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09-10-2011

Angeles y demonios usan Facebook

por Alexis Socco

¿Se puede demonizar a Facebook? No sería una buena opción. Como cualquier herramienta, es el uso que uno le da lo que lo convierte en algo positivo o negativo, siempre según la visión subjetiva de cada individuo. Una periodista española, Raquel Andrés, ha escrito un libro llamado "Los ángeles no tienen Facebook", donde critica per se a la red social más exitosa, dejando ver su costado negativo e indagando en sus aspectos comerciales. Como toda opinión, es subjetiva y las reacciones a su postura han sido diversas.

En lo que sí ha dado en la tecla Raquel es en el uso que la mayoría de los usuarios le da: ella habla de exhibicionismo y de que las personas están usando las redes sociales como viaducto para exponer los pensamientos que no son escuchados. ?A todos nos gusta hablar de nosotros mismos y en esta sociedad actual, que todo va muy rápido, la gente no se para a escucharnos. La gente oye mucho ruido pero muy pocos se paran a escuchar lo que estamos diciendo?. Por eso, dice que ve a Facebook como un circo exhibicionista de las relaciones sociales ?donde la gente necesita que los demás sepan con quién hablas, qué haces, cómo vistes, cómo eres? ?. Y en general esto es cierto, aunque puede sostenerse como contrapartida que cada usuario ya lo usa como bitácora personal y que ahí dentro caben múltiples contenidos.

Otro de los cuestionamientos de la autora es remarcar el ego existente imperante, donde ?importo yo más que el resto, es un ?yo? constante?. Por eso, la cantidad de ?amigos? se pone bajo la lupa: ?Estamos en una sociedad acumulativa, de tener más. Y eso supone tener más amigos y acumular cuantas más intimidades mejor?. Si le buscamos la vuelta, vamos a encontrar usos perjudiciales y otros más útiles. ¿Cuáles serían los negativos? Por un lado, el tiempo (perdido) que se pasa en la red en detrimento de otras opciones más productivas; por el otro, los rastros que se pueden dejar, aun queriendo salir, ya que la huella digital es casi imposible de borrar. El aislamiento, o creer que el (o nuestro) mundo pasa dentro de Facebook y que no tener una cuenta implica estar fuera del sistema, conlleva a una adicción a estas herramientas digitales, muchas veces promovida por el entorno.

Lógico, hay muchas cosas positivas, como (re) encontrar gente con la cual ya no teníamos contacto (algo que marcó el origen de Facebook); la posibilidad de hallar un empleo, de promocionar una marca, de vender productos, de ofrecer servicios, propiciar debates, intercambiar opiniones y pareceres, etc. Mientras, el carácter de Facebook como laboratorio de extensas bases de datos y su relación con poderes de inteligencia, es más (hasta el momento) una leyenda urbana digital que algo concreto.

Revolución desde el sofá

Otro de los puntos donde se concuerda con la periodista es en su visión sedentaria de la red social, cuando opina que ?es más útil salir a la calle y manifestarse que no hacerlo a través de Facebook?. Ella habla de la revolución de las redes sociales como ?la revolución desde el sofá?. ?Estoy con el refresco en el sofá, escribiendo unas líneas y cambiando el mundo?. Está claro que las últimas revueltas sociales en países como Egipto o Gran Bretaña no fueron propiciadas desde Facebook o Twitter, sino que se usaron estas herramientas sólo para organizarse entre pares. El escritor español Arturo Pérez Reverte considera que las redes sociales no son algo nuevo, aunque sí la utilización de las nuevas tecnologías para que sean más efectivas y eliminen las distancias. En su opinión, los tercios de Flandes o cualquier otro grupo que tuviera un enemigo común en territorio hostil ya constituían una red social porque usaban un lenguaje propio frente a un medio hostil.

No debemos olvidar que pertenecer a una red no implica que uno deba quedar atrapado. Una red social es una estructura compuesta por un grupos de personas, que están conectadas por uno o varios tipos de relaciones, tales como amistad, parentesco o intereses comunes. Es la comunicación social llevada a un mundo intrínseco, donde se sustituyen las relaciones personales de contacto cara a cara por las virtuales a través de un dispositivo tecnológico (PC, smartphone, etc). Y no hay un modo, no hay un punto exacto, donde podemos demonizar esta práctica: el demonio, si es que está, no deja de estar dentro de uno mismo. El resto, son sólo manipulaciones.