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06-02-2016

"Rommy Schneider", la motoquera de "El Globo de la Muerte"

Todas las noches en el Circo Rodas, Romina Elizabeth Granada se sube a la moto y junto a otros ocho compañeros desafía a la ley de gravedad en el interior de una esfera de metal. La historia de una chica que quería ser bailarina y que nunca había visto un circo. El destino y la valentía.

por Paola Galano

"Nada es por acaso", asegura con un decir suave que la delata: algo de acento norteño, algo de portugués, algunos muchos giros latinoamericanos. Al escucharla uno advierte que esta joven de 28 años no es de acá. Y al conocer su historia se amplía la percepción. Ella es de muchos lados. "Estaba en el momento cierto y en el lugar cierto y la verdad es que no podría haber juntado mejor todo, para mi que sí, que fue el destino", sigue Romina Elizabeth Granada sobre cómo llegó a ser una de las pocas mujeres del mundo en participar del peligroso "Globo de la Muerte".

Se trata de uno de los números más atrevidos del Circo Rodas: nueve "motoqueros" -y hasta diez- dan vuelta todos juntos en el interior de una esfera metálica y realizan diversas piruetas. Lo hacen en la carpa montada en la avenida De los Trabajadores y Juan B. Justo, en Mar del Plata.

Hace doce años, Romina no se hacía llamar "Rommy Schneider", como hace ahora que adoptó ese nombre artístico, en alusión a la hermosa actriz austríaca. Nacida en Posadas, hacía poquito que vivía en Mar del Plata, estudiaba danza y nunca había pisado un circo.

Unos primos que se alojaban en un hotel donde vivían artistas circenses la invitaron a una función del Rodas, un verano en el que este famoso circo hacía temporada por estas costas.

Sentada en una butaca cerca de la pista, no pasó inadvertida para un artista circense que la invitó a interactuar en la función de esa noche. Y más tarde la volvió a mirar. Y luego la invitó a salir. Era Luis Ayres, un payaso brasileño, encargado del número de la cama elástica y, sobre todo, uno de los motoqueros de "El Globo de la Muerte".

"Estaba en el momento cierto", resume esta chica que ya es la esposa de Luis y la madre de Sofía y Alicia, las dos hijas de 4 y 2 años que tiene la pareja. 

"Después de unos meses de hacer temporada en Mar del Plata, Luis se fue con el circo. Y yo empecé a ir a visitarlo, estuve un tiempito visitándolo. Hasta que me di cuenta de que quería hacer lo mismo. El era un motoquero, como toda su familia", recuerda la "globista", tal como se llaman entre ellos los participantes de esta prueba. Además, la familia también tenía un chimpancé al que entrenaron para hacer ese mismo número.

"Yo no sabía andar en moto, le pedí que me enseñara, él me decía que no, que yo no era de circo, entonces yo agarraba la moto y en los terrenos de al lado del circo empezaba a andar. Así aprendí. Hasta que le insistí tanto que me dijo 'te enseño'. Y empezamos primero en bicicleta para sacarme el mareo del globo y cuando estuve lista me metí al globo con la moto", sigue el relato. "Empezamos a ensayar juntos con el mono y él debutó antes que yo. Cuando el mono no quería ir a trabajar entonces iba yo", cuenta.

Número que requiere una absoluta coordinación, "El Globo de la Muerte" le demandó entre cuatro y cinco meses intensos de entrenamiento. "Mañana, tarde y noche, todos los días", admite.

Al principio, ingresaba con dos motos, despacio. Una vez que venció el miedo, empezó el proceso para aprender a subir a la parte superior del globo. Y más tarde aparecieron los trucos, las piruetas. "Así se van metiendo cada vez más motos, cada vez que entra una moto nueva es un nuevo ensayo, porque requiere mucha sincronización, siempre hay un líder que nos guía y nos indica qué hacer".

¿Caídas? "Muchas veces me caí", confiesa Romina. "Es que nosotros aunque ensayamos mucho trabajamos con máquinas y las máquinas pueden fallar, se puede pinchar una rueda. A veces te podés desviar y no pasa nada, pero cuando somos muchos globistas es complicado desviar". Y entonces sobreviene la caída. "Caemos, nos levantamos y vamos de nuevo, nunca tuve nada grave, sí golpes y moretones", indica Romina, que usa equipamiento de motocross para resguardarse de los posibles golpes.

La concentración es también fundamental en el grupo de motoqueros. "Entramos al globo con mucho respeto, si bien lo hacemos eufóricos, en un momento decimos 'listos' y empezamos a prestar mucha atención", narra y recuerda que antes de debutar en la moto fue parte del cuerpo de baile del circo.

"Ensayé de todo en el circo, pero cada uno tiene un don, me encantan los números de las chicas que hacen tela, aro y trapecio, lo intenté pero no pude con la altura. Conducir la moto no me da miedo, a mí déjenme acelerando, acelero por la vida y así voy", bromea y asegura que se ganó el respeto de sus compañeros varones.

"Me dicen que giro 'como hombre', porque suelto las manos y hago otras cosas, algo que las mujeres generalmente no hacen y yo lo hago, me tiro de cabeza", cuenta la mujer, intrépida como pocas, que llegó a participar de la prueba junto a otros nueve motociclistas. "A muchos de ellos los cargo, les digo 'pero mirá que yo hice la prueba con diez motoqueros...'"

- ¿Cómo es la vida de circo?

- No tenemos rutina. Me encanta, no la cambiaría. Viajamos y aparte todos los días hay algo distinto, incluso cuando hacemos las funciones, porque todas las funciones son diferentes, público diferente, energías diferentes. Y conocés lugares, conoces personas. Trabajás en lo que te gusta. Me gusta trabajar con la gente y al final recibir los aplausos, son muy gratificantes. Nunca imaginé que iba a poder volcar todo en una sola cosa, nunca me imaginé en una moto... creo que no pude haber elegido un trabajo mejor. Aunque no es un trabajo para mí, lo hago con mucho gusto.

- ¿Tenés casa?

- La de mi mamá, en Mar del Plata. Y la de la familia de mi marido, en San Pablo. A Brasil voy para tener a mis hijos. Paro un mes antes, me voy para casa y junto las cosas, me hago los controles. Pero después no veo la hora de volver al circo. No te podés olvidar: son las ocho y pensás 'ahora deben estar en función'. Y llamás a cada rato. Igual, a los quince días de haber sido mamá ya volví al circo.