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31-08-2014

Yonatan Daniel Amado, autor de "Elementos del decir"

Atravesados por el agua, el fuego y el aire, los poemas de este joven de 27 años salieron a la luz recientemente, en el libro "Elementos del decir". Su trabajo como marinero, el pasaje a la adultez, la mujer y el viaje. "Escribir es algo que no se puede detener", dice.

Vive entre el mar, donde desarrolla su oficio de pescador, la necesidad de que el viaje se acabe finalmente y las letras, en las que se construye como ser sensible e intuitivo. Agua. Viaje. Poesía. A los 27, Yonatan Daniel Amado acaba de alumbrar su primer poemario, "Elementos del decir" (Editorial Martín), en el que transita por el aire, el agua y el fuego -tres de los cuatro elementos básicos- para mostrar su mirada de joven que va haciéndose hombre de a poco, a fuerza de las muertes, de la ansiedad, del amor pasional y de su nuevo rol, el de padre. "Estos poemas tienen que ver con días de asombro y de profundos cambios", dice el joven, que nació y vive en Mar del Plata y que heredó de su padre esa labor riesgosa.

"Desde chico lo que escribía se relacionaba con la música, escribía letras de canciones para la banda donde tocaba la batería -recuerda-. También escribía poemas dispersos. Luego, me adentré en la escritura cinematográfica con algunos trabajos que se han rodado y otros que aún no".

Es que Yonatan también estudia cine. Sin embargo, es en el campo de la escritura poética donde halló un modo de "combatir la soledad y la incomprensión de cierta gente", tal como define.

Y amplió ese concepto: "Uno escribe como si tradujera algo que otros no comprenden. Hacerlo es un cable a tierra, un respiro hondo, una bajada de las fibras más íntimas y sensibles de nuestro ser".

Lector de Pablo Neruda, Cesar Pavese, Par Lagervit, Alfonso Gatto, Pier Paolo Pasolini, Nazim Hitmet, Gibrán, Nicolas Vaptzarov y otros, Amado asegura estar escribiendo ahora un próximo poemario titulado "Tierra", que es el elemento que le faltó desarrollar en "Elementos del decir".

-Puede interpretarse que éste es un libro que, tal como decís en algún poema, es un ?fotograma de los días?, es decir un registro de tu presente, de tu presente feliz y enamorado. ¿Es acertado pensarlo así?

-Ante tu pregunta no puedo dejar de maravillarme sobre la multiplicidad de las interpretaciones de un libro. Creo que el artista se debe al resultado de esa lucha que existe entre el reflejo informe espiritual, que es como el Parnaso de la idea primera, génesis de la obra, con el paso posterior que pasa más con la aceptación del lector. Creo que el proceso de escritura se sucede más por esas búsquedas de lugares íntimos y silenciosos. También es cierto que la felicidad no está quieta. Mucho menos la podemos hacer morar en un espacio tan largo como el presente. Si bien en el poemario se reflejan ciertos versos de profunda felicidad y amor, creo que en la viga de la obra no son sólo esas las vetas que la componen e impulsan. Existen otros elementos que se van complementando con los que vos citás. Algo parecido sucede en la vida también.

-A su vez, se advierte la mirada del niño-joven que se va haciendo hombre. Decís: ??a tu lado vuelvo a ser niño/ A tu lado vuelvo a ser hombre?. Y también: ?Aun descubro al amor/como un niño a su cuerpo?.

-La presencia de esa mirada de infante la descubrí después, no en el momento de escribir. Es decir, cuando armaba el poemario lo advertí. Para mí la mirada de los niños se relaciona con la sorpresa, con el descubrimiento y con los cambios constantes. Y ahí sí hallo sentido a la presencia de esta manera de mirar y de decir. Estos poemas tienen que ver con días de asombro y de profundos cambios.

-La mujer está siempre presente en tus textos: la mujer compañera y amante, la madre, la abuela, la hija. ¿Qué representa la mujer para vos?

-Quien diga que no existe mujer importante en su vida, miente. La mujer cumple un rol sustancial en cada cosa que hago, que recuerdo y que proyecto. En todos estos estados, de una u otra forma, el papel femenino es acreedor de una tónica imprescindible en la obra. Ya en ciertas culturas del mundo antiguo se repara en la importancia de la labor fémina. En mi caso en particular, reconozco que este poemario es por pasajes un humilde homenaje a mi hija, a mi mujer y a mi madre, que son las mujeres más importantes de mi vida.

-A pesar del espíritu celebratorio de la vida que tiene el libro, te las ingeniás para darle espacio a la muerte. Ya en el segundo poemas decís: ??reconozco a la muerte? y hay otro poema que titulás ?Aprendiz de la muerte?. ¿Por qué aparece?

-Aquí en la vida es donde solemnizamos nuestro existir. No hay otro lugar para hacerlo. La muerte es un salón más de esa casa que vamos construyendo y que en realidad nunca poseemos del todo. Es más bien una vivienda que dejamos de testigo y herencia para lo que será cuando ya no estemos. El tiempo es muy escaso en esta empresa de vivir. El arte nos da la posibilidad de jugar con estas leyes y ser consciente de ello es un impulso y una responsabilidad.

-El libro tiene una velocidad especial, está atravesado por la urgencia, por la ansiedad de la llegada, la necesidad de que el viaje se termine, de que la espera concluya. ¿Es posible?

-Es así. Es muy real lo que decís. La urgencia es una condena: cuando uno está lejos, el viaje excede a una travesía. La vida misma es un viaje y uno no puede desear que eso se termine. Sí en mi trabajo, en lo más concreto de él: uno quiere volver para reencontrarse con lo que más ama, que en mi caso es la familia. Es, no obstante, un sentimiento dual, por un lado borrascoso y por otro lado inspirador. En la organización del poemario, en la que me ayudó mi esposa Eva, intenté darle una coherencia semántica y formal, de tal manera que el lector me acompañara en el viaje que es, como dije, poético y real.

-¿Cómo combinás el oficio de marino con el oficio de poeta, cómo se nutre uno con el otro?

-En este momento de mi vida, desde hace unos años a esta parte, mi trabajo es ser pescador. Creo que, independientemente del trabajo que tenga, en cualquiera de ellos escribiría? porque escribir deviene de algo que es más profundo e incontenible que la profesión. Uno no elige ciertas cosas?, hay cosas que lo eligen a uno y está en uno brindarse o no a ese llamado. Hace siete años que navego y es un oficio que, de alguna forma, he heredado de mi padre, Héctor Daniel Amado, marino de ley y mentor en mi vida, la persona que me ha enseñado el valor del trabajo y la responsabilidad y de cómo un hombre debe ?caminar?.

La verdad, es que en ningún momento mi condición de marinero ha sido impedimento para que dejase de escribir. Escribir es algo que no se puede detener. Y no creo que mis compañeros sepan que escribo (algunos tal vez sí). No hablamos de mí. Se habla de lo que hay que hacer? pero no de mí.