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28-03-2015

Espíritu

por Vito Amalfitano *

* Columna escrita y publicada en LA CAPITAL el viernes 11 de marzo de 2005, a diez años de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata.

Los Juegos Panamericanos de Mar del Plata rompieron con un viejo axioma, ese que marca que casi siempre la realidad es menos encantadora que los sueños que llevan a ella. Los Juegos del 95 fueron más que lo que imaginábamos. Y siempre los llevaremos en nuestro corazón, cada marplatense, casi como un hito en nuestras vidas. Porque terminamos cobijados por un espíritu que nos transmitieron dirigentes, deportistas, entrenadores e incluso periodistas que hicieron posible la inmensidad de la obra.

El espíritu que nos legó don Angel Roig, el intendente, el político, que en los Juegos "se recibió" de estadista. Porque, como pocas veces pasa en Argentina, no pensó en su mandato sino en el futuro. Y renunció a los Juegos del 91 (en los que todavía podía ser intendente él y usufructuarlo politicamente, así generalmente se piensa aquí) para que se aseguren los Panamericanos del 95, en los que él ya no estaría en el cargo (en el palco había un impresentable ex comisionado, silbado por todo el estadio, como el dictador Videla en la final del 78).

El espíritu que nos transmitió la gente, que desbordó los escenarios y las calles, y los voluntarios, que fueron el motor de los Juegos. El espíritu que nos insuflaron Nora Vega, Bettina Fulco, los chicos de Passarella, los titanes del básquetbol, el vóleibol, el hockey y los grandes universales que engalanaron nuestros Juegos, como Javier Sotomayor, Miller o Jager, por ejemplo.

El espíritu que nos legó, y para siempre en nuestras carreras, el querido Pepe Alvarez, jefe de deportes por aquellos años en este diario, quien escribió un libro inolvidable meses antes de su muerte. Porque el suplemento diario de LA CAPITAL de los Panamericanos fue realmente eso, un libro eterno de los Juegos. Una obra a la que Pepe le puso literalmente el alma y la vida.

La memoria, a la larga, a veces selecciona, y por eso ahora, a la distancia, diez años vista, no nos quejamos tanto como lo hacíamos todavía incluso un año después, por el "affaire" de la televisación, que no llegó al mundo como deseábamos, por un conflicto entre ATC y la OTI que no manejaron bien las autoridades nacionales.

Nos queda más el orgullo de unos Juegos únicos y posibles. Aun en medio de la segunda década infame, cuando el sectarismo social y el cambio de estructuras en el país ya se agudizaba irremediablemente, fue posible una fiesta genuina y popular, con todos los marplatenses unidos por un mismo sueño y por una misma y más grande realidad. Porque como dice Serrat, detrás de todo está la gente...