La quema de cubiertas sigue siendo, lamentablemente, un método recurrente en manifestaciones y protestas. Se trata de un mecanismo con que se procura "hacer visible" determinado reclamo y, a la vez, ejercer algún tipo de presión para obtener respuestas.

La experiencia en la observación de este tipo de expresiones indica que a menor cantidad de manifestantes, mayor es el número de cubiertas incendiadas. Se trata, en definitiva, de un método que garantiza "gran efectividad" con escaso despliegue de personas.

Los cuestionamientos a este accionar suelen obtener réplicas similares: "el problema que estamos planteando es más grave que quemar unas cubiertas" o "es la única forma de que nos escuchen".

Estas líneas, por supuesto, no apuntan a minimizar los reclamos de ningún sector ni mucho menos a cercenar su derecho a manifestarse. Simplemente expresan que la quema de cubiertas excede los marcos de la protesta y configura un atentado contra el resto de la comunidad.

La quema realizada ayer frente al Palacio Municipal tuvo alcances infrecuentes. La cantidad de neumáticos en ignición, sumado quizás a las condiciones climáticas, motivaron que las gruesas columnas de humo invadieran gran parte del centro de la ciudad y tornaran el aire irrespirable.

La acción fue protagonizada por una decena de personas que habían desplegado una pancarta cerca del acceso a la Municipalidad y que consiguieron con las fogatas cortar el tránsito vehicular por la avenida Luro y por Hipólito Yrigoyen.

Las fogatas fueron finalmente extinguidas por personal del Cuartel Central de Bomberos.-