La delegación argentina sumó en los XVII Juegos Deportivos Panamericanos Toronto 2015 la misma cantidad de medallas totales que en los Juegos de Guadalajara 2011: 75.

Sin embargo, aunque aumentó considerablemente la cosecha de platas (10 más), hubo menos de oro (6 menos) y de bronce (4 menos), con idéntica posición final: séptimo lugar.

No puede decirse que no hayan sido unos Juegos exitosos para los deportistas argentinos. Al margen de las medallas obtenidas y de la calidad o cantidad de éstas, hubo progresos notorios en algunas disciplinas también, cómo no, algunas decepciones y por supuesto un crédito abierto. Eso sí, el exitismo previo de la dirigencia a veces lleva a cometer errores de apreciación. El objetivo para varios integrantes del Comité Olímpico Argentino -expresados públicamente antes de viajar a Toronto- era el de superar la máxima cosecha de medallas en unos Juegos fuera de Argentina: en México 1955 fueron 27 de oro, 33 de plata y 20 de bronce para un total de 80. Desde esa óptica triunfalista -acaso en exceso- los objetivos no se cumplieron con las 15-29-31 (75) obtenidas en la reciente cita canadiense. Pero como los números y los metales suelen ser sólo una parte de la historia, es preferible no quedarse únicamente con ese parámetro. Y disfrutar con algunos momentos increíbles. A riesgo de cometer injusticias, porque todas las medallas acarrean un mérito insoslayable, hubo varias doradas que tuvieron una carga emotiva o una repercusión superior: la de Federico Grabich, en natación, la de Los Leones, en hockey, la de la dupla Gallay-Klug, en beach volley, las de los karatecas Julián Pinzas y Miguel Amargós, la de Maira Arias, en patín y, acaso por dejar la última imagen de los Juegos y porque enfrente estaba Brasil, la del vóleibol masculino.

Momentos inolvidables, únicos e irrepetibles. Que no hacen otra cosa que escribir la historia grande del deporte internacional. Y que afortunadamente, tiene muchos argentinos/as -también marplatenses- como protagonistas de unos cuantos capítulos.