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Cultura 19 de septiembre de 2017

“Tengo una tendencia arltiana, es una fibra que me recorre”

Germán Maggiori despliega diversos registros narrativos para construir el derrumbe personal de un hombre en "Egotrip".

Egotrip“, la nueva novela de Germán Maggiori, despliega diversos registros narrativos para construir el derrumbe personal de un hombre que, después de tocar fondo, se lanza a un viaje desenfrenado que funciona, a su vez, como un escape hacia el futuro y una forma de comprender su pasado.

Publicada por Edhasa, la novela se mueve en la tradición de la narrativa estadounidense del siglo XX, con climas, diálogos y escenas que recuerdan a la prosa de Kerouac, Bukowski, Mailer, Pynchon o Hunter S. Thompson, pero también tiene un fuerte anclaje en el universo violento, marginal y sórdido de Roberto Arlt.

Maggiori (Lomas de Zamora, 1971) es autor de las novelas “Entre hombres”, que obtuvo en 2001 el primer premio en el concurso La Resistencia/Alfaguara de México, y “Cría terminal”, publicada en 2014, así como el volumen de cuentos “Poesía estupefaciente”, premiado por el Fondo Nacional de las Artes. Sobrino de Ricardo Piglia, el autor habló con Télam sobre el origen de su nueva novela.

– ¿Cómo fue la construcción de la novela?

– La novela es de aprendizaje en el sentido que la ruta que el personaje recorre es un género en sí mismo. Algo que se puede ver desde “On the Road”, de Kerouac, hasta “The Road” de McCarthy. El tópico del viaje le sirve al personaje para encontrar su voz: el tipo arranca a 200 por hora y luego ves como se va sedimentando. Va a encontrando un tono que lo termina convirtiendo en un sobreviviente. Es una novela de formación. Caprano, el protagonista, va buscando el registro a partir de sus propias lecturas, digamos que el estilo lo construye sobre la poética del otro. Algo que sucede también en la vida de un escritor: lo que uno lee termina impactando en el estilo personal. Caprano empieza sin estar vinculado a nada y, luego, los hechos lo van contextualizando en una tradición.

– Más allá de su tono desbordado, la novela despliega distintos registros narrativos. ¿Cómo fue el trabajo formal?

– En cuanto al lenguaje, me interesa sobre todo el tema de las lenguas subordinadas. Es el registro que me gusta buscar en los personajes, siempre trato de construir distintos núcleos que se van desarrollando al estilo de un cristal que va conformando una red tridimensional. Y me interesa que los núcleos tengan distintos tonos, voces y registros. Más allá de la trama, lo que me interesa de la novela es este trabajo con la lengua: ahí es donde cambia la literatura. Son apropiaciones que funcionan de diversas maneras. No se trata de estereotipar sino de partir de un estereotipo para generar un tipo de literatura. Me interesaba construir una historia con un tipo de densidad que vaya más allá de la superficie. Caprano va recopilando las historias y, finalmente, les infunde el tono final.

– Caprano, de alguna manera, es el gran ordenador de la trama…

– Se puede decir que Caprano tiene todos los clichés del clown decadente pero, por detrás, controla la historia porque hay una intencionalidad narrativa. Vive el dilema clásico de que el mundo está contra uno cuando, en realidad, es uno el que está contra el mundo. Es un personaje que se resiste a ingresar al siglo XXI. No está dispuesto a aceptar la algoritmización de la experiencia. El viaje que hace es también un viaje al pasado. Se convierte en un disidente que queda afuera del sistema y escribe desde el exilio, un lugar tradicional de nuestra literatura. Digamos que Caprano trata de decodificar su experiencia en forma de sentido y todo eso está atravesado por la literatura. La resultante es una mezcla de lo que le ha tocado vivir y lo que la ha tocado leer, es lo que termina volcando en sus cuadernos: una suerte de diario ficcional. Esa es la voz que encuentra.

– ¿Te sentís identificado con la prosa de Arlt?

– Tengo una tendencia arltiana, es una fibra que me recorre siempre. El primer libro que mi viejo me regaló fue “El juguete rabioso”. Es una especie de marca de estilo de la que es difícil salir. Un tono que funciona como un tic: no te lo podés quitar. Arlt pensó, entre otras cosas, en el complot, un tema fuertísimo en nuestra literatura, que persiste en un montón de autores.

– ¿Piglia está presente en lo que escribís?

– Siempre pienso en cómo seguir después de Piglia. Es una pregunta difícil de responder, sobre todo para mi generación. Creo que este es un camino, pero hay otros. Tiene que ver con el sentido a partir de la experiencia de la literatura. En cómo renovar la ecuación sin caer en el epigonismo. En ese sentido, la literatura se parece mucho a la biología: evoluciona en base a la lucha y la mutación.



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