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Opinión 24 de marzo de 2017

Recordar el horror en clave de futuro

por Claudio Avruj

El 24 de marzo de 1976, la Argentina se sumía en el período más oscuro de su historia. Una dictadura feroz tomaba el poder para desplegar un régimen de terror que perpetró crímenes aberrantes, que se repitieron y replicaron en todo el territorio de nuestro país.

Fueron años de desapariciones, tortura y muerte. Fueron tiempos en los que el Estado se transformó en un mecanismo de persecución sistemática al servicio de quienes se arrogaban el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de las personas.

Hoy, a pesar del tiempo transcurrido, aún es difícil hablar de lo que nos pasó sin que afloren las heridas, los miedos, las diferencias y las posiciones enfrentadas.

Por eso esta recordación sobre el Golpe de Estado militar de 1976 es una nueva oportunidad para desterrar los miedos del pasado en clave de futuro, para poder transmitir a las nuevas generaciones un legado de memoria sin culpas ni odios infundados. Una memoria con verdad y justicia.

Desde aquellos oscuros días, los argentinos atravesamos un largo y difícil recorrido en la transición democrática, guiados por la inalterable certeza de que sólo la verdad y la justicia por los crímenes de la dictadura harían posible la paz social. La lucha de los organismos de derechos humanos fue un ejemplo en este sentido, y desde distintos ámbitos como la educación y la cultura se hicieron también valiosos aportes en procura de la verdad. Por su parte, la justicia avanzó con los juicios por crímenes de lesa humanidad que aún continúan y que son política de Estado.

Durante muchos años se ha alimentado un falso debate sobre la legitimidad para asumir la defensa de los derechos humanos, como un atributo exclusivo de ciertos actores sociales y políticos. Se trata de una construcción ilusoria que se desvanece frente a una realidad que nos encuentra unidos en el repudio ante el horror, ante el atentado a lo más sagrado de la condición humana que significó el Terrorismo de Estado.

Rememorar ese capítulo trágico de nuestra historia reciente debe unirnos en el homenaje a las víctimas, y en la profunda convicción de que, para evitar que el pasado se repita, es necesario comprometernos con la defensa de todo aquello que perdimos durante el terrorismo de Estado: la paz, la libertad y la justicia.

Dotar a este día de otro sentido sería desvirtuarlo. Significaría ignorar su más profundo significado y desafío: seguir fortaleciendo una democracia basada en el diálogo político para la solución de los conflictos, en el apego a la ley, en el respeto irrestricto por los derechos humanos y la vocación por la paz.

(*): Secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación.



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