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29-11-2014

La jerarquía, la historia y el alma

La vuelta a la fidelidad a un estilo y el fogueo de los pibes en el ascenso. Y del otro lado el grave error de desprenderse de Riquelme antes de construir nuevos liderazgos en serio, no de barro.

Por Vito Amalfitano (Twitter: @vitomundial/www.vitoamalfitano.com.ar/Desde Buenos Aires).- La fiesta previa fue casi como la de la Bombonera de una semana atrás. Con más fuegos artificiales, quizá también con más colorido, aunque con menos fervor acústico, un poco por la gente, bastante por las diferencias entre los estadios, por la condición de caja de resonancia inigualable que tiene la cancha de Boca.

Pero al final del partido en el el Monumental, los alrededores de la cancha y hasta en las calles céntricas de Buenos Aires, la gente de River armó una fiesta casi de campeón.

Quizá fue por el desahogo. Por los sufrimientos cercanos, por el laserante descenso, porque se pudo sacar finalmente el estigma de todos los mano a mano perdidos ante el clásico rival. Probablemente por ese síndrome Boca, por los antecedentes, es que el Monumental estuvo casi mudo durante gran parte del partido y sobretodo en el cierre del encuentro, cuando parecía que River tenía todo más controlado que nunca, ante uno de los Boca de menos jerarquía de las últimas décadas. Es que perduraba el temor por un gol que otra vez volcará la historia, como en aquella semifinal de Libertadores de 2004.

Lo cierto es que miles salieron a vestir la camiseta de River con orgullo para una alegría con rango de título de campeón.

Para ello hubo un encuentro en el que River ganó apretadamente en el resultado, aunque con mucha autoridad en el segundo tiempo, y más allá del detalle fundamental del penal de Gigliotti, la superioridad sobre Boca fue notoria en algunos aspectos claves, como la prestancia de su defensa, la intervención decisiva de su arquero, el valor de tener un enganche, que juega libre y aparece en el vacío como Pisculichi en el gol...

Pero nada es casual. Hay razones evidentes por las cuáles River se sacó un molesto estigma de su rica historia al mismo tiempo que Boca jugó con su historia y la dañó. Nunca en finales o mano a mano River había superado a Boca. Pero esta vez fue distinto porque los errores y la inoperancia dirigencial vaciaron a Boca de jerarquía y de alma en la misma proporción que River se fue fogueando en el fango del ascenso y después estos nuevos dirigentes apostaron a un entrenador que le devolvió al equipo la fidelidad a un estilo que lo hizo grande.

Por soberbia, mal diagnóstico, incapacidad, negligencia, la dirigencia de Boca no cuidó al último gran referente, se quedó sin el mejor jugador de Argentina y máximo ídolo del club, quien había terminado en gran nivel el campeonato pasado después de una dura lesión (desprendimiento de aductor). Creyeron que jugadores como Orion o Gago podían asumir un liderazgo para el que no están capacitados. Y conjuntamente con cierta prensa complaciente hicieron creer que jugadores como Chavez o Meli, con algunas señas particulares propias del ADN de un jugador de Boca, ya podían ser ídolos en dos meses.

Es cierto que Riquelme alguna vez se retirará, y que la historia de Boca continuará. Pero mientras tanto Boca no podía darse el lujo de quedarse sin él hasta tanto no construyera nuevos liderazgos. Faltó el juego, y también el grito y la presencia, tanto en la Bombonera como en el Monumental. Todo eso que le sobró a River, con defensores rápidos, con chicos que se curtieron en la B, con un motor como Sánchez, con un generador de juego como Pisculichi y un delantero a la altura de las circunstancias, de jerarquía real, como Teo Gutiérrez.

Nada es casual. Y nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. En Boca hubo engaño, en River realismo y retorno a las fuentes. Así están las cosas.

El 3 y el 10, 21.15

River jugará las finales de la Copa Sudamericana de fútbol ante Atlético Nacional de Medellín los miércoles 3 y 10 de diciembre, ambos a las 21.15 hora argentina.

El primer encuentro, programado para el 3 de diciembre, se jugará en el Estadio Atanasio Girardot, de Medellín.

La revancha será el 10 de diciembre, en el estadio Monumental.

En su camino a la final, Atlético Nacional eliminó en semifinales al San Pablo, de Brasil, y River derrotó a Boca.