CERRAR

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30-11-2015

No es correr, es sentirse vivo

Por Marcelo Solari

Primera aclaración, valiosa y necesaria, por cierto. El Maratón 2015 fue un éxito rotundo, extraordinario. Eso no quiere decir que lo haya sido la experiencia particular (debut, por otra parte) de quien esto escribe.

Con el "chip" incorporado de reflejar por años lo que pasa desde afuera, como mero observador, había que animarse a cambiarlo alguna vez y contarlo desde adentro, como protagonista (o algo parecido). ¿En los 42K? No. ¿En los 21K? Tampoco. Sí en los humildes 10K que -justo es reconocerlo- para este periodista por momentos parecieron 100K. Pero 100K amigables. Porque no fueron una tortura ni mucho menos. Nunca puede serlo correr (o por mejor decir, trotar) por ese paisaje inigualable que nos regala la costa de Mar del Plata. Más aún, en un día con sol a pleno como sucedió ayer durante la mayor parte de una espléndida mañana de primavera.

Bondades organizativas al margen (nada sale tan bien por casualidad, sino que ha sido el fruto de años de estudios y trabajo para que cada vez el maratón saliera mejor), resulta más difícil de lo esperado poder reflejar o expresar algunas sensaciones que sólo pueden vivirse a partir de la propia vivencia.

Una cosa es ver el espectáculo mágico de cada inicio de competencia, con miles de gargantas y palmas dándole la bienvenida a la señal de largada, y otra muy distinta es estar en la línea de partida, apretado junto a otros corredores, algunos más experimentados, otros menos, pero todos con el mismo cosquilleo y similar ansiedad.

Y llegó el momento, nomás. Los primeros metros, casi al paso, hasta que la calle se volvió más ancha y se empezó a abrir el compacto pelotón de "runners".

La primera decepción -puramente personal- para este periodista llegó a los 2K. El programa instalado en el teléfono celular había anunciado a través de los auriculares que esa distancia ya había sido cumplida ¡unos 200 metros antes! Traducción: los entrenamientos efectuados en los meses anteriores habían sido completados con parámetros erróneos.

En plena vorágine del impulso de los primeros metros de carrera, cuando la mente estaba lúcida y las piernas respondían, un rápido cálculo mental indicó que, en realidad, faltaba más para llegar de lo que creía el teléfono (y también el corredor).

Otra cosa difícil de explicar, si no se vive como experiencia personal, es el acompasado golpeteo de cientos, miles de pares de suelas de zapatillas sobre el asfalto. Un sonido que sólo como parte del pelotón puede sentirse. Y está buenísimo.

Como el empeño de los voluntarios para alcanzar el líquido para la hidratación. O los rociadores para refrescar a los atletas. O los aplausos y el aliento de la gente apostada a lo largo de todo el recorrido, que se hacían más intensos cuando se divisaba a alguien conocido.

¿Cómo explicarle a quien nunca tuvo la inquietud, la decisión y el empuje de esos "locos" que van para un lado y vuelven para el otro? Uniformados pero sin ningún sargento que los obligue. Conviven bajo la misma idea gordos y flacos; jóvenes, adultos y mayores (algunos, muy. ¡Chapeu para ellos!). Y sí, también, antes de que lleguen las cargadas de los graciosos de siempre en la redacción del diario, también altos y petisos. Todos tras un mismo objetivo. Especialmente llegar. Y si se puede, mejorar la marca.

Sonidos y sensaciones únicas. Esto no es correr. ¡Es sentirse vivo! Aunque el cansancio de a poco se imponga y comience a ganar la batalla. Encima, la aplicación del teléfono ya felicitó al periodista supuestamente por haber cumplido con la distancia estipulada. ¡Y todavía la meta estaba como a un kilómetro! De cualquier manera, ya faltaba poco. El último esfuerzo requirió de una intensidad mayor. Y una postura elegante (aunque la lengua afuera delatara otra cosa). No era cuestión de llegar arrastrándose. El orgullo también tiene su lugar en estas cuestiones.

¿Lo mejor? Todo. ¿Lo peor? Habrá que esperar hasta el año que viene. ¿O alguien piensa que semejante demostración de clamor popular puede no continuar? El Maratón es propiedad de Mar del Plata y de los marplatenses. Para compartir con todos.