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24-11-2015

Lo condenaron por un crimen pero no cumplirá la pena en una cárcel

Un tribunal de esta ciudad entendió que un hombre que asesinó a otro de cinco puñaladas podrá cumplir su pena fuera de una cárcel.

Un hombre fue condenado a 9 años de prisión al considerarlo la Justicia responsable de asesinar de varias puñaladas en 2013 a un hombre que mantenía una relación con su ex concubina.

Pese a que la defensa del imputado Claudio García Irusta hizo un intento por encuadrar el caso como un homicidio perpetrado bajo un estado de emoción violenta, los jueces Pablo Viñas, Juan Galarreta y Jorge Rodríguez no lo admitieron.

El hecho ocurrió en marzo de 2013 y la investigación dejó al descubierto un conflictivo entramado de relaciones cruzadas entre víctima, victimario, lazos familiares y traiciones, todo ello comprimido en un par de cuadras del barrio Libertad. Esa vecindad también fue un factor detonante para que se produjera el asesinato de Norberto Acosta (34).

Una de las novedades del fallo parece ser una contradicción: aunque la pena refirió a 9 años de prisión, Acosta no fue detenido. "García Irusta ha cumplido rigurosamente los llamados judiciales desde su sometimiento a proceso y también ha cumplido las condiciones de comparendo ante este Tribunal", dijeron los jueces. De todos modos, impusieron al condenado la prohibición total de acercamiento y de efectuar cualquier manifestación verbal a su ex mujer, bajo apercibimiento de perder el beneficio del arresto domiciliario.

El caso

En la noche del sábado 2 de marzo de 2013 Claudio García Irusta recibió un mensaje de texto en su teléfono y al leerlo entendió que algo estaba mal. Que quien se lo enviaba era su ex concubina y madre de tres de sus hijos -un cuarto él le había dado el apellido pero no era el padre- y sugería que había sido enviado por error. La sospecha de una nueva relación sentimental de la mujer lo alteró.

Pero todo comenzó muchos años antes. Para mas precisiones, en el 2006 cuando iniciaron un vínculo que tuvo como principal característica las idas y vueltas. La desconfianza, las infidelidades y ciertas libertades que a los ojos de parejas más convencionales serían incompatibles para mantener la unión.

García Irusta y la mujer se habían conocido en 2006 y al poco tiempo la mujer había quedado embarazada. Mellizos nacieron aquel año y pese a ello la violencia doméstica llevó a que la pareja rompiera. Tan así que la mujer viajó a Buenos Aires en ese período y tuvo un hijo de otro hombre. García Irusta también fue padre en 2007 -una hija- pero meses después volvió con la madre de los mellizos. Incluso le dio el apellido al hijo que la mujer había tenido en Buenos Aires.

Luego nació el tercer hijo de la pareja -el cuarto de la mujer- y clandestinamente García Irusta tuvo un hijo con la madre de aquella hija nacida en 2007. Puede entenderse en la probable confusión lo complejo de las relaciones componentes de este caso criminal.

La vida de esta pareja transcurría en el barrio Libertad, en las manzanas delimitadas por las calles Calaza, Ayacucho, Ituzaingó y Rauch. Por allí también vivía la abuela materna de García Irusta, una mujer que decidió criar a dos niños huérfanos de hecho, uno de ellos Norberto Acosta.

La relación entre García Irusta y Acosta era tan próxima que ambos se consideraban hermanos, y trabajaban juntos en un mercado. Pero más aún: García Irusta le había conferido el título de "padrino" de uno de sus hijos.

En septiembre del 2012 la pareja de García Irusta se volvió a deshacer. La ingesta de bebidas alcohólicas, el consumo de estupefacientes y la violencia volvieron a ser los factores determinantes.

Para esa época, la mujer de García Irusta se veía frecuentemente con Acosta, quien a su vez estaba en concubinato y era padre de dos hijos. De todos modos, recién casi a fin de aquel 2012 iniciaron una relación sentimental o, cuanto menos, íntima.

Vale remarcar otro detalle: la casa de la mujer, en cuya vereda García Irusta dejaba los alimentos y otros aportes por sentirse ya fuera de esa vida, tenía otro departamento en los fondos. Allí residen aún un hermano de Acosta -el otro adoptado por la abuela de García Irusta- en pareja con una hermana de la mujer.

Y todos esos lazos entrecruzados en tan pocos metros cuadrados (García Irusta vivía tras la separación a escasa distancia, junto a su padre) habría de detonar aquella noche del 2 de marzo de 2013.

El crimen

Cerca de las 10 de la noche García Irusta recibió un mensaje a su celular enviado desde el de su ex mujer. Aunque en su declaración dijo que hacía sólo tres días que se habían separado, varios testigos aseguraron que la pareja estaba disuelta desde el mes de septiembre del año anterior.

El mensaje, que apenas decía algo así como "podés pasar ahora", llevó a pensar a García Irusta que su ex mujer se había equivocado de destinatario. Y que tenía una nueva relación.

Luego entonces se dirigió a la casa de calle Calaza y comenzó una discusión que luego prosiguió a poca distancia de allí, en la vivienda de Acosta, donde todo se aclaró. Es decir: la mujer le confesó a García Irusta que estaba teniendo un vínculo con Acosta, pero que no lo iban a continuar. Era lógico -o no tanto- porque Acosta había vuelto con su ex mujer.

Según lo que entendieron los jueces, la situación pareció asumirse allí y consumirse. García Irusta dijo que estaba todo bien y se retiró, pero fue a la casa de Calaza a retirar un equipo de música. Al hacerlo, como no tenía llave, rompió una ventana y una puerta, para ingresar a llevarse algunas pertenencias.

Fue entonces cuando volvió su ex mujer y a los pocos segundos lo hizo Acosta a bordo de una motocicleta, iniciándose nuevamente la disputa que se presumía superada.

Para el abogado defensor Osvaldo Verdi, García Irusta actuó bajo estado de emoción violenta, no tanto por conocer la relación sino por enterarse de quién era el protagonista. "Era como un hermano y me traicionó", habría dicho más de una vez.

Entonces ambos se trenzaron a golpes hasta que García Irusta tomó un cuchillo que había en la casa, escondido en el ropero, y atacó a Acosta. Cinco fueron la puñalada, distribuidas en piernas, brazos y tórax.

Tras el crimen, García Irusta huyó y un par de días después fue detenido y trasladado a la cárcel de Batán. García Irusta dijo que escapó porque tenía miedo de ir a la cárcel, donde varios miembros de una familia conocida del barrio Libertad estaban presos. El temor residía en que un hermano suyo había asesinado a un integrante de esa familia y presumía que podían tomar venganza con él.

El fiscal Eduardo Amavet solicitó la pena de 12 años de prisión y en cambio Verdi el mínimo por la figura excusable de la emoción violenta.