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19-04-2015

Las mujeres: el problema y la solución para Barreda

Busca recuperar su libertad, después de perderla por no poder acreditar un domicilio fijo. Mientras la Justicia decide, un raconto de su historia nos muestra el papel de las mujeres en su vida.

por Hernán Gabriel Marty

LA PLATA (Corresponsalía).- Las mujeres fueron el eje de la vida de Ricardo. Durante mucho tiempo fueron su tortura. Después le entregaron un día de furia. Más tarde se convirtieron en su condena y le dieron un pase a la fama. Y mucho tiempo después serían sus salvadoras, o por lo menos intentaron serlo.

Era noviembre de 1992 cuando la historia de este triste? odontólogo comenzó a complicarse, hasta ese momento -según su relato- fue una víctima de violencia de género, que aunque no fue física, era verbal y psicológica.

Los maltratos orales de su esposa y su suegra, eran gotas que a diario llenaban un vaso que cada vez tenía menos aire y más agua, pero la mañana del domingo 15 de noviembre de 1992, el líquido encontró su límite y lo que se derramó fue sangre, mucha sangre?

Aquella fatídica mañana Barreda le dijo a su mujer Gladys McDonald (57 años), que iba a limpiar las telarañas del techo, ella le respondió con el modo despectivo con el que acostumbraba tratarlo "andá a limpiar, que los trabajos de conchita son los que mejor hacés", pero no sabía que sería la última vez que le diría algo.

El matrimonio estaba roto desde hacía más de una década, las apariencias habían hecho que volvieran a vivir juntos, ya que las cuatro mujeres habían residido durante algún tiempo en un departamento de calle 45, pero los problemas económicos las forzaron a volver a la casona de calle 48, lugar que debían compartir con quien finalmente sería quien decidiría que ésa, sea su morada final.

Pero volver a la casa de quien fuera su marido (y que legalmente todavía lo era) no significaba tener que estar bajo su autoridad, por el contrario, según puede inferirse por los relatos del odontólogo, se estableció una especie de matriarcado, donde su suegra y su mujer llenaron de oprobios y humillaciones al único integrante masculino de la familia.

Tras recibir otra respuesta agraviante, Barreda decidió que no limpiaría las telarañas, pero podaría la parra. Para ello, fue a buscar un casco "que estaba en el bajo escalera, porque tuve dos conocidos que haciendo cosas similares se vinieron abajo y tuvieron lesiones (...) y encuentro afuera del bajo escalera, entre una biblioteca y la puerta, la escopeta parada. Los cartuchos estaban al lado, en una caja, y así habían estado desde hacía mucho tiempo. Siento una fuerza que me impulsa a tomarla, la tomo, voy hacia el fondo y disparo. Cuando digo fondo me refiero al pasillo, donde estaba Adriana, y ahí disparo...", contó durante el juicio.

"Mami, está loco" gritó Adriana (24 años), su hija menor que era abogada, pero el dentista estaba cegado, e impulsado por la rabia y la impotencia, asesinó a Gladys, su mujer. Luego ajustició a su suegra, Elena Arreche (de 86 años), a quien culpaba de toda su desgracia y que paradójicamente, le había traído desde Europa como regalo el arma con la que sería asesinada, una escopeta Víctor Sarasqueta calibre 16.

La orgía de pólvora y sangre terminó cuando cayó su hija mayor, Cecilia (26 años), con quien compartía la profesión y por la que sentía más cariño. Ella bajaba detrás de su abuela por las escaleras y le propinó el último agravio a Barreda "¿Qué hiciste, hijo de puta?" le espetó y ya no pudo decir nada más, recibió un escopetazo de su progenitor. Ella era la dueña del único sobreviviente de la masacre de la calle 48, un ovejero alemán llamado Nahuel, que luego quedaría en manos de una de sus amigas.

Historia conocida

Lo que sigue es historia conocida, recogió los cartuchos y los guardó en el baúl del auto. Armó la escena tratando de fingir un robo, para ello desacomodó los muebles y tiró papeles. Tomó su Ford Falcon, se deshizo de los cartuchos (arrojándolos en una boca de tormenta) y de la escopeta (que tiró en un canal en un lugar cercano a Punta Lara). Tranquilo, fue al zoológico, al cementerio y hasta pasó con su amante, Hilda Bono, por un hotel alojamiento.

A medianoche regresó a su casa y fingió sorpresa. Llamó a la policía y contó la historia del robo. Pero la actuación no era su fuerte y ya en el destacamento policial, el comisario Angel Petti lo quebró con una maniobra usual para este tipo de crímenes: le dio un ejemplar del Código Penal abierto en la página que contenía el artículo 34, que establece la inimputabilidad de aquellos que no entienden lo que hacen, por locura u otra causa. Esto le dio una sensación de seguridad y poco tiempo después confesó el cuádruple crimen.

Barreda fue condenado a reclusión perpetua, por triple homicidio calificado y homicidio simple, ya que la teoría de uno de los peritos de que padecía de "psicosis delirante", solo fue aceptada por uno de los tres jueces.

Durante su tiempo de encierro tuvo una conducta ejemplar y hasta formó pareja con una mujer que conoció por carta. Ella sería su llave hacia la libertad, ya que tras 13 años preso, el 23 de mayo de 2008, Ricardo Barreda salió de la Cárcel de Gorina bajo el beneficio de prisión domiciliaria, para vivir con su novia Berta Pochi André, en el coqueto barrio de Belgrano.

Casi tres años más tarde, en enero de 2011, salió sin autorización de su domicilio acompañado por su pareja, aduciendo qué salió por una "urgencia" ya que se había "descompuesto" y fue a la farmacia para tomarse la presión. Este error lo devolvió, aunque por poco tiempo, a su rutina tras muros.

El 10 de febrero de 2011 regresó a la prisión domiciliaria y el 29 de marzo de 2011, fue beneficiado con libertad condicional, por considerarse que el cómputo de tiempo transcurrido en prisión "excedía" el de la condena impuesta. "Ahora voy a poder salir a la calle para caminar, ya que el arresto domiciliario me limitaba mucho", aseguró Barreda.

La vuelta al encierro

Tras casi cuatro años de convivencia con Berta, Barreda debió volver a prisión y fue trasladado a la Unidad 25 del penal de Olmos. La decisión la tomó el juez del caso donde se tratan los problemas de convivencia del dentista y su actual novia, al argumentar que era "riesgosa la combinación entre la debilidad mental presunta de Berta, con las posibles reacciones que pueda tener Barreda".

Tras algunos problemas de pareja, el magistrado consideró que no podían seguir viviendo juntos en el departamento del barrio porteño de Belgrano, y el dentista no tuvo como acreditar otro lugar donde residir, por lo que no podía cumplir con una de las condiciones para que goce de la libertad condicional, fijar un domicilio de residencia estable.

Luego de volver a un régimen cerrado, el odontólogo volvió a recibir la buena voluntad de otra mujer para alojarlo en su casa, pero el juez que entiende en la causa consideró que Yolanda Sonia García (49 años), una desocupada que vive en Olmos, no reunía las condiciones de salud, psicológicas y económicas para hacerlo.

La última información respecto del cuádruple asesino señala que volverá a presentar un domicilio que le permita solicitar el beneficio de la libertad condicional, aunque su defensa evitó dar detalles sobre la ubicación de la vivienda en la que buscarán que sea alojado.

Ricardo Barreda está próximo a cumplir 80 años. Su salto a la fama lo dio tras masacrar a cuatro mujeres y su actualidad mediática se la debe a su ex novia, quien lo sacó de prisión y a la buena voluntad de una mujer que buscó garantizarle un domicilio para vivir.

Un hombre que tras ser víctima decidió convertirse en victimario, busca hoy su libertad luego de haber estado en la cárcel y perderlo todo. Será la Justicia, esa mujer de ojos vendados, espada y balanza, quien decida dónde será su futuro.