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25-11-2015

"Carnavaleando", imágenes de una liturgia pagana

Guido Piotrkowski hace un recorrido fotográfico por las murgas latinoamericanas.

por Dolores Pruneda Paz

El libro "Carnavaleando" conforma un retrato documental y emotivo de Latinoamérica a través de una de sus celebraciones más populares y catárticas, capturadas por el fotógrafo Guido Piotrkowski a lo largo de 12 años de investigación que lo llevaron de Panamá a Montevideo, pasando por los emblemáticos carnavales de Río, Bahía y Oruro a otros más peculiares y recónditos como Olinda o Tilcara.

La publicación de Editorial Q reconstruye el mosaico mestizo que hace de los carnavales, peculiares según geografías e historias, una unidad de sentido de lo subvertido, donde el niño puede ser grande, el varón mujer, el rico pobre o los casado solteros.

El adiós a la carne, 'carna-vale' italiano que celebra la Europa cristiana desde el año 600, previo al ayuno y la penitencia de la Cuaresma que anticipa la Pascua, se mezcla en la América de estas páginas con los ritmos, dioses y creencias paganas que esclavos africanos trajeron en los barcos y legaron pueblos originarios.

"Lo inusual, diferente y sobre todo, auténtico, encuentra en este libro su expresión y reconocimiento", destaca Piotrkowski sobre las fotos y textos con los que alumbra ese "caos saludable" que "tiene el mismo gusto maravilloso de ganarle a Argentina", según un músico y viejo carnavalero bahiano citado en el volumen.

Los tríos eléctricos del nordestino Salvador de Bahía, los muñecos gigantes de Olinda un poco más arriba, donde el yoruba del axé deja paso a antiguos sones lusos; la cumbia de Barranquilla al norte de Sudamérica o el agua de los culecos que refresca al pueblo de Panamá son parte de la diversidad aquí retratada.

El samba de playas y morros cariocas da paso en la cámara de Piotrkowski a las diabladas, el tinku y la morenada de la región andina, que bailan sin respiro a cuatro mil 300 kilómetros sobre el nivel del mar en Oruro; mientras del otro lado de la frontera los diablitos se apoderan de Tilcara, entre coplas y carnavalitos.

La aventura de Piotrkowski comenzó en 2003, en un hotel "de mala muerte" del barrio carioca de Lapa, interesado en "lo que pasaba en la calle y el encuentro espontáneo policlasista que trasciende el sambódromo, si bien allí hay gente de todos lados que trabaja todo el año para ese espectáculo, pero es eso, un espectáculo", explica a Télam el reportero gráfico.

Parte de su entusiasmo reside en que "el carnaval es una forma de presenvar el acervo cultural latinoamericano: sin esta celebración se hubieran perdido ritmos y sones como los que persisten en la colombiana Barranquilla o sacuden la modorra de la boliviana Oruro, declarados 'Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad' por la UNESCO".

"Las murgas no son pavada en Montevideo -continúa este fotoperiodista independiente-, dicen cosas muy fuertes, se meten con todo, cosas profundas, el fútbol, la educación, la empresas, derechos humanos, cuestiones de género, el establishment".

Una importancia a la cual Carlos Daniel, de los Sambos Caporales de Bolivia, le suma otra faceta en este libro, algo "inexplicable" y transformador "cuando se baila con fe" y "desde el corazón", reproduce Piotrkowski; o "el poder del pueblo, una forma de desahogo, el caos saludable donde todos podemos cantar, bailar, disfrazarnos y sentirnos libres".

Previo a retornar a Argentina en 2005, recaló en Olinda, ciudad colonial que se alza en las ondulaciones de un terreno colorido, con mar a los lados del nordestino Pernambuco, donde encontró "un carnaval 100 por ciento callejero", cuenta, las rondas aceleradas de frevo y maracatú, músicas y danzas que entrelazan raíces lusas y africanas.

"En cada lugar toman su identidad, en Oruro -adonde llegó en 2011- lo indígena se cruza con lo religioso -repasa-, desfilan horas para llegar frente a la virgen del Socavón, la 'Mamita' a quien dedican bailes y promesas".

"Pero en la Quebrada esa mixtura está signada con lo pagano -contrapone-, asociado a los rituales de abundancia de los pueblos originarios, bailan en torno a hogueras, enmascarados por nueve días desde que desentierran al diablito en cada mojón con un baño de harina, papel picado, espuma y cerveza, hasta que vuelven a enterrarlo".

Enfocado en la forma de vincularse y bucear en la historia de esos pueblos y sus gentes, sus fotografías lo encuentran en medio de la multitud, tomando primerísimos planos, manchando el lente con agua o harina, "si no te subís a la marea, la marea te expulsa", resume sobre el movimiento que tan bien retrata en su libro.

Télam.