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30-09-2014

River es más, pero el Superclásico es otra cosa

Boca llega de punto, pero en estos partidos eso genera una rebeldía positiva que puede cambiar la ecuación. Los de Gallardo tienen un jugador bien diferente, desequilibrante, como Teo, y una clara idea de juego.

por Vito Amalfitano

Hay una palabra que los diferencia: jerarquía. En el plano individual, no es que River tenga para derrochar, pero en Boca directamente no hay, o la dejaron ir. Pero, además, a ese plus individual que el equipo de Gallardo tiene en Teo Gutiérrez, por ejemplo, uno de los cuatro o cinco jugadores bien diferentes del fútbol argentino de hoy, hay que agregarle la distancia que marca en el plano colectivo.

Hacía mucho tiempo que esta ecuación no se revertía tan diametralmente en la previa de un Superclásico, el que se jugará el domingo a las 18.15 en el Monumental.

Claro, es la era post Riquelme, y Boca no solo no reemplazó -si es que se pudiera- la enorme categoría de Román, sino que se desjerarquizó groseramente en los últimos años, para concluir en un plantel sin líderes positivos, sin referentes de valía y sin jugadores diferentes que desequilibren por sí.

River hizo el camino opuesto. El derrumbe fue el descenso, y aunque esa mancha lacerante para su historia no se borra nunca más, el sendero del regreso decidió transitarlo desde hace un tiempo con fidelidad a su identidad y rica historia futbolera, más allá de sus carencias, de sus limitaciones económicas.

Las diferencias individuales

Entonces hoy River puede hacer gala de un arquero sobrio, Barovero, que siempre suma, que siempre aparece en las difíciles, de rendimientos regulares, parejos. Tiene defensores rápidos, lo que hoy es oro en polvo en el fútbol argentino, sobre todo para equipos que tienen que achicar hacia adelante. Mezcla de juventud con ductilidad y fogueo en la adversidad -Funes Mori, Pezzella cuando le toca- más experiencia y títulos para atesorar en Mercado, Maidana, Vangioni.

La ausencia de Kranevitter es sensible, y se sintió en los dos últimos partidos, pero no hay que dejar pasar que su reemplazante, Ponzio, es de los jugadores con más experiencia, oficio y antecedentes internacionales entre los volantes argentinos. Y River tiene un enganche -hablando de oro en polvo- un hallazgo de Gallardo, Leonardo Pisculichi, que es enlace pero también entiende muy bien el juego.

Y Mas allá del buen momento de Rodrigo Mora, es Teo Gutiérrez el jugador diferente, el de jerarquía superior.

Los dos referentes que a Boca le quedan en cancha, Orión y Gago, -"Cata" Díaz está lesionado- están más enfrascados en discusiones intestinas que en potenciar al equipo. Aunque si Gago dejara de lado su fastidio crónico y recuperara su poder de pase, le daría una leve esperanza al equipo de Arruabarrena. Le seguirá faltando a Boca el segundo pase, o el penúltimo, aunque puede aspirar a repetir lo del gol ante el tibio Quilmes: línea de corte efectiva,-en ese caso fue Gago sobre Romero- y corridas por los extremos de Chávez y Carrizo. El intento de equiparar con vértigo la falta de juego.

La presión de los dos

Y ahí puede estar una de las claves del Superclásico, más allá de esa diferencia de jerarquía entre ambos planteles y ambos equipos. En la efectividad de la presión sobre la salida del rival puede radicar casi medio partido ganado. Los dos equipos tienen casi esa única similitud, la del pressing en tres cuartos. Con la diferencia de que River generalmente sale por abajo, con un arquero que sabe salir jugando, y Boca divide a menudo con un pelotazo. Pero en esa virtud de River, paradójicamente, Boca puede encontrar el resquicio, si la presión de Meli, y eventualmente también de Gago, lo hacen dudar a Ponzio y cía en la salida, además de Chávez y Carrizo sobre los laterales. Más allá del oficio, Ponzio tiende a desordenarse más que Kranevitter, no sostiene tanto el eje, y ahí Boca debe apostar para el equilibrio de la balanza.

Claro que la presión más arriba sobre zagueros como Echeverría y Magallán puede hacer eventualmente más estragos.

Algún detalle puntual como ese puede definir el Superclásico si es que se da un trámite parejo, cerrado, si ninguna de las dos presiones prevalece. Claro que hoy por hoy, en un partido normal, ese trámite es improbable. Aun en el domingo que Boca ganó y River empató se vio que el equipo de Gallardo es mucho más por jerarquía individual y talento colectivo. Con una idea clara de juego, con cualquier rival y en cualquier circunstancia. A la patética producción que vimos de Boca en la Bombonera ante Quilmes, equipo de otra categoría al que se le ganó por desvío en un defensor, River le antepuso un ida y vuelta con mucho caudal de juego ante un rival mucho más exigente como Lanús.

En un partido normal, entonces, casi ni habría equivalencias. Pero, se sabe, el Superclásico no es un partido normal. Boca es menos, pero le antepone que es más en la historia. Y a veces, para uno o para otro, hasta se disfruta aquello de llegar de punto, con una rebeldía que hace sacar fuerzas de dónde no las hay.

Twitter: @vitomundial

www.vitoamalfitano.com.ar