Yoga en la escuela: una práctica que crece y se afianza en la ciudad
La puesta en marcha de talleres de yoga en escuelas se está imponiendo. Muchos lo ven como una herramienta que ayuda a enfrentar el día a día.
En medio de la rutina escolar los chicos hacen un parate. Se sacan las zapatillas, se sientan en posición de indio sobre la manta y comienzan a tranquilizarse a través de ejercicios de respiración. Después viene la práctica de diferentes posturas (abeja, pato, perro, montaña, etc), que son la excusa ideal para que se enganchen en el ejercicio de una cultura milenaria como es el yoga.
Esta tradicional disciplina física y mental aparece como una alternativa para encontrar respuesta a los problemas y necesidades actuales que se viven y reflejan en la escuela. Así lo entienden en el Colegio Idra, donde los alumnos y docentes tienen la oportunidad de llevar adelante este ejercicio que hoy es alternativo, pero que pretenden se instale, como sucede ya en muchas instituciones educativas de Argentina, India, Estados Unidos y Francia, entre otros.
"Los chicos hoy están sobreestimulados, cargados de información, viviendo a un ritmo acelerado que los lleva a estar dispersos y sin concentración", dice Mabel González, profesora de yoga en el Colegio Idra, donde los niños de Nivel Inicial (salas de 4 y 5 años) y de Primaria (3º, 4 y 5º grado), lo practican. "Además sienten presión en el colegio tanto a nivel social como académico y en los deportes competitivos", añade. Para ella, al igual que para Lucía Figliozzi que tiene a su cargo la clase de los chicos de Primaria, hoy es "muy común que los alumnos se vuelvan autocríticos y pierdan la confianza". Por eso aseguran que el yoga "es un remedio" ya que "alimenta la fuerza interior y la autoaceptación".
Laura Romeo, vicedirectora del Nivel Inicial explica que la práctica hoy es "una vez por semana, en forma optativa o como taller, y la idea es que esto se sume a la currícula". Es que el yoga ayuda a crear salud, bienestar, a tener fuerza y flexibilidad tanto en la mente como en el cuerpo. También contribuye a construir conciencia corporal, de la respiración y emocional; y colabora en serenar, calmar la mente y concentrarse. En definitiva, el yoga es una forma divertida para que los niños desarrollen importantes habilidades, aseguran las profesoras.
Asimismo Figliozzi comenta que "de 6 a 11 años resulta ser el momento de la vida en el cual se crece más, y el yoga es una práctica vivencial que acompaña en esta etapa evolutiva" . Y considera que la implementación "hoy es necesaria" ya que "el estrés en los chicos se manifiesta a través del cansancio, desorientación, sobreexcitación y desmotivación, entre otros".
También los docentes
En medio de la clase, que dura unos 45 minutos, los chicos se divierten tanto que no pueden evitar hacer comentarios y mostrarle al compañero si les sale o no el ejercicio. Una maestra que los acompaña, también se suma. Es que en la institución están implementando talleres para los docentes a cargo de la profesora Patricia Ojer, que en su institución (Pulso Yoga) también realiza prácticas con chicos desde hace algunos años. "Muchos creen que el yoga es sólo para adultos, cuando lo empiezan a practicar y ven los beneficios, traen a sus hijos y amigos", dice Ojer.
Por su parte Romeo explica por qué cree que el yoga puede ser una buena herramienta para hacer frente a las situaciones que a diario viven los docentes y alumnos. "Nuestra intención es que esta práctica brinde herramientas a los docentes, que ellos las puedan poner en práctica en su labor diaria personal y con los chicos", comenta.
Y las profesoras aportan: "El niño a través del yoga puede tener conciencia corporal, un desarrollo físico y psicomotor," también despliega valores que "aportan al reconocimiento del otro y de su entorno respetando a su par y a los mayores". Asimismo a través del juego "ganan confianza, seguridad en sí mismo".
En la institución educativa tienen muchas expectativas puestas en torno a esta disciplina. Creen que puede lograr mejoras tanto en sus alumnos como en los docentes. Aclaran que "no tiene nada de religioso" y auguran buenos resultados. Por lo pronto ven que los chicos hacen la práctica con alegría, no les resulta nada extraña y esto se refleja en sus caras al terminar la clase, volver al aula y retomar las actividades placenteramente.