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24-05-2015

A un toque

por Vito Amalfitano

Tres imagenes. Una en nuestra aldea. Dos de bien lejos que nos acerca la televisión.

Un "tercer tiempo" en el fútbol local, con una comida entre los dos equipos que acababan de enfrentarse, Once Unidos, el local, con General Urquiza, con empate 2 a 2 (ver aparte). 

Boateng que empapa con cerveza a Pep Guardiola en una celebración bellísima en el estadio de Bayern Munich, por la obtención de la tercera Bundesliga, con colorido y participación de toda la familia del club en las tribunas. 

Los jugadores de Deportivo La Coruña, que estaban a punto de jugarse la permanencia, en guardia de honor para el campeón Barcelona, con una bandera gigante en tributo a Xavi (a punto de despedirse) como marco. 

Tres imagenes que sirven como enseñanza y ejemplo después de los días aciagos que vivimos en el fútbol argentino, con el bochornoso Boca - River.

Ahi, ante todo, hubo culpas del organizador, que no se hace cargo de nada y echa culpas para todos lados (es el estilo del color político que domina en Boca Juniors, y no solo para el fútbol). Primero fueron los árbitros, después simularon los rivales, más tarde fue la policía, enseguida le tocó a "la sociedad", ahora es tiempo de "la interna política", con una despiadada "caza de brujas" que arrasa con todo. Por ejemplo, uno de los 17 "hinchas" demandados por el club es un profesor universitario que concurre a la cancha con su hijo y que jura que lo único que hizo fue sacar un buzo del alambrado cuando vio que se venía lío. Pronto dirán que "es K", antes que pertenece a alguna agrupación opositora. De eso al "algo habrán hecho" hay solo un paso...

Pero más allá de ese ventilador que tira para todos lados para despojarse de culpas, al "diablo" se lo llamó bastante antes con aquellos mensajes de "guerra", "matar o morir" o "vida o muerte" que se multiplicaron con las redes sociales durante 26 días de los cuáles solo se habló de las "tres batallas" del Superclásico. Culpas del periodismo, de comunicadores, sin corporativismo, y de hinchas.

Con las consecuencias que esto acarreó, que pudieron haber sido mucho más graves (la "guerra" fue casi química y un jugador hasta pudo perder la vista), es tiempo de tomar conciencia de que si no paramos (si no paran) la pelota del dramatismo terminarán con el fútbol, el juego y el espectáculo. 

Por eso hay que profundizar en esas tres imagenes. Esa idea del club Once Unidos de Mar del Plata, en su flamante cancha, por iniciativa de su presidente Horacio Taccone, con una comida entre rivales, con una mesa que unió a los que van primeros y los que van segundos en el torneo local. Esa celebración majestuosa y bella de Bayern Munich, que no dramatiza con lo que perdió (la Liga de Campeones) sino que potencia lo que ganó y en el medio un gesto descontracturado del jugador más vapuleado, Boateng,- ridiculizado por redes sociales por la gran jugada de Messi que lo dejó desairado y empezó a definir la serie semifinal europea-, justamente empapando al entrenador que debería estar supuestamente descontento con él y con el equipo. Y todos los hinchas, y los jugadores con sus familias, valorando mucho lo conseguido más que con reproches para lo que se perdió.

Y esa guardia de honor de los que están por jugarse el descenso, para los campeones. En un Camp Nou repleto, con un marco similar al del estadio Olímpico de Munich. El fútbol como fiesta, no como drama. La única manera posible para preservarlo como juego, como deporte, y también como espectáculo, aunque más no sea para no matar la "gallina de los huevos de oro" desde los que lo conciben unicamente como negocio.