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19-10-2014

La posibilidad de cambio a partir de la cultura y la educación

El colombiano Jorge Melguiza es uno de los "gurúes" en materia de transformación de sociedad de la mano de las políticas culturales.

Natalia Prieto

[email protected]

El colombiano Jorge Melguiza es uno de los "gurúes" en materia de transformación de sociedad de la mano de las políticas culturales, debido al trabajo que realizó en Medellín -tanto como secretario de Cultura Ciudadana como de Desarrollo Social- que pasó de ser rotulada como "la ciudad más violenta del mundo" a convertirse en un faro en materia de igualdad.

En su opinión, las bases para los cambios y el mejoramiento social radica en "la cultura y la educación" a través de un trabajo mancomunado entre todas las partes de la sociedad. De paso por Mar del Plata, para participar de la III Semana de Sustentabilidad y Cambio Climático, quedó encantado con el paisaje marplatense y advirtió que "se siente el orgullo por la ciudad". Este es el diálogo que mantuvo con LA CAPITAL:

-¿Cómo fue su participación en la III Semana de la Sustentabilidad y Cambio Climático que se realizó en la ciudad?

-Participé de un taller y una conferencia, invitado por el Colegio de Arquitectos, sobre la transformación urbana, educativa y cultural de lo que hicimos en Medellín.

-¿Qué y cómo hicieron?

-Medellín es un reto colectivo. La gente estaba atenta y pendiente, porque hay mucha motivación para intentar entender qué se puede hacer en cada sociedad para que eso sea posible. Fue un trabajo articulado con mucha gente. Hace 20 años era el peor momento en Medellín en cuanto a violencia, con 20 muertos diarios, 6.700 muertas violentas en un año, 60 mil en 20 años. Una debacle total. Hoy tenemos el 7 por ciento de esas muertes violentas. Se hicieron dos o tres cosas que fueron el germen.

-¿Cuáles fueron?

-Primero reconocer que teníamos graves problemas y era necesario enfrentarlos colectivamente. Segundo hicimos foros, nos sentamos juntos gente que pensábamos distinto, empresas, universidades, iglesias, gobiernos de diferentes niveles. Empezamos a actuar colectivamente como sociedad, a mirarnos a la cara, al menos a decirnos cosas. Y empezamos, en tercera instancia, a convertir la ciudad en un laboratorio urbano, educativo, social y cultural. Decíamos que la violencia y las villas y la inequidad eran la evidencia de un fracaso colectivo, por eso era muy difícil echarle la culpa a un solo sector. Sólo era posible superarlo en un reto colectivo. En el taller les pedí a los asistentes, unas 120 personas, que tomen una foto del salón y entonces pregunté cuál era la verdadera. Cada una está sacada desde un punto de vista y cada uno cree que es el verdadero.

Cada uno cree tener la razón y resulta que hay muchas maneras de ver el mismo asunto.

-Se trata de aunar criterios.

-Claro y hacer acuerdos sobre lo fundamental. El laboratorio es la mejor disposición al fracaso, porque en un laboratorio se fracasa pero se aprende. Eso es lo que Medellín le muestra al mundo: la acumulación de múltiples laboratorios, sociales, urbanos, culturales, de las lecciones aprendidas.

Tiempo

-Usted habla de cambios culturales, pero llevan tiempo, entonces ¿cómo se baja el nivel de ansiedad de la sociedad que quiere todo ya?

-Creo que tenemos la responsabilidad que los proyectos que se planean para el largo y mediano plazo también tengan resultados en el corto plazo. Esa ansiedad de la comunidad es necesaria atenderla. Nos dijeron que había que hacer una intervención muy fuerte en cultura y educación, eso es lo estructural, para que se produzca ese cambio cultural. Hay que ofrecer resultados en el inmediato plazo. En Medellín enfocamos en la educación y la cultura como herramientas fundamentales para la transformación de la sociedad. Si no queremos que haya pandillas tenemos que trabajar con niños de 0 a 6 años, no solamente con las pandillas de hoy. En lo territorial trabajamos con proyectos urbanos integrales.

-¿De qué se trata?

-A las villas, por ejemplo, tiene que llegar el Estado integral y articuladamente. Cuando no llega el Estado llegan otros, llámese guerrilla, narcos, paramilitares, que ofrecen oportunidades que no tienen los muchachos. El Estado tiene que llegar donde no había estado. El Estado se hace en el barrio, no es algo etéreo, en lugares que han sido violentados, no violentos.

-¿Y cuál es la diferencia entre violentado y violento?

-Es distinto si digo soy violador a fui violado, soy víctima no victimario. Las ciudades o los barrios no son violentos, son violentados, como fue Medellín.

-Pero también hay mucho prejuicio y existe lo que se llama portación de cara, por ejemplo.

-Claro. Medellín tenía el rótulo de ciudad más violenta del mundo. Las cifras eran las peores y nos estigmatizaban.

-Entonces, ¿cómo se sale de eso?

-Una ciudad tiene que rodear, acompañar, a los barrios violentados.

Desigual

-¿Usted cree que la violencia ciudadana es un reflejo de la desigualdad?

-Sí, hemos dicho en Medellín que lo contrario a la inseguridad no es la seguridad, sino la convivencia, que se construye con proyectos educativos, culturales, sociales. Cuando hay proyectos generamos una sociedad más incluyente, equitativa, con mayores oportunidades, menos desiguales. En un barrio, mientras más oportunidades menos opciones para la violencia. Con equidad, inclusión y oportunidad hay sociedades con menos violencia.

-Pareciera que se repite la receta, de educación y cultura como motor de cambio, pero no hay resultados.

-Es posible si hay voluntad política, es un reto colectivo, no es una tarea de un gobierno o un caudillo. Es de todos. Se hace estructuralmente, no coyunturalmente. Llevamos 20 años trabajando sobre el tema y 10 años con el gobierno de la ciudad donde se pasó del 30 y al 40 por ciento del presuspuesto municipal en educación pública y del 0,68 al 5 por ciento en productos culturales, no solo como bellas artes sino como derecho. Se hizo un trabajo cultural muy fuerte con los proyectos culturales barriales, teatros comunitarios, raperos, grafiteros. No es solo llevar, sino ver qué hay en ese barrio que ya trabaja sin el Estado.

-O sea que es una construcción colectiva.

-Estos proyectos de ciudadanos y convivencia, de reconocimiento del territorio, de capacitación de jóvenes son más trascendentes para la seguridad que la policía. Sí, hay que mejorar la policía y fortalecer el sistema de seguridad, pero al mismo tiempo fortalecer lo otro, que es lo estructural. El muchacho que no encuentra oportunidad en el Estado se va para otro lado.

Todos juntos

-¿Ayudan las redes sociales en la construcción colectiva?

-Pueden ayudar, son una herramienta más. Si se potencian para esto es fundamental, al igual que los espacios de conversación, ya sean físicos o virtuales, sobre cosas reales. En las 240 escuelas públicas de Medellín, en las juntas directivas, tenemos empresariado privado y colegios privados acompañando el proyecto de calidad educativa en los colegios públicos. Todo lo público debe ser una línea desde donde partir y sinónimo de confianza, equidad, calidad. En Colombia lo público era sinónimo de corrupción, de mala calidad.

-Acá, ahora, también.

-No quiero hablar de Argentina mucho. Pero veo que Aerolíneas Argentinas pierde 2 millones de dólares por día y me pregunto qué empresario privado se aguanta eso, cuando hay líneas aéreas que dan ganancias. Lo público debe ser garantía de inclusión y calidad.

-¿Qué es el urbanismo social?

- Toda obra física debe tener un contenido y un resultado social. En Medellín, a todas las obras físicas, sean calles, veredas o edificios, le pedimos como resultado la convivencia. Algunas veces las obras físicas se hacían con criterio estético pero poco ético. Por ejemplo, el equipamiento deportivo del barrio Belgrano debe crecer con la comunidad, para que se apropien de eso, que sientan que es la casa de todos.

-Mencionó el lindo paisaje de Mar del Plata. ¿Puede ser un factor integrador?

-Hay un factor que nos ayudó a integrarnos en Medellín y siento que acá existe y es el orgullo de la ciudad. Trabajo con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en las villas, y no siento orgullo de ciudad. Acá se siente un orgullo del marplatense por su ciudad y puede ser que el de aquí esté atravesado por el paisaje.