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29-06-2015

Yashim Salhi, confesó de haber decapitado a su jefe

El autor del atentado en Francia contó mató a su superior en un estacionamiento de la empresa de paquetería en la que trabajaba, pero no explicó por qué lo hizo.

Yashim Salhi, el hombre que había sido detenido por la Policía francesa por el atentado del viernes pasado en Lyon, confesó haber decapitado a su jefe y haber tratado de volar una planta química, pero no explicó por qué lo hizo, según fuentes de la investigación.

Tras 30 horas de silencio, el presunto autor del ataque comenzó a hablar con la policía y contó que asesinó a su jefe en un estacionamiento de la empresa de paquetería en la que trabajaba desde hacía unos meses y, posteriormente, lo decapitó, según informó la agencia de noticias EFE.

Salhi, de 35 años y padre de tres hijos, relató que después de decapitar a su jefe se subió a la furgoneta de reparto en la que habitualmente hacía su trabajo y se dirigió a la planta que la empresa estadounidense Air Products tiene en Saint-Quentin-Fallavier, a pocos kilómetros de Lyon, tercera ciudad de Francia.

Allí, tal como se desprende de las grabaciones de las cámaras de seguridad, le abrieron la puerta pensando que iba a hacer una entrega.

Salhi, en cambio, colgó la cabeza de su jefe de una valla y la rodeó de banderas con inscripciones islamistas, antes de estrellar el vehículo contra un almacén repleto de tanques de gas, lo que provocó una gran deflagración, que afortunadamente no afectó a ninguno de los casi 50 trabajadores que estaban en la planta.

Levemente herido, continuó relatando el sospechoso a la policía, se dirigió a otro almacén, en donde finalmente fue reducido por un bombero cuando abría tanques de acetona, aparentemente con la intención de volar por los aires la fábrica.

La claridad del relato se detiene ahí.

Salhi no habría podido explicar claramente qué lo motivó a tomar la extrema decisión de decapitar a su jefe y luego intentar hacer explotar una planta química con casi 50 trabajadores adentro.

Los medios franceses dieron muestra de esta falta de certeza al deleitarse con un amplio espectro de explicaciones de índole personal, como que el hombre de 35 años y padre de tres hijos se había peleado con su esposa, o con el jefe, o pasaba por un mal momento.

La incertidumbre es especialmente difícil de asimilar en el caso francés porque ningún grupo se adjudicó el atentado, como si pasó en Túnez, Kuwait y Somalia, los otros tres países que sufrieron ataques islamistas ese mismo día, con un saldo cercano a los 150 muertos.

En estos tres países grupos vinculados o identificados con la milicia extremista del Estado Islámico reivindicaron los atentados.

Además, los investigadores franceses intentan determinar si Salhi se apoyó en eventuales cómplices, en Francia o en el extranjero, ya sea en la realización del ataque o en la preparación del mismo.

Los servicios secretos ya habían vigilado a Salhi entre 2006 y 2008 por sus vínculos con medios islamistas radicales, que volvieron a detectar de forma puntual entre 2011 y 2014.

El primer ministro francés, Manuel Valls, que suspendió su viaje a Colombia y Ecuador tras el atentado, concedió hoy su primera entrevista tras el mismo y aseguró que Occidente libra "una guerra de civilización" contra el terrorismo que "será larga".

"No es una guerra contra el islam", precisó Valls al diario local Le Monde e indicó que al frente de esa batalla debe estar "un islam de valores humanistas" contra otro que representa "la oscuridad y el totalitarismo".

Las palabras del premier se conocen días después de que la líder de extrema derecha, Marine Le Pen, pidiera "vigilar" los rezos en las mezquitas de Francia.