. Y las cosas que se me dieron, se fueron dando solas. Nunca las forcé. Como ahora esto de Quilmes. No supone un trauma para mí dejar de jugar. Había decidido largar y estaba bien. Surgió esta posibilidad y me volvieron las ganas de entrenar y de jugar. Pero no sufría porque no estaba jugando.

-Mucha gente se pregunta cómo alguien que fue campeón olímpico, que jugó cuatro Mundiales y en tres equipos de la NBA encuentra la motivación para seguir planteándose nuevas metas. ¿Cómo lo explicás?

-Porque me gusta. Cuando te gusta lo que hacés, la motivación está ahí. Sé de muchos jugadores para los cuales el básquet es un trabajo. Y llega un momento en que se saturan. Es porque no les gusta lo que están haciendo, sino que van porque les pagan. No digo que esté mal, al contrario. Pero llega un momento en que lo descubren y empiezan a dedicarse a otra cosa. Hoy, yo todavía disfruto de venir a entrenar, de entrar a una cancha y de subir a un

colectivo para viajar con el equipo. Está claro que el día

en que empiece a sufrir eso, voy a tener que dejar de jugar.

-A lo largo de tu carrera te ganaste un lugar protagónico en los equipos en donde te tocó jugar. Llegás a Quilmes que tiene a su pivote titular y al suplente que, aunque tiene 21 años, está por jugar un Mundial. ¿Estás dispuesto a cumplir el rol de tercer centro del equipo?

-Sí, por supuesto. Hablé con Leandro (Ramella) y le dije que yo me acoplaba a lo que fuera necesario para el equipo. No puedo pretender, ni tampoco quiero, que nadie crea que voy a jugar un partido entero. Van a ser tres partidos por semana y más que nunca tendría que jugar entre 15 y 20 minutos. Físicamente tendré que ir dosificando y además entiendo que hay dos jugadores que están adelante mío y yo tendré que entrar para ayudar al equipo cuando sea necesario o cuando lo disponga el entrenador.

-En tu rol de entrenador de hombres altos trabajaste con Tayavek Gallizi. ¿Cuál es tu opinión sobre él?

-Le va a venir muy bien estar en un Mundial. Te cambia mucho la cabeza. Te abre un panorama distinto, que en un club no lo tenés. Entiendo que habrá que seguir trabajando y ajustando cosas con él, porque no quiere decir que cuando vuelva del Mundial va a venir transformado en el pivote dominante que todos queremos que sea. Es un primer paso muy grande y le va a servir, sin dudas, pero depende de él que continúe su evolución. Todavía tiene un techo muy alto porque está en pleno ascenso. Es un jugador de Selección pero no hay que presionarlo para que saltee etapas. Es muy joven y tiene muchas cosas por aprender todavía.

-¿Qué opinás del plantel de Quilmes para esta temporada?

-Es un buen grupo y un buen equipo. En la temporada pasada no se apostaba mucho por Quilmes porque había otros rivales con nombres más fuertes y otras aspiraciones. Sin embargo, funcionó muy bien y obtuvo mejores resultados y mejor nivel que otros equipos que tenían más nombres y más inversión. Espero poder acoplarme bien a este grupo y poder aportarle lo que necesita de mí para hacer la mejor Liga posible.

-Como palabra autorizada acerca de la Selección Argentina, ¿cómo la ves para el Mundial?

-Nos tocó una zona fácil dentro de todo, si bien no tener a Manu (Ginóbili) y Carlitos (Delfino) significa no tener a dos jugadores que sacan el equipo adelante. Puedo hablar de Manu porque me llevó a una final olímpica y la ganamos. Es uno de los pocos jugadores capaces de eso. Sin desmerercer el trabajo que hacen los demás, él marca la diferencia dentro de una cancha. Creo que Argentina va a pasar la primera fase, donde hay equipos muy flojos, como Filipinas y Senegal. Pero no creo que pasemos un cruce si nos toca España.

-¿La medalla olímpica marcó el momento más importante de tu carrera?

-Hay muchos momentos signficativos. Cuando llegué a la Liga con Quilmes, cuando salí campeón de la Liga con Estudiantes de Olavarría, cuando llegué a la NBA. Pero la medalla de oro olímpica no se compara con nada. El sentimiento que te genera hacerlo por amor a la camiseta de tu país es indescriptible.

-¿Duele todavía aquella bandeja de Hugo Sconochini fallada en la fnial de Indianápolis 2002?

-Justo estuve mirando ese partido hace unos días y sí, duele. Duele porque era otra medalla de oro que podríamos tener. El básquet es así. Perdimos y podríamos haber ganado. Si bien todos hablan de un error del árbitro (N. del R.: el dominicano Reynaldo Mercedes), yo creo que con Manu al 100%, esa final no la perdíamos.

-¿Encontraste a alguien como él en otros equipos en los que jugaste?

-Hay muchos jugadores muy buenos. Lo que veo en Manu es que cuando tiene que hacer puntos, los hace. Y cuando tiene que jugar para que otro los haga, también lo hace. Eso lo diferencia de otros, que por ahí hacen 30 o 35 puntos todos los partidos pero no ganan ningún torneo.

Aquel debut, los Sonics y el mundo NBA

-¿Qué recordás de aquella llegada al club cuando tenías 18 años?

-Cuando uno deja a su familia, a sus amigos, se hace muy duro. Pero yo siempre supe que tenía que apostar a mi carrera y también que iba a hacer nuevos amigos. Sufrí cuando me fui de Chaco y también cuando me fui de Quilmes. Sabía que el básquet era mi carrera y aposté todo ahí, porque las cosas que me daría el básquet eran las que mi iban a quedar. Y hoy, después de 20 años, vuelvo a Mar del Plata y las puedo seguir disfrutando.

-Se habló mucho una pelea que tuviste con Facundo Sucatzky. ¿Fue tanto como se dijo?

-No, para nada. Eso pasó en la Liga 1996/97. Fue de esas discusiones normales que suceden dentro de una cancha, en un partido o en un entrenamiento. Pero con Facundo tengo hoy la mejor onda. No porque discuta con un jugador voy a estar peleado. El es base, yo pivote y a veces desde cada posición, las cosas se ven diferentes.

-¿De tu paso por la NBA lo mejor fue en Seattle Supersonics?

-Sí, es lo que más recuerdo. Me marcó mucho haber llegado a la NBA. Siempre la primera vez es muy especial. Por eso también tengo este sentimiento por Quilmes. En los Sonics me pasó algo similar, al margen de que también me sentí bien en Dallas, con los Mavericks, y en Boston, con los Celtics.

-¿Era lo que imaginabas el mundo de la NBA?

-No, porque en esa época vos lo imaginabas de una forma y cuando llegabas, era diez veces más. No te deja de sorprender día a día lo que ves y cómo se manejan. Más allá de que nosotros estamos acostumbrados a una forma de jugar, entrenar y vivir en nuestra Liga, allá llegás a lo mejor de lo mejor del mundo y te das cuenta qué lejos estamos.

-Naciste en Chaco, con calor y humedad y en donde más cómodo te sentiste fue en Moscú, donde hace tanto frío y nieva?

-(Se ríe) Sí. Casi nadie está acostumbrado a convivir con la nieve y parece muy duro. Moscú me encantó. La nieve es linda pero incómoda, porque se hace barro, es una mugre y te ensuciás fácilmente. Pero es una ciudad muy linda y estuve haciendo lo que más me gustaba. Igual, de cada lugar que conocí aprendí cosas nuevas, costumbres nuevas. Todas esas cosas que me pasaron durante 20 años se las tengo que agradecer al básquet.

-¿Aprendiste a hablar en ruso?

-No. A ver, en su momento entendía bastante, de escuchar todo el día hablar en ese idioma. Aprendí algunas palabras pero con el tiempo te olvidás porque no practicás nunca. Griego y polaco tampoco aprendía, aunque como les pasa a los norteamericanos que vienen acá, nosotros lo primero que aprendíamos eran las puteadas (risas).