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27-07-2014

"La música en vivo hoy en día es un trabajo de resistencia cultural"

Es bajista, cantante y compositor. Trabajó en varias ciudades del mundo y, en Argentina, acompañó a Spinetta y a Fito, entre otros grandes. Decidió radicarse en Mar del Plata. Con su trío, se presentará todos los domingos de agosto. El semillero de músicos locales y la crisis de la música en vivo.

Una mirada cosmopolita, tan de los que vivieron en grandes ciudades, en diferentes países. Por París, Zurich, Boston, Las Vegas y Buenos Aires paseó su música, dirigió orquestas, estudió, aprendió al lado de grandes figuras del rock, del folklore y del jazz (Lito Epumer, Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, Alejandro Lerner, entre otros). Este bajista, docente, compositor y cantante, nacido como Paul León en homenaje a su abuelo francés, desembarcó en Mar del Plata: lo sedujo la posibilidad de construir una vida más tranquila para criar a su pequeña hija. Esas ganas tan humanas de echar raíces cerca de los seres queridos. "Viviendo en Las Vegas ya quería estar en Mar del Plata", recuerda Paul Dourge, siempre correcto, aún más preciso en las respuestas. "Es que acá tengo familia, por el lado de mi madre, mi tío, mi tía, primos, primas, en total tengo a veintiún familiares, tengo un nexo afectivo muy importante con esta ciudad. Además, este es un paraíso para navegar a vela. Fui parte del equipo argentino de vela", cuenta.

Para el 2001 estaba en Las Vegas como director musical de banda en vivo del Hotel Casino Bellagio. "El hotel tiene tres escenarios y en cada uno hay por lo menos tres bandas que tocan por el período de las veinticuatro horas. Es un trabajo de seis noches por semana, un trabajo serio, profesional, cumplís horarios estrictos y los beneficios son muy buenos, te tratan muy bien. La música que le dan al cliente es un valor agregado que lo pagan con las ganancias del casino", detalla.

Sin embargo, la caída de las Torres Gemelas aceleró sus ganas de regresar a la Argentina. "Después del 2001 la sociedad cambió mucho, empecé a sentir que extrañaba más. Estaba por volver, pero mis amigos me decían que acá en esa época estaba todo mal, entonces esperé. Finalmente en el 2004 decidí regresar".

Primero fue a Capital Federal. Pero ocho años después, ya casado, rehizo las valijas, tomó la autovía 2 y llegó al mar. "Buenos Aires nos parecía una ciudad muy hostil para tener familia, estábamos buscando un lugar adonde emigrar dentro de nuestro país y el lugar ideal fue Mar del Plata, porque tenemos una autopista, porque de vez en cuando voy a Capital por una grabación o una presentación en vivo, cada vez voy menos pero sí, sigo yendo. Nuestra beba es marplatense", dice.

También lo es el trío que armó: junto a los marplatenses Eduardo Palomo en piano y Luciano Montes en batería se presentará todos los domingos de agosto a las 22 en el escenario de Dickens (Diagonal Pueyrredon y Rivadavia). "He descubierto a músicos extraordinarios en Mar del Plata", se sorprende.

Y los nombra: "Sebastián Del Hoyo, Jorge Armani, Fernando Romairone, Facundo Passeri, René Rosano, he ido a escuchar a Pablo Olmedo y es muy interesante lo que hace, acompañé a Pablo Rabinovich, voy a escuchar a Julián Maliandi, hay dos contrabajistas que me gustan mucho: Martín de Lassaletta y Nicolás Pasetti, a Marcos Basso lo invité a tocar en el teatro Diagonal. Hay todo un semillero de chicos y de chicas y de gente adulta que está progresando y mucho. Veo una actividad creciente en Mar del Plata", opina y lo mismo dice de sus alumnos de bajo. A su juicio, lo que sigue faltando es público. "Veo que el marplatense sale mucho a comer, hay mucha actividad gastronómica pero quizá todavía no hay tanto público que salga a escuchar a un grupo".

-¿Qué diferencia notás entre hacer música en vivo en Argentina, en Mar del Plata y en otras ciudades del mundo?

-La música en vivo en las grandes ciudades hoy está pasando por los canales subterráneos, porque la masificación del entretenimiento ha suplantado al entretenimiento cultural. Se hace difícil sacar a alguien de su casa: puede estar conectado a Facebook, mirando la televisión o jugando videos. Entonces la música en vivo hoy en día es un trabajo de resistencia cultural. Nuestro tesoro es el público que sigue a la gente que toca buena música en vivo, necesitamos de esas personas pero lamentablemente hay un problema serio. En la ciudad de Los Angeles por ejemplo, si vas y querés escuchar buen jazz en vivo no tenés tantos lugares. Cerraron los boliches emblemáticos, no tenés ese boliche chiquito de jazz donde ibas a ver a grupazos. Yo estuve en el 2001 en San Francisco para acompañar a una cantante de soul que se llama Paris Red. Nos contrató la municipalidad de San Francisco. Era un sábado, terminamos temprano y con el baterista queríamos escuchar buen jazz. Salimos a recorrer y nos llevamos la gran desilusión porque habían cerrado muchos boliches. Terminamos en uno que era de los más importantes, estaba semivacío y charlando con los músicos me confirmaron que habían cerrado muchos lugares.

-¿Te parece que la ejecución de la música en vivo está en crisis?

-Por lo menos lo que es la música en vivo en lugares chicos. Para los músicos independientes que no tienen atrás todo el aparato publicitario de los grandes festivales, como puede ser el Festival Lollapalooza, sí, podemos hablar de una crisis, pero podemos hablar también de una resistencia paralela de los músicos que, en nuestro país, es increíble. Por eso es importante que los músicos vayamos a apoyar a nuestros pares, a veces cuesta y cuesta dinero, mucha gente no sale porque no tiene plata para salir, pero cuando uno puede tiene que apoyar la música en vivo de sus pares, me parece importante. Lo digo y lo hago.

-Además de acompañar a otros músicos desde el bajo, componés tu propia música. ¿Por qué carriles transita tu sonido?

-Tengo distintas facetas. Como artista solista te podría decir que tengo dos subfacetas. Una es la música instrumental, en la que combino ritmos afroamericanos. Cuando digo americanos hablo del continente americano con melodías y armonías influenciadas por el jazz. Compongo música instrumental sobre esos ritmos, con improvisaciones y solos para músicos. La otra faceta es como autor de canciones que tienen que ver con el soul y el funk en todos los idiomas, en castellano, en francés, tengo unas pocas en inglés y unas pocas en portugués. Soy un artista libre porque no tengo un sello discográfico. Pero siempre hay un nexo conector que tiene que ver con el blues, que es la raíz del jazz y del rock.

-¿Cuál de esas dos facetas es la que más elige el público?

-Al público le gusta más cuando canto en francés. Es algo que no planifiqué. Me gusta la lengua francesa.

-¿A nivel personal, qué te dejó la experiencia de trabajo con Spinetta, con Fito y con tantos otros?

-Fui el último bajista de Spinetta Jade. Trabajé con famosos e incluso con no famosos, Lito Epumer no es famoso y es un músico extraordinario. Lo mismo me pasó en Europa y en Estados Unidos. Lo que uno aprende en la música es que nunca llegás a recibirte. Vos podés ir a una universidad prestigiosa, podés recibirte y no llegaste, te tiene que gustar aprender. Yo sigo estudiando. En la música lo que es importante es conocer la humildad. Dice el diccionario que la humildad es conocer tus propias limitaciones y debilidades y proceder en la vida acorde con ese conocimiento. Hay que tener la humildad pero al mismo tiempo el ego necesario para poder plantarte arriba de un escenario para dar lo mejor. Pero bajás, llegás a tu casa y al día siguiente a volver a estudiar. La humildad se gana con los años. Cuando era jovencito fui soberbio, pero a medida que pasan los años vas estudiando y progresando. Tenés que encontrar un balance entre el ego y la humildad. Llegar a ser humilde me tomó años. En la música hay desafíos constantes que yo sé que nunca voy a poder llegar.

-¿Por ejemplo?

-Tocar ciertas cosas que hoy en día no las puedo tocar por el nivel de complejidad y de velocidad mental para responder a esas cosas, sobre todo en el jazz. Por eso los grandes músicos de jazz son muy humildes porque saben que por más grandes que sean todavía hay cosas a las cuales no han llegado. Pongo al jazz como un ejemplo de una música que ha llegado a complejizarse en el buen sentido de la palabra. Es el lenguaje más complejo el del jazz porque para ser un buen músico tenés que tener la técnica del clásico pero al mismo tiempo un entrenamiento auditivo como para poder responder a los estímulos del otro y que el otro responda a tus estímulos en una fracción de segundos. Tenés que generar algo sabiendo lo que esa persona acaba de tocar y pudiendo imaginar en tu cabeza lo que querés tocar y decirle a tus manos que lo ejecuten, que lo traduzcan y a medida que el tempo, la velocidad de la canción, es más alto, más rápido tenés que pensar. Pero si solamente te vas a manejar con ese lenguaje no vas a estar creando arte, no vas a emocionar a nadie. Ahí está el secreto de la cosa: que tenés que combinar ese lado intelectual, mental y auditivo con entregarte a algo que yo llamo una fuerza superior. Hay noches en las que uno conecta más que otras, en las noches en que yo conecto te aseguro que yo no soy el que está tocando, es una fuerza que se apodera de vos, es increíble. Sos un vehículo de algo, es una energía poderosa.