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26-11-2014

"El perro Molina", un buen exponente del "cinebruto"

José Celestino Campusano en el Festival.

"El perro Molina" es un "cine Campusano". Es decir, contiene todas las prácticas, todos los guiños de la filmografía de José Celestino Campusano: su paisaje es el conurbano bonaerense. También la historia. Y otra vez, los personajes son sacados de la vida real.

Y otra vez, Campusano despliega descarnadamente ante la cámara la mugre bajo la alfombra, porque -como le gusta decir al director- "el arte puede cambiar las cosas, desde la detracción".

Su última producción, que presentó ayer ante una Sala Astor colmada -y es que Campusano, como "La Renga", como el "Indio", pero en el cine, no necesita estar en la cartelera comercial para tener seguidores, estos vienen de todos lados cuando saben que va a estrenar película-, hace foco en la historia de un marginal, Antonio el "Perro" Molina, que se plantea el último trabajo para entonces si, cambiar de vida.

Lo hace poniendo siempre por delante sus códigos de honor, extraña cosa en un mundo de marginales como él pero no por eso menos real, si es que creemos -y lo creemos-, que Campusano se basa en la vida misma para filmar. Es más, tan firmes son estos códigos, que resultan antiguos para las nuevas generaciones de delincuentes, que matan, roban y violan en sus mismos barrios, algo que no se explican los que son como Molina.

Capaz de exponer su propia vida para salvar la de un amigo o de matar por cuestiones de honor, la vida de Molina se va complicando en un mundo que ya de por sí, de simple, no tiene nada.

Y en el medio de la historia, como no puede ser de otra manera, la violencia. Aunque José Celestino Campusano dice que no le gusta que la gente se lastime, que está en contra de la violencia, esta aparece una y otra vez en sus relatos.

Y es que tal vez este mundo que refleja, no es capaz de vivir sin violencia...

Pero por lo menos, en la violencia de Campusano hay un castigo, un "karma". Ninguno de sus personajes es el mismo después de haber cometido un hecho violento. Y hasta, como Molina, da consejos acerca de cuándo y a quién matar, si es absolutamente necesario.

Puede no gustar lo que filma o cómo filma Campusano. Pero nadie podrá decir que lo que filma, no existe.

Ni que su cámara no sea provocativa. O que se levantó de su butaca sin haberse sentido sacudido.

El "cine bruto" de Campusano no tiene ni piedad ni medias tintas.

"El perro Molina", su última película, como buen "cine bruto", tampoco.