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27-11-2014

Una cámara indiscreta en la vida cotidiana de dos ancianos

El director catalán Hermes Paralluelo eligió a sus propios abuelos, Felisa y Antonio, para rodar su segunda película, "No todo es vigilia", que ayer hizo su presentación oficial en la Competencia Internacional.

El director catalán Hermes Paralluelo eligió a sus propios abuelos, Felisa y Antonio, para rodar su segunda película, "No todo es vigilia", que ayer hizo su presentación oficial en la Competencia Internacional.

Con una cámara indiscreta siguiendo todos los pasos de la pareja de ancianos, a modo de documental, Paralluelo logra un acercamiento profundo a estos personajes, que han pasado sesenta años de su vida juntos, y logra amalgamar de una manera exquisita la dulzura y el miedo que tiñen sus días y las horas.

El comienzo es en un hospital, una larga secuencia de clima sofocante del que, como los mismos pacientes, el espectador necesita salir para liberarse. Es que la historia hasta allí es densa e incierta: Antonio está internado y Felisa comienza a sentirse mal también ella. Los cuerpos son mapas de enfermedades y las personas -ellos y sus circunstanciales compañeros de desgracia-, objetos de estudio. En esa deshumanización comienza a elevarse la película de Hermes Paralluelo, que comienza a sumergirse por los intrincados laberintos de la memoria y la nostalgia, como el único escape de una realidad cuanto menos incómoda. O de la propia muerte.

Hay un visible corte en la película del jóven realizador y en esa segunda parte que el espectador ve llegar con alivio, tan contrastante con la primera, el territorio ya no es el hospital sino la casa, el hogar repleto de memorias, del calor que representa lo conocido, a pesar del frío del invierno.

Pero a la vez, se convierte en una cárcel y no en un reparo, porque se pone en marcha el miedo a lo externo, a la posibilidad de tener que ir a un asilo, y todo lo ajeno se convierte en amenaza.

Hermes Paralluelo vivió en la Argentina -filmó su primera película, Yatasto, en la provincia de Córdoba- llego por segunda vez al Festival de Cine de Mar del Plata. La primera -recordó- fue hace diez años, cuando vino como espectador. "Yo recién había llegado a la Argentina, para vivir en Córdoba, Buenos Aires y Jujuy, no conocía a nadie y pasé como cuatro días aquí, solo, viendo películas".

El pasar de espectador a director y exponiendo una obra suya en la Competencia Internacional, Hermes lo resume, simplemente, como "bonito".

Su primera película se basó en los niños. Esta última, en ancianos. Era inevitable preguntarle si le preocupan particularmente los extremos de la vida. "Sí -afirma-, me preocupan los extremos". Pero agrega entre risas: "Y la parte de la mitad, también".