CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
24-11-2014

Competencia Nacional

Dos películas mirando país adentro.

Salud rural (2014) y Pantanal, son dos películas que muestran diferentes paisajes, pero un recorrido común: ambas se meten en el interior del país.

Salud rural, dirigida por Darío Doria, sigue al médico general Arturo Serrano, quien trabaja desde hace casi treinta años en el hospital rural de Santo Domingo, un pueblito ubicado en el centro de la provincia de Santa Fe. Aunque decir que simplemente trabaja allí es quedarse corto: ese es el hospital que él mismo construyó y que usó como hogar para su familia durante quince largos años que recuerda con emoción y orgullo. Como todo buen médico rural, Serrano atiende a pacientes que peregrinan desde quién sabe cuán lejos hasta su consultorio, y también sale él mismo a las rutas en busca de aquellos abandonados a su suerte por la vista gorda de la medicina moderna. Con la distancia justa y una fotografía en blanco y negro envidiable, Darío Doria estructura su diario de un médico rural siguiendo las rondas de su protagonista con la suficiente lucidez como para rendir homenaje a una práctica (y una concepción de la medicina) olvidada sin caer en apologías reduccionistas o falsas nostalgias. Si de algo es culpable Salud rural es de componer uno de los retratos documentales más cautivantes del cine argentino de los últimos tiempos.

En cuanto a Pantanal (2014), dirigida por Andrew Sala, hace mención a la zona ubicada en el Mato Grosso, pero también extendiéndose más allá de las fronteras con Paraguay y Bolivia, a la llanura aluvial considerada uno de los ecosistemas con mayor riqueza del planeta. A esa suerte de paraíso brasileño huye desde Argentina un hombre con una valija llena de dinero, pero acosado por las sombras de las deudas y de un hermano a quien no ve desde hace tiempo. Y junto a él, la cámara aventurera de Andrew Sala, que en su ópera prima construye una road movie realmente a la deriva con un guion escrito en la ruta misma. De esta manera, la película cruza la frontera entre documental y ficción, no solo aprovechando cada una de las locaciones para crear un particular mapa cinematográfico, sino también porque fue filmada al tiempo que el director y todo el equipo iban descubriendo por primera vez cada lugar, como una narración que también es un sofisticado cuaderno de apuntes de viaje, asumiendo el mismo punto de vista del personaje central.