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25-11-2015

"Cierta propensión a la violencia es constitutiva de lo que somos"

El pensamiento de los bebés, la toma de decisiones, cómo influye la percepción de los otros sobre nosotros, las adicciones, las implicancias de la capacidad de la ciencia de leer la mente, según la visión y la investigación del neurocientífico y divulgador Mariano Sigman.

 

En "La vida secreta de la mente", el neurocientífico Mariano Sigman cuenta cómo actúa el cerebro humano. Desde cómo comienzan los pensamientos en los primeros días de vida, las decisiones, pasando por la intuición, los sentimientos, la empatía, la construcción de la identidad, nuestra percepción de nosotros y de los otros, el aprendizaje y hasta la posibilidad que da la ciencia de leer la mente de los otros, se revelan en las páginas de este libro que publicó hace poco más de un mes la editorial Debate.

El fundador del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la UBA y actual referente del equipo de investigación en neurociencias de la Universidad Di Tella, habló con LA CAPITAL sobre estos y otros temas que remiten al funcionamiento de la mente, incluso, reconociendo que cierta maldad, cierta violencia, son parte de nuestra esencia.

- Con tus ejemplos remitís permanentemente a los bebés y los niños. ¿Qué aprendés a través de ellos?

- Pienso que son la versión más pura de nosotros mismos. Es como hacer historia de la vida. Creo que es muy difícil entendernos a nosotros sin observarnos en otra coyuntura. Es muy difícil ponernos en otra coyuntura social y transportarnos a cuando éramos niños, es una forma de hacer ese experimento mental de pensar cómo funcionamos. De hecho yo adopté la frase de ir al país de la niñez, que es un lugar distinto, sus reglas son distintas, pero si uno lo piensa, los celos, el anhelo, el enojo, la dificultad de ciertas decisiones, los sueños, fabulaciones, que son cosas de la vida adulta están expresadas cuando somos niños muchas veces en una situación mucho más pura, que la hace más transparente, amena para ser descubierta. Somos -como neurocientíficos- una especie de detective que trata de descubrir cosas que están camufladas o escondidas porque muchas veces uno no se muestra ni a sí mismo como es. A veces observándonos de niños es una de las maneras para descubrir quienes somos.

- ¿Referirnos a nosotros mismos cuando éramos bebés en tercera persona, es un mecanismo mental?

- Sí, son dos mecanismos. Uno no es voluntario, la tercera persona y la lejanía personal se parecen. Para desarraigar las decisiones cuando son tan emocionales, uno de los caminos es pensar en el tiempo, y pensarlo en tercera persona también es más frío. Es cierto que cuando uno se ve a uno mismo de niño se ve como si fuese otro. Es interesante, es algo que merodea todo el tiempo el libro y es el problema de la identidad, quién nos define, qué soy cuando digo yo soy. Uno es el conjunto de decisiones que toma y no toma, es lo que hace, en el fondo, es una especie de espacio de pensamiento, un ideario, lo que conoce, las experiencias que vive.

- ¿Es más fácil para los niños aprender idiomas?

- En el libro digo que no es más fácil pero uno lo percibe como más fácil. Nosotros tenemos muchas intuiciones sobre cómo funcionan las cosas y esas intuiciones dictan lo que hacemos y lo que no. Muchas de esas intuiciones son sabias y otras no. Justamente parte de lo que me propongo en el libro es indagar más cuidadosamente las intuiciones en preguntas que todos nos hacemos, para ver cuales funcionan y cuales no. En este caso de los idiomas casi todos, y yo me incluyo, estamos equivocados. Los grandes y los chicos, cuando les dedican el mismo tiempo, esfuerzo y motivación a algo, lo aprenden de forma parecida. Otra cosa que pasa y forja esta intuición es que uno, de adulto, se olvida del esfuerzo que hizo para hacer algo. Nos acordamos de lo bueno que es haber aprendido inglés pero no de cuánto uno se quejó en su momento, de tener que hacerlo y cuánto se bregó para llegar.

- ¿De qué depende y por qué nos afecta la opinión del otro sobre nosotros?

- La opinión del otro tiñe todo el pensamiento que tenemos respecto de nosotros y de todo lo que hacemos, que es un problema y una virtud al mismo tiempo porque es lo que hace que uno haga cosas para conmover al otro. Por qué hay arte, literatura, ciertamente tiene que ver con necesidad expresiva y de comunicación y tiene que ver con que uno es en tanto y en cuanto se proyecta a través de la mirada de lo otros, pero a la vez, si lo pensás, esto mismo es la raíz de un montón de problemas: la anorexia, el bullying, que tiene sentido en tanto y en cuanto un chico se reconoce como lo que es realmente a través de la mirada de los otros y no a través de su propia evaluación. Es constitutivo de la naturaleza humana asumir que el valor que tenemos, en cierta manera, tiene que ver con aquel que nos asignan.

- ¿El cerebro está en constante evolución?

- No, nuestro cerebro es igual al de cuando nacemos y al de nuestros antecesores de la edad de piedra. La cultura que tenemos hoy no es porque el cerebro cambió, sino que el mismo cerebro en distintos medios culturales produce cosas muy distintas. Sí pasa que la experiencia cultural cambia el cerebro. Haber aprendido a hablar, a leer, internet, las drogas, las experiencias, viajar, te cambia el cerebro.

- ¿Los humanos de mañana serán más inteligentes que nosotros?

- Es cierto que la interacción entre la cultura y el cerebro hace que el cerebro adulto de la gente en las culturas actuales sea muy distinto del cerebro de nuestros antecesores y es posible y probable que ese proceso siga cambiando y dentro de un tiempo tengamos un cerebro que se haya reciclado de una manera más o menos versátil para cumplir más funciones.

También es posible que en el futuro el cerebro lo complementemos con hardware, que tengamos dispositivos de memoria en el que podamos almacenar cosas, que podamos comunicar el cerebro a través de un sustrato, que podamos hacer un "outlook" de la mente en algún chip, una cosa más parecida al hombre nuclear, donde el cerebro va a haber mejorado, no por la evolución biológica, sino por la evolución cultural.

- ¿Cómo es posible leer la mente?

- Hoy tenemos la tecnología. Eso es lo que hace la ciencia. Antes era inconcebible ver un hueso dentro de la piel. Hoy podemos ver cosas que antes no veíamos, tenemos herramientas que nos permiten ver la actividad cerebral de un cerebro funcionando normalmente, sin nada que sea invasivo. Eso nos ha permitido hacer un ejercicio detectivesco, de ver qué pasa en el cerebro cuando una persona está teniendo cierta experiencia mental, cuando se emociona, entristece, decide algo, piensa en una cosa u otra. Haciendo ese ejercicio de desencriptación, hoy podemos indagar cómo funciona la mente del otro observando la actividad cerebral. Eso permite un montón de cosas que antes parecían imposibles, como observar la mente de un recién nacido, de un paciente vegetativo, la mente durante el sueño, aspectos de nuestra propia mente que son invisibles por una introspección directa, me gusta llamarlo un psicoanálisis electrónico.

- ¿Cuáles son las implicancias de esta posibilidad?

- Abre un montón de potenciales que tienen utilidad social, personal, médica, tecnológica pero también abre perspectivas problemáticas éticas, como cualquier descubrimiento para el que las personas tienen que estar preparadas porque va a pasar y una de ellas, la más notable, es que si hay algo que es privado son los pensamientos. En algún tiempo no lo van a ser. Tampoco es que nunca existió antes, la esencia del detector de mentiras es de meterse en la cabeza de alguien para saber si está mintiendo o diciendo la verdad. Lo que cambió es el potencial de la lupa con la que podemos observar eso.

- ¿Tiene la neurociencia una explicación a la violencia y la guerra?

- Es una pregunta muy interesante que tiene que ver con el porqué y no tenemos una respuesta, pero la intuición que tengo y es ¿Por qué no pasa más? En cierta medida, en la historia de la humanidad siempre pasó más.

- ¿Somos naturalmente violentos?

- Iba ahí, no lo quise decir así, y ni hablar si pensás en el reino animal. Nosotros, los humanos, desarrollamos una capacidad de observar este tipo de cosas y de actuar sobre eso y de, dicho en el buen sentido, domesticarlo, reprimirlo. En algún lugar, cierta maldad de cierto tipo y cierta propensión a la violencia y cierto deseo de matar al otro, es muy endógeno y muy constitutivo de lo que somos y, por eso, aparece en la historia de la humanidad, la mitología, las canciones de cancha. Pero una cosa es cantar 'los vamos a matar' y otra ir efectivamente a matar a todos. Una cosa que justamente para mí es peligrosa y es una coyuntura actual es que, surge una maldad en los chats, las redes sociales y es porque no es lo mismo decirle algo a alguien en la cara, viendo lo que le estás haciendo, que desde lejos. El chat combina la fluidez del discurso -decir cosas que uno no escribiría- con la distancia -el otro no te ve- donde surge algo sin ningún tipo de represión. Entonces, en algún lugar, la capacidad de matar desde lejos que es algo nuevo, exalta ciertos aspectos nocivos de la condición humana. Para volverte así, tenés que volverte loco de alguna manera, haber roto todo sistema de empatía.