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27-01-2015

Adiós Román, hasta pronto

No se va por el paso del tiempo sino por culpa de la actual dirigencia de Boca, que lo dejó en un callejón sin salida. El mismo lo dijo: ?No podría jugar contra Boca?. Cuando ellos ya no estén más, volverá al jardín de su casa para superar el récord de Mouzo, como presidente o como lo que él quiera.

por Vito Amalfitano

La sensación de vacío se mezcla con la bronca. No es un retiro igual a los demás. Porque dice adiós en paz, tranquilo con su conciencia, y tras conseguir objetivos, como siempre. Pero el fútbol argentino no se debe quedar en paz, primero porque perdió a su exponente más genuino, pero también y fundamentalmente porque hizo poco para retenerlo, para cuidarlo, para defenderlo como su emblema.

Si antes se eligieron algunos técnicos de la Selección que le cerraron las puertas a un conductor en serio, y se perdieron oportunidades inmejorables (ante todo, en 2002, cuando era indudablemente el mejor jugador del mundo; también en 2010), ahora el fútbol argentino no apareció con propuestas seductoras para tenerlo un tiempo más en las canchas. Y el primer culpable, claro, es Boca, su club, donde está el jardín de su casa.

No es un retiro igual a los demás. Primero porque Riquelme es diferente a todos. El que más entendió y entiende el juego en la historia del fútbol junto con Zinedine Zidane (Maradona es extraterrestre, no necesitó entender siempre el juego, simplemente lo resolvió). Pero no es un retiro igual a los demás, ante todo, porque no es por el paso del tiempo. Riquelme no se va porque no puede jugar más. A la realidad no se la puede dibujar ni cambiar. Riquelme acaba de conseguir un objetivo, acaba de ascender a Argentinos Juniors. Y fue así, literalmente. Los que vieron todos los partidos del equipo de La Paternal en la B Nacional saben que sin Riquelme ni siquiera peleaba el ascenso. Y Riquelme hace 7 meses jugó su último partido en Boca con el mismo nivel, ¡el mismo, eh!, que en sus encuentros quizá más brillantes, cuando dejó enredado a Makelele y todavía no lo desataron, ante Real Madrid, o en el recordado choque ante Palmeiras por la Copa de 2001. O el nivel de 2007, cuando nunca un futbolista fue tan exclusivamente influyente para ganar la Libertadores. Como para taparles la boca también a los dirigentes que se ocupaban en recalcar que ?ya no es el de 2007?. Así terminó jugando Riquelme su último campeonato en Boca, en el que -para los ?desprevenidos? que dicen que Román ya no estaba en condiciones de darle títulos a su equipo- no pudo estar toda la primera parte del certamen por la recuperación de una grave lesión, un desprendimiento de aductor.

¿Qué cambió, entonces, para que un jugador que terminó en su club en este nivel y después consiguió un objetivo en cinco meses con otra camiseta, ahora anuncie su retiro? ¿Qué pasó para que decida dejar quien hasta hace menos de dos meses decía que seguía hasta los 40? El propio Riquelme se lo dijo a "Quique" Wolff el domingo en ESPN: ?Yo no podía jugar contra Boca?.

Riquelme se va, entonces, porque la peor dirigencia de la historia de Boca (la que también echó a Bianchi?¡A Bianchi!) lo metió en un callejón sin salida. Primero destrató, maltrató y le faltó el respeto al máximo ídolo del club durante seis meses (?Ustedes decían el domingo que yo había jugado bárbaro y el lunes tenía que escuchar que tenían que ver cómo estaba Riquelme?), cuando le contaron entrenamientos, pretemporadas, costillas y súbitamente se pusieron en reglamentaristas para decir que esperaban hasta junio, cuando a los pocos meses le renovaron el contrato hasta 2017, y con mucha antelación, a un arquero de dudoso rendimiento (responsable de varias derrotas clave en los últimos tiempos, incluida la del Superclásico del golazo de tiro libre de Román) y con 10 títulos menos que Riquelme.

Después, cuando tenía la posibilidad de redimirse de tantos desatinos, y mientras busca ?un creativo? (parece un chiste de mal gusto hacia los hinchas), la misma dirigencia de Boca (con silencio del cuerpo técnico) vuelve a cerrarle las puertas a Riquelme. Y eso es encaminarlo al retiro. Independiente le ofrece ?lo que quiera?. Podía seguir en Argentinos (?eternamente agradecidos a Riquelme?, me dijo hace unos días Luis Segura). Miguel Angel Russo lo quería para Vélez. Cerro Porteño lo esperaba con los brazos abiertos. Tinelli ya lo llamó hace unos meses. ?Yo no podía jugar contra Boca?, es la respuesta. Ni en el campeonato argentino ni eventualmente en la Copa. De ahí a decir ?sólo quería y podía jugar en Boca? hay sólo un poco más de sinceramiento, que no se lo permite en este tiempo, seguramente por el orgullo que otros no tienen.

Riquelme se va en paz. Hizo a Boca aún más grande de lo que era y se despidió en un partido en el que pibes de 20 y pico (también todavía están desenredando a Izquierdoz, de Lanús) no le podían sacar la pelota. Le dio a la Selección la clasificación al Mundial de 2006, un título mundial juvenil en Malasia, los Juegos Olímpicos de 2008. No le dio más porque la Selección no quiso y eso es también una carga imperdonable para los conductores que nos privaron de ello. A Villarreal lo puso en lo más alto de su historia, en una semifinal de Liga de Campeones de Europa. Barcelona no le dio tiempo, pero igual Román dejó su marca y su legado, un ?discípulo? como Iniesta. Y, ahora, devolvió a su club de origen a Primera División en cinco épicos meses.

Riquelme se va en paz. La paz que no tendrán nunca en su conciencia los que lo empujaron al retiro. Quedarán en la historia como los responsables. Y el fútbol argentino se lo deberá demandar por siempre.

Pero como la resignación es enemiga de la utopía, a los verdaderos hinchas de Boca les debería quedar la leve esperanza de que, o bien por ese tremendo cargo de conciencia de los que están (es improbable que lo tengan, como ?los refutadores de leyendas? de Dolina), o por decisión lógica de los que vengan, le ofrezcan a Riquelme despedirse en el patio de su casa. Pero no con un partido homenaje. Sino con 39 partidos homenaje oficiales para superar la marca de Roberto Mouzo y convertirse también en el jugador que más veces vistió la camiseta de Boca, además de ser ya su máximo ídolo. Si eso no pasa, el partido se terminó. La pelota se la llevó el dueño.