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Cultura 11 de marzo de 2018

“Si no me hubiera reído en la escritura, este libro no lo hubiese terminado”

Martín Sivak decidió contar por primera vez la historia de su familia: cómo se vivió el secuestro de su tío en el famoso Caso Sivak y, especialmente, la reconstrucción de la figura de su padre, Jorge Sivak, el banquero comunista que decidió saltar al vacío en 1990.

Martín Sivak habló con LA CAPITAL sobre su último libro "El salto de papá".

“El día de su funeral no encontré en casa el casete de Adagio en mi país. Salí a buscarlo y lo conseguí en una mesa de saldos de Puente Saavedra. Lo escuchamos en la sala de velatorio. Recuerdo dos estrofas: “Dice mi padre que ya llegará/ Desde el fondo del tiempo otro tiempo”.

Era el año 2001, y así Martín Sivak cerraba un correo electrónico dirigido a su hermano y amigos más cercanos. Escribía por primera vez sobre Jorge Sivak, su papá.

Habían pasado once años de aquel 5 de diciembre de 1990, en el que Jorge había decidido saltar al vacío desde el banco familiar, Buenos Aires Buildings, poco después de saber que se había declarado su quiebra.

“Los periodistas estamos acostumbrados a contar la vida de los otros, de modo que para mí haber cambiado un poco esa dirección fue un cambio muy drástico”, reconoce el periodista autor de otros títulos como “Jefazo: retrato íntimo de Evo Morales” (2008) y “Clarín, la era Magnetto” (2015).

En las poco más de 300 páginas que tiene “El salto de papá”, Sivak vuelve a pasar por los recuerdos más tristes de su historia: la muerte de su papá y el secuestro y asesinato de su tío, el empresario Osvaldo Sivak, en lo que fue uno de los casos más resonantes de la década de 1980. También confiesa en reiterados pasajes lo difícil que fue y es exhibir lo personal.

– Haces hincapié en lo difícil que fue para vos escribir este libro. Ahora que terminó, ¿sentís que escribiste el libro que pudiste o el que querías?

– El que pude. Y también, a diferencia de otros libros donde yo la estructura la pude establecer desde un comienzo, acá también cuento la historia de cómo me costó escribirlo. Los cambios, las variaciones, los idas y vueltas. A mí, la cocina del libro como lector me interesa y me salió así porque era la única manera que pude, a punto tal que yo no tenía un cierre del libro. No encontraba el final, me atormentaba no encontrar el final y finalmente lo encontré por una disputa con el cementerio privado donde estaba el cuerpo de mi papá. Muchas veces las cosas que pasaron en los últimos años del libro yo no sabía si las hacía para el libro o para la vida real. Llegó un momento que se mezclaban las cosas. La salida del libro fue para mí un gran alivio, ahí me di cuenta que una cosa es libro y otra cosa la vida.

– Cuando uno es más chico tiende a ver a los padres como una suerte de “héroes” y, con los años, algunas ideas comienzan a cambiar. ¿Tuviste miedo de volver a pasar por tu historia y que algunos recuerdos cambien?

– Yo nunca pude tener la llamada edad del pavo con mi padre y ni siquiera con mi madre. Ahora veo a los hijos de algunos amigos que están en esa suerte de rebeldía contra los padres y yo no me recuerdo así. Cuando mi padre murió yo tenía 15 años y lo tenía muy idealizado, excesivamente idealizado. Tampoco creo que el libro sea una suerte de reacción tardía, sino que hay un poco de la idealización y otro poco de cosas que sí, antes no veía.

– Era banquero, comunista y sin interés en el dinero. ¿Creés que el mandato familiar lo llevó a mantener contradicciones?

– No, yo creo que él creía que podía administrar esas contradicciones. El creía que el poder de la empresa o del dinero eran parte de una suerte de juego político; los negocios eran la continuación de la política, por eso su decisión de hacer negocios con la Unión Soviética y Yugoslavia. Sí veía con cierta incomodidad el hecho que vivíamos en una casa inmensa y él no se lavaba la cabeza con shampoo porque decía que era una costumbre pequeño burguesa y tenía una cosa muy marcada en contra de la ostentación. El tenía un Fiat 147 y, claro, los otros dueños de bancos lo veían como suerte de provocación tonta que tenga un auto chico. Era gracioso, él decía que era porque era mejor para manejar en el centro.

– Mientras escribías el libro, ¿eras consciente que no sólo escribías la historia de tu papá sino también el reflejo político de una época de la historia de Argentina?

– No, te mentiría si dijera que fue deliberado. Yo quería contar la historia de mi papá, sabía que la historia de la política argentina reciente estaba como música de fondo, pero esas son las sorpresas que dan las recepciones de los libros. Muchos ven los ’80 y parte de los ’90 en este libro, pero eso no fue una decisión deliberada. De hecho, yo siempre le atribuí a mi papá un lugar mucho más marginal. Mi papá obviamente era un empresario, pero marginal al resto de los empresarios. Que él se rodeara de personajes públicos conocidos, que los compartiera con sus hijos o con su esposa, no lo hacía alguien influyente o poderoso. A él le interesaba la influencia, le interesaba el poder, pero nunca lo vi como una persona con poder.

– ¿Era importante para vos contar tu historia, que sin duda tiene condimentos trágicos, pero sin que termine siendo una libro en donde prime la tristeza?

– Totalmente porque yo nunca lo viví como víctima, como una trágica historia. Sí, hay una parte trágica, pero hay momentos muy hermosos de la infancia, muy luminosos, muy divertidos, que sin ningún esfuerzo los conté. No es que dije “ahora voy a contar chistes para nivelar el llanto”. Si no me hubiese reído en la escritura, este libro nunca lo hubiese podido terminar. Yo también me reí mucho recordando situaciones, recordando personajes, sin tomarme ninguna licencia de ficción porque yo soy autor de no ficción, todo eso fue muy importante para mantener esa postura de salir de ese lugar de drama, porque hubo algo de eso pero también muchas cosas muy hermosas, que ahora quiero intentar recuperarlas. Uno también escribe para que no se pierdan esas cosas hermosas.

– El libro está dedicado a tu tío…

– Sí, yo a mi tío lo quería mucho, era un tío que era muy amoroso conmigo. Tengo recuerdos muy lindos. El primer capítulo que escribí, y pasé un mes y medio escribiéndolo, fue el capítulo sobre su secuestro. Esa fue la primera vez que dije bueno, ahora sí estoy escribiendo este libro. Fue justo cuando nació mi hijo en Nueva York, y al estar tan lejos de mi casa de Buenos Aires y el volver a sentir las sensaciones del secuestro y asesinato de mi tío, me tocó y ahí me di cuenta que quería dedicarle mi libro a él.



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