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29-11-2015

Cinco años después el crimen de Rubén Echeverry sigue impune

El 19 de noviembre de 2010, en una fría madrugada, el joven filetero Rubén Darío Echeverry fue asesinado. Tenía apenas 26 años y murió producto de las dos heridas de arma blanca que recibió en el pecho. Su crimen es un misterio cinco años después.

El Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires incorporó en los últimos días a su sistema de recompensas un caso que en Mar del Plata parece haber quedado en el olvido: el asesinato del trabajador filetero, Rubén Darío Echeverry.

En las últimas horas se conoció la novedad que ofrece entre 50 mil y 150 mil pesos para quien aporte algún dato que permita esclarecer el homicidio de Echeverry, cuya vida fue arrebatada en la oscuridad del barrio Cerrito Sur, en la madrugada del 19 de noviembre de 2010.

El de Echeverry es uno de esos casos que, por pericia del asesino o por circunstancias y factores particulares, podría ingresar en la categoría de "crimen perfecto". Si no hay rastros ni testigos, poco es lo que puede rastrearse.

Los propios familiares de la víctima siempre respetaron la labor de los investigadores, atribuyendo a la falta de testigos el obstáculo mayor para conocer la verdad. "Mientras no haya alguien que quiera contar algo esto va a seguir así", dijo Isabel, la madre de Echeverry en 2011, al realizarse una marcha conmemorativa.

La única opción que le queda al sistema de justicia es la delación, en el supuesto de que el homicida haya actuado junto a otra persona o hablado de más alguna vez. Por eso es que la recompensa se impone como herramienta casi de último recurso.

Dos puñaladas

y un misterio

Rubén Darío Echeverry tenía 26 años cuando lo asesinaron. Usaba lentes y el pelo largo con rastas jamaiquinas. Era un joven que llamaba la atención pero que cumplía con normalidad sus responsabilidades y compromisos.

Cuando lo convocaban de la procesadora de Gianelli al 1000, se levantaba de madrugada y se iba al trabajo a filetear por turno.

El 19 de noviembre de 2010 Echeverry salió de su vivienda de Carasa al 5200 decidido a caminar las diez cuadras que lo separaban del la planta pesquera. Eran las 2.30 y la única escala debía ser a mitad de camino, en la casa de unos familiares que también trabajaban para la misma empresa.

Echeverry, un joven que había pertenecido a las filas del movimiento scout, hizo a pie dos cuadras y al llegar a Fleming al 1700, entre Soler y Arana y Goiri fue interceptado por alguien.

Se desconoce el nudo de ese encuentro pero sí el desenlace: Echeverry recibió dos puñaladas en el tórax de parte de su agresor que, sin dejar rastro alguno, huyó del lugar. Para los investigadores ni siquiera quedó la esperanza en algún casquillo, en un proyectil, en un informe balístico. No hubo ADN precipitado sobre las prendas de vestir de Echeverry. Tampoco hubo huellas para levantar. Apenas dos heridas clasificables para la ciencia forense pero lejos de cualquier posibilidad de asociación con quien las causó.

Herido de muerte, Echeverry alcanzó a llamar por teléfono a los familiares que lo esperaban, un primo y un cuñado. Pero esa comunicación tuvo por contenido solo un balbuceo: Echeverry perdía el conocimiento y la sangre a cada segundo.

Los parientes primero creyeron que se había tratado de esas llamadas que se activan accidentalmente y entonces no se preocuparon. Pero al pasar el tiempo sin que llegara Echeverry salieron a buscarlo. Empezaron a sospechar que algo había sucedido. A las pocas cuadras lo encontraron tendido en el piso, ya casi sin vida. Pese a que intentaron reanimarlo poco fue lo que pudieron hacer y finalmente lo vieron morir desagrado.

El fiscal Juan Pablo Lódola encabezó una investigación que, desde su mismo inicio, no abrigó grandes expectativas: la escena del crimen era una escena "limpia" como para poder dar con algún detalle revelador. El móvil del ataque tampoco estaba claro, porque junto al cuerpo de Echeverry se encontraron todas sus pertenencias. El teléfono celular y la billetera, bienes preciados en un robo callejero, permanecían allí.

La única opción que se manejó como factible pasó a ser la de una venganza, naturalmente basada en un conflicto previo. Pero Echeverry no tenía problemas o enemigos. Se trataba de un joven querido y que se había concentrado en trabajar intensamente para reunir el dinero que su mudanza demandaba. En los meses siguientes tenía previsto formar pareja con su novia.

Para peor, no hubo testigos. Salvo un vecino que escuchó algunos ruidos y gritos vio el final de la secuencia, cuando el agresor escapaba, pero su aporte fue mínimo.

Los años pasaron y la familia de Echeverry sufrió el segundo crimen: el de la impunidad. Actos en recuerdo -que siempre sirven para el intento de "activar" alguna conciencia conocedora del secreto-, videos en youtube y la perseverancia en busca de la verdad fue todo lo que pudo sumar.

En los últimos días fue firmado el decreto que le permite al gobierno de la Provincia de Buenos Aires pagar por información precisa que conduzca al esclarecimiento del asesinato de Echeverry.

Las personas que quieran brindar datos, bajo estricta reserva de identidad, deberá presentarse en la Fiscalía Nº7 de este departamento judicial o bien comunicándose a los teléfonos 499-4700 internos 320/312/322.

El monto de la recompensa varía de 50 mil a 150 mil pesos.