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17-11-2013

"Choele": padre, hijo y el pueblo de fondo

La segunda película de la Competencia Latinoamericana, "Choele", dirigida por Juan Pablo Sasiaín y con la actuación de Leonardo Sbaraglia, se proyectó ayer en el Cinema con la presencia de sus actores protagónicos y parte del equipo de producción.

?Choele? es el segundo largometraje de Sasiaín, el director de ?La Tigra, Chaco?, ganadora del premio Fipresci del 23° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. En éste puede verse la continuidad de una delicada intuición capaz de captar lo cotidiano, el universo cálido de las relaciones en ambientes de la Argentina no tan transitados por el cine más comercial.

Con interpretaciones cada vez más ajustadas al personaje que le toca a lo largo de su carrera, Sbaraglia logra en esta película un tono campechano para Daniel, un verdadero pueblerino arraigado al lugar, que prefirió por ello resignar el amor a ?La flaca?, como llama cariñosamente a su ex mujer, por ese lugar, esa casa que perteneció a su padre, y que quiere que su hijo aprenda a disfrutar como un paraíso conquistado.

Jugar carreras, el padre en su F100, vehículo característico de las zonas rurales, y el hijo en su bicicleta, ver despegar los aviones en el aeropuerto, lavar la ?chata?, ir al río a pegarse un chapuzón, forman parte de las rutinas que les otorgan a ambos personajes la dosis diaria de placer.

El personaje de Daniel se encuentra en tensión, lo mueven muchas pasiones. Desde el comienzo puede verse que el arraigo a ?Choele? lo domina, como también lo pueden las ganas de que su hijo se críe junto a él. Pero más tensión es la que vive su hijo, Coco (Lautaro Murray), un preadolescente que, en medio de los cambios propios de su edad, tiene que elegir entre quedarse con su padre en el pueblo o ir con su madre, quien cambió ese lugar por otro (¿una ciudad, Buenos Aires?, no se sabe) donde pueda dedicarse a desarrollar su arte.

Como una analogía aparece una mención a Moby Dick. Le cuenta Daniel a su hijo cómo lo sorprende siempre la imagen de ese personaje que, por obsesión, lastima a su presa hasta hacerla sangrar, por retenerla con él.

En medio de este dilema, en su viaje iniciático, Coco empieza a sentir atracción por las chicas y no sabe muy bien para qué lado correr, si le conviene o no perder la tranquilidad de niño para convertirse en un novio. Está empezando a ver cómo se hace, cuando se encuentra con la nueva amiga de su padre (Guadalupe Docampo), un fruto prohibido algunos años mayor que él.

El humor, el juego y la ternura son una constante en las relaciones que tienen lugar en esta película impregnada de la sensibilidad que Sasiaín, de la mano de la directora de actores, Lucía Moller, buscaron y consiguieron indiscutiblemente.

Sin embargo, a ese hallazgo, se contrapone la redundancia en escenas que intentan captar la necesidad interna del niño de convertirse en un hombre: afeitándose una barba que aún no dio sus primeros pelos, fumando unos cigarrillos apagados, tomando whisky, aunque en el repertorio de pasos que dominan no exista más que el malambo.

Aún cuando le da el título a la película, la ciudad rionegrina se ofrece como paisaje, y no parece condicionar demasiado la relación entre los personajes, que es el motor del filme. Sobre este asunto, su director explicó después, en una charla con el público, que el habituarse al lugar fue el comienzo de la escritura de la historia. ?Hay cosas que son intuitivas en el acto creativo, una parte consciente y una parte inconsciente. Cuando decido ir a escribir allá, primero pongo el título y en el medio empiezan a aparecer las historias. Esa historia sucede ahí, no puede pasar en otro lado. Tiene mucho aire de lo que a mí me sucedió estando en ese espacio?, aclaró.

En ?Choele?, pueden reconocerse escenas de gran calidad actoral. Una de ellas es una charla entre Daniel y Coco sobre cómo conquistar a una chica, una especie de clase, de gran conexión entre los intérpretes. Tal es así que en la proyección de ayer, finalizada esa escena cargada de humor y ternura, Sbaraglia tendió su mano para apretarla con las del pequeño y felicitarse mutuamente por el hermoso momento logrado.

Sbaraglia contó que para llegar a la naturalidad que puede reconocerse en no pocas escenas, tanto el director como los actores estuvieron mucho tiempo impregnándose del clima del lugar, su gente, sus hábitos y que no hubo ?tiempos muertos? durante el rodaje, sino que fueron aprovechados para dotar de más realismo a los personajes.

Promediando la proyección, la película se vio interrumpida por problemas técnicos, para reanudarse quince minutos más tarde. Al finalizar, el director bromeó: ?Los esperamos para la segunda proyección, y que no haya otro entreacto forzoso. Caso contrario, prometo convidarles con whisky?.